ENTREVISTA AS

De suscriptora a influencer: radiografía de Martina Lucena, ‘La Martinita’

La jovencísima creadora de contenidos, que acumula más de tres millones de seguidores en todas sus plataformas, y su padre, que también es su mánager, han convertido el fenómeno viral del año en una cruzada contra el acoso escolar.

De suscriptora a influencer: radiografía de Martina Lucena, ‘La Martinita’

Uno recuerda cómo era la vida en el instituto cuando camina por delante de su puerta, cuando la casualidad coloca en una calle aleatoria a aquel profesor que una mañana lejana en el tiempo conoció su nombre o cuando se reencuentra con los compañeros de vida que los laberínticos pasillos del centro educativo quisieron unir. Nadie escapa a las peripecias y a los giros de guion que la adolescencia conlleva. No importa si se tienen dos amigos o trescientos; si se cuenta con diez seguidores o con, por ejemplo, doscientos mil. “Un millón coma cinco en TikTok, un millón coma dos en Instagram y en YouTube, dos cuentas: una con quinientos sesenta [mil] y otra con trescientos cincuenta”, dice Martina a través de una pantalla.

Martina Lucena es muchas cosas. En apenas varios meses ha visto cómo los números de sus perfiles han aumentado de manera exponencial, ha publicado un libro y lanzará una colección junto a una marca de ropa; tiene un consultorio, hace boxeo y baile urbano y, en su tiempo libre, le gusta ir a calas cristalinas y hacer “planes sola”. Junto a nombres como Hiba Abouk y Jordi Wild aspira al premio de Creadora de Entretenimiento Año en los Influencer Awards Spain. Martina Lucena es muchas cosas, pero sobre todo es una niña de Badalona.

La realidad detrás de la pantalla

“De entrada no digo ‘soy Martina, tengo 13 años y soy famosa’. Digo mis hobbies y lo que me gusta hacer”, se presenta la joven influencer, cuyo mérito reside, en gran parte, en lo innato de su contenido. “Desde muy pequeña he sido una niña muy presumida. Siempre me ha gustado grabar mis bailes, o grabarme haciendo cualquier cosa”, asegura, desdibujando el día en el que su fenómeno comenzó: “Al principio era una gracieta, un ‘ay qué mona la niña que hace vídeos’, pero después tuve una conversación seria con mi padre y le dije ‘me hace ilusión, vamos a por ello’; él me respondió que ‘o lo hacemos bien o no lo hacemos’”.

Su padre, Javier Lucena, es, además de su faro en la vida, la persona que guía el barco laboral en el que navega la creadora de contenido. “No se trata de que una niña de diez años tenga TikTok o Instagram porque eso no es así”, dice el padre de Martina, recordando sus inicios como influencer y remarcando que, en cualquier caso, debe ser “el tutor legal el responsable del contenido, de la audiencia, de los comentarios y de todo” y que, claro está, no legitima el acceso a las redes sociales de niños tan pequeños.

Dicho trabajo es constante y, en resumidas cuentas, trata de proteger a su pequeña en la odisea digital de convertirse en creadora de contenido, que eleva de homérico a hercúleo una labor que reside en la disciplina y no en la magia. Una de sus principales tareas es la gestión de los comentarios. “Te escribe gente desagradable, llegan mails desagradables y es peligroso. Cuando empezamos ella tenía prohibido leer comentarios. Cada día hay que revisar esto y bloquear a los depredadores”, explica Javier. Martina asiente. Ella se considera “fuerte y fiel sí misma”, reconoce que no le “ha caído mucho hate, pero que “es verdad que hay muchos comentarios de gente adulta, salidos de tono”. “Eso es lo que borro yo cada día”, precisa Javier, haciendo hincapié en que nada se gana si se oculta esta cara sombría de la sociedad: “Existen y son una realidad”.

Cada día hay que revisar y bloquear a los depredadores

Javier Lucena, padre y manager de Martina

Los días de Martina empiezan a la misma hora que los del resto de sus compañeros. El lunes algo más tarde por un suspiro que su horario ofrece tras el fin de semana. Va a segundo de la ESO. Su asignatura favorita es castellano, aunque en “mates se pase la clase más rápido porque estoy centrada”, y fantasea con ser psicóloga en un futuro. “No se me pasa por la cabeza ser influencer, la verdad. Mi plan A son los estudios. Hay que tener muy claro que las redes son: hoy bajas y mañana subes”, dice.

Ahora debe tocar la fase de escalada. “A nosotros nos preguntan muchas veces por el crecimiento de Martina. Ella hace un contenido diario —su especialización es hacer un baile para que los niños pequeños lo repliquen; esto es, especialista en trends y tarda poco en grabar un reel. Lleva 3.500 vídeos en un dos años”, expone Javier, matizando que no se trata de una labor de bailarina profesional y que el “respeto” que siente hacia el citado sector es máximo. Se revela entonces su progenitor como uno de los artífices del crecimiento de la pequeña: “Una niña de 13 años necesita un equipo que la ayude. Ella hace maravillas, pero hay un gran trabajo de análisis detrás. No existe la suerte en redes sociales. Existen los valores, la constancia, la buena imagen, la cámara limpia y la tendencia. Y, sobre todo, marcar la diferencia. Si no, no funciona”.

La lucha contra el bullying

No nace su atracción hacia la psicología por una voluntad curiosa o científica, sino por la empatía que siente hacia aquellos que, como ella, se colocan una mochila a la espalda para introducirse cada mañana en la aventura —en el sentido estricto de la palabra— en la que a veces se convierte un centro educativo. “Creo que hay muchos niños de mi edad que no tienen con quién hablar y que no tienen ese tipo de confianza con sus padres. Quizá a mi me ven como un referente y puedo ayudarles al sentirse escuchados”, cavila.

Estas reflexiones llevaron a Martina a crear junto a su padre un consultorio. “Envían un mail y seleccionamos aquellos que pueda contestar a través de un vídeo. Son tips pequeños que una niña puede decir, no vinculantes”, relata Javier. Se abrió una ventana al infierno y ellos se asomaron para descubrir hacia qué dirección danzan los demonios. “Hay muchos niños que tienen muchos problemas de bullying serios”, afirma Javier, con la seriedad tatuada en el rostro.

Quizá me vean como un referente

Martina Lucena, influencer

El asunto no es baladí y ambos echan en falta más altavoces al problema. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en España reciben bullying 7 de cada 10 niños. “A raíz de eso hemos planteado una campaña a las autoridades. Queremos que Martina genere un diálogo en redes sociales con los agentes para visualizar las diferentes vías de ayuda”, detalla, resumiendo el escenario en una simple frase: “Los cuerpos de seguridad tienen protocolos de actuación, pero los niños no lo saben y no sienten la confianza necesaria para acercarse a conocerlo”.

La joven creadora de contenido aprovecha el estallido de su perfil para comenzar a cumplir su sueño de ser psicóloga; que no es tanto el de apuntar sobre una libreta junto a un diván, sino el de ayudar a los de su tribu. Seguirá haciendo bailes, pero ahora también es referente en otro sentido. “Yo era muy niña. Poco a poco se ve en redes cómo ha sido mi crecimiento mental y físico. Ha sido un largo camino que he tenido que llevar con mucha disciplina”, reconoce.

El giro se dio un día en el que ambos circulaban en coche por Badalona. Ella se llamaba en redes ‘La Martinita’, pero decidió cambiar su identidad social a ‘Martina Lucena’. Todo y nada cambió. No volvería a ser la misma a través de una pantalla, sino muchas cosas más; por encima de cualquier cosa, la misma chica que, como todos, pasa por delante de la puerta de un instituto que algún día reconocerá por los buenos momentos que le dio. Misma dulce nostalgia que, espera, sientan sus compañeros de pupitre.

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