Jesús Calleja cumple su sueño y viaja al espacio exterior

Era de Fresno de la Vega y tenía un sueño. Dio la vuelta al mundo, escaló las montañas más altas que el planeta conoce, cruzó desiertos y exploró selvas; hizo todo lo que el humano puede hacer, pero su fantasía de niño seguía estando incompleta: quería viajar al espacio, sentirse como uno de esos cosmonautas de las películas. Este martes ha cambiado todo. Jesús Calleja ha superado la línea de Kármán y oficialmente se convierte en el tercer español en viajar al espacio. El primero no astronauta en hacerlo.

La aventura en cuestión ha tenido una duración de once minutos desde el lanzamiento hasta el aterrizaje en el árido desierto de Texas. “Confío en los técnicos e ingenieros porque las naves se construyen con una tecnología abrumadora. Los que vamos allí estamos recopilando datos para que en un futuro sea más sencillo viajar al espacio”, decía en los momentos previos al vuelo. Y lo cierto es que el cohete en el que iba era digno merecedor de todas esas palabras que el leonés pronunciaba casi del tirón, algo presa de los nervios: el New Shepard, nave de la compañía Blue Origin (empresa de Jeff Bezos), tiene 18 metros, seis pisos de altura y su potencia permite rebasar esa línea ficticia a 100 kilómetros de la superficie a partir de la cual se dibujan las órbitas.

Calleja se introdujo en la cápsula en torno al mediodía junto con Lane Bess, fundador y director de Bess Ventures and Advisory; Elaine Chia Hyde, física y piloto; Dr. Richard Scott, endrocrinólogo reproductivo y profesor científico, y Tushar Shah, codirector de investigación de un fondo cuantitativo en Nueva York. Un viaje de esta magnitud requiere un entrenamiento previo. Tanto Calleja como sus acompañantes han recibido formación teórica (desde conocer palabras técnicas en inglés hasta aprender paso por paso todas las fases del vuelo) y práctica (cómo funciona el lanzamiento y su cápsula, los intercomunicadores con el centro de lanzamiento y la colocación de los arneses).

Un viaje para la historia

A las cuatro menos cuarto, quince minutos después de la hora prevista, el cohete despegó. Lo hizo en orden. Poco después el módulo propulsor se separó para que la cápsula pudiera elevarse más de 100 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra. Para llegar a ese punto, el cohete alcanzó una velocidad superior a los 3.700 kilómetros por hora.

Después, la lentitud hecha ambiente: el pequeño habitáculo que compartía con sus compañeros debió comenzar a sentirse diferente. Había entrado en estado de ingravidez, de nula gravedad. Y allí rondaron viendo el planeta a sus pies. Después comenzó la caída: la cápsula empezó a descender frenada por los paracaídas hasta que, finalmente, tocó tierra.

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Calleja fue el segundo en salir de la cápsula. Detrás de él, Texas en estado puro. Levantó los brazos y cerró con fuerza los ojos. “Ha sido un sueño cumplido, me dan ganas de llorar. Lo siento, pero me he emocionado. Ha sido fantástico”, confesó al reportero americano que le recibió. Brotaron lágrimas de sus ojos porque, en el fondo, sigue siendo aquel niño de Fresno de la Vega que soñaba con besar las estrellas.

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