“Ultraligera viaja desde la ternura hasta el salvajismo del rock”
AS entrevista a la banda de indie-rock que en noviembre toca en Madrid, en un concierto en el que agotó las entradas en seis días mientras su primer disco, Pelo de Foca, se va descubriendo en Spotify. Nunca nadie, la última, salió el viernes. Apúntenlos. No dejarán de oírlos y verlos. Y cada vez más altos, cada vez más grandes.
Coque Fernández (Madrid, 1998; 26 años) es el último en llegar. El guitarrista de Ultraligera camina hacia los pies del Corral de Comedias, en Lavapiés, vestido todo de absoluto negro y mirando al horizonte pero sin ver que los demás de la banda ya esperan sentados en una barandilla. En un extremo está Gisme, como a Javier Gismero (Madrid, 1998; 26 años) le gusta que le llamen, con esos ojos azules como una piscina que cuentan como nadie el verano hacia el que se encamina su grupo. Suyas son la voz y las letras. De Martín Aparicio (A Coruña, 2001, 23 años), a su lado con la camisa abierta, la batería. De Santiago Urruela (Madrid, 97; 27 años), el bajo. Es el primero, Gisme, el que silba para que Coque vea y se le dibuje una sonrisa en la boca mientras se dirige con naturalidad al hueco que queda libre en el asiento improvisado. En unos meses quizá este encuentro un jueves cualquiera por la tarde, en la calle, sea imposible, que a cada paso frenen las peticiones de fotos y autógrafos. Vetusta Morla se ha ido y en la escena de la música se van acomodando los huecos. Uno queda libre. Otros suben. Ellos se posicionan. Ya están ahí.
Banda de rock alternativo, que bebe del postpunk y el sonido de Seattle, grabó su nombre a fuego en el último Sonorama, festival referente en España de música independiente, elegidos por varios expertos, periodistas e ‘influencers’ de música como la gran revelación de la edición mientras van llenando a gotas el Spotify con los lanzamientos de los singles de su primer disco, Pelo de Foca. El último este mismo viernes, ‘Nunca nadie’ su balada más oscura. El grupo camina hacia los 100.000 oyentes mensuales en esta red con canciones como ‘La Basura’, ‘Silla de Mimbre’ o ‘Europa’, que en una versión cantan con Gabriel de la Rosa de Shinova. Ya tienen comunidad. La guitarra de Coque raspa, la voz de Gisme es de las que hacen quedarse, el bajo de Santi, los baquetazos de Martín. Juntos forman esta banda, Ultraligera, nacida en Majadahonda que cada vez tendrá más peso, se leerá en más mayúsculas y con la letra más gruesa en los carteles de los festivales. Son distintos, llenan, sus letras mezclan lo dulce y lo salado a la vez, como un plato de alta cocina pero en la música. En seis días agotaron las entradas para su concierto en Madrid, en la Joy Eslava, del próximo sábado 16 de noviembre, haciéndole perder una comida a Coque. Se formaron en 2021 y en este 2024 han prendido la mecha, aunque su germen viene de mucho más lejos en realidad, del mismo instituto. Se lo cuentan a AS alrededor de una mesa en la terraza de la plaza de la corrala de Sombrerete que elige Coque. Lo ha tenido fácil. Al fondo un hombre toca la guitarra española. Y ellos, cómo no, siempre eligen la música.
¿Dónde está el germen de Ultraligera?
Gisme (mientras señala a Santi): Él y yo nos conocemos del instituto. Yo me había fijado en él. Era de artes y uno de los que más rollo tenía, tatuado ya cuando ninguno nos habíamos ni atrevido a hacernos uno. A Coque lo conocí en unas clases de guitarra. Empezamos a enseñarnos unos temitas, unas maquetas, y montamos el proyecto. Cuando buscamos bajista, se me vino a la cabeza ese tipo que yo sabía que tocaba de todo.
O sea, Santi.
G.: Le abordé en una cena de final de curso: “A ver, compañero, ¿tú quieres entrar en la banda?”. “¿Tocando qué?”, me contestó (ríe). Y repliqué: “¿Qué tocas?”. “Yo, todo”. “Bueno, pues de momento estás dentro y ya luego vemos qué, anda”.
Santi Urruela: Al final fue el bajo.
¿Cuántos años tenían?
G.: Ahí, 17.
S. U.: Yo, 18. Es que repetí.
G.: Eso fue el principio del primer proyecto que tuvimos.
¿Qué proyecto?
G.: Preferimos no comentar lo que ya no es.
S. U.: No mencionamos ya a Magara… (ríe, pícaro).
¿Pero estuvieron mucho tiempo con ello? ¿Los tres?
G.: Sí. Varios años. Además de componer, el principal problema, o reto, era conseguir algunas perrillas para poder grabar las maquetas. Primero propusimos un crowdfunding que nos salió bastante bien. Se creó un poquito de comunidad. Llegó un momento en el que nuestra propuesta artística ya no encajaba dentro de los esquemas de esta primera banda de chavales que fue como una especie de aprendizaje. Un curso intensivo. Y ahí fue cuando firmamos con un manager que formó parte del proyecto como uno más y empezamos con Ultraligera.
¿Era muy distinta la propuesta musical?
G.: Se hizo más cruda, un poco más solemne. Con una visión del mundo un poco más completa para acercarnos a canciones más grandes.
Llegaron a tocar en sitios de playa, a dormir al raso para tocar, ¿no?
Coque Fernández: Eso fue para pagarnos el primer disco, antes de que se nos ocurriera el crowdfunding. Nos fuimos Gisme y yo a Valencia y…, bueno, nuestra idea fue muy diferente a lo que realmente pasó (ríe).
Suele pasar…
G.: ¡Nos íbamos a hacer de oro!
C. F.: (Ríe) Nuestra idea era ir a tocar a los chiringuitos de la playa, tocando temitas para ir sacando dinero: “Nos vamos quince días y venimos y pagamos medio disco”, nos decíamos.
Y la realidad fue…
C. F.: Que llegamos allí y no dejaban tocar mucho.
G.: Dormíamos en la playa.
C. F.: Siniestramos un coche…
¡Cómo?
C. F.: Tuvimos un accidente, se lo tuvo que llevar el seguro y nos quedamos ahí en la casa de un colega, en la playa, una semana. No hicimos nada de pasta, pero nos lo pasamos bien (ríe).
Martín, ¿usted cuándo se unió a Ultraligera?
Martín Aparicio: Bastante después. Ultraligera ya se estaba formando. Antes había otro baterista, pero Coque y yo tenemos una amiga en común, Laura Solla. Nos conocimos y hubo buen rollo entre nosotros… Vino la pandemia, un día estoy en casa y recibo una llamada de Coque: “¿Te acuerdas de mí?”. “Sí”. “Necesitamos baterista para una banda. Vente a Madrid y hacemos una prueba…”.
¿Por que usted es de…?
M. A.: De A Coruña, Galicia. Entonces yo vengo a Madrid, me voy a Majadahonda, que tenía 20 años y había estado aquí pero muy poco. Tuve que pillar el Metro que en mi vida lo había cogido. Y la Renfe. Y cuando llegué, primero vi a Coque y luego apareció Gisme... Yo creo que no había visto nunca un pibe más notas en mi vida (todos estallan en carcajadas). Con sus gafas, una americana dorada...
G.: Había que sorprender al nuevo miembro (ríe).
M. A.: Sí, sí…
G.: Nosotros, cuando llegó, vimos a un chavalín. Parecía recién salido de la ESO. Pero nos dejó sorprendidos porque era un tío con mucha espontaneidad tocando y, a la vez, con una técnica muy trabajada. Eso nos dejó locos. Recuerdo hablar con el resto ese día y decir: “Ultraligera ya estaba formada”.
C. F.: Sí, en cuanto probamos con él lo sentimos así.
¿Y por qué pensó en Martín?
C. F.: La gente de la movida me había dado una buena opinión de él, además de Laura. Por eso me acordé. Era una prueba como vinieron otros dos que no nos molaron mucho. Pero vino él y se cerró el casting.
¿Por qué Ultraligera? ¿De dónde viene el nombre?
G.: Siempre tuvimos la sensación de que nuestras canciones podían llegar a ser pesadas en cuanto a temática y ciertos puntos oscuros. Cómo se hablaba del amor, de las relaciones, de las subidas... Ultraligera lo propuso nuestro diseñador, Alejo, porque le hacía un poco de contrapeso a aquello que sentíamos, como una cosa contraria al tipo de canciones que estábamos haciendo en ese momento. Nos enamoró. El nombre es una cosa muy importante para enamorarte del proyecto.
¿Cómo han vivido el calado que han ido teniendo desde que ‘Mierda de fiesta’ salió a la calle en 2021?
G.: Por un lado, la sensación de trabajo bien hecho. Por otro lado, mucha alegría y agradecimiento a la gente porque al final, cualquier proyecto artístico es una conversación con el otro (Gisme calla de pronto y posa sus ojos azules en el azul del cielo, del mismo color. Cuando uno pasa un rato a su lado entiende por qué las letras de Ultraligera tienen esa profundidad. Jovencísimo, tiene un universo interior lleno de referencias, de filosofía y existencialismo). Entonces, cuando se crea una comunidad grande te puedes expresas de otra manera que cuando estás arrastrando solo a tus cuatro amigos de siempre a tu concierto.
C. F.: También hemos aprendido mucho en tres años. Porque desde ‘Mierda de fiesta’, hemos pasado de festivales abriéndolos a las cinco de la tarde a, ya este último verano, que ha habido buenas fechas, por la noche, con una buena comunidad, un club de fans que nos apoya a muerte y viaja con nosotros, con pancartas y un cariño inmenso. Nosotros hemos aprendido mucho en el escenario a crear canciones. En el disco que vamos a sacar son más maduras, con una mejor producción. Todo ha ido creciendo. El desarrollo artístico y personal ha sido muy grande.
G.: Hay algo que nosotros valoramos mucho del directo y es el hecho de que pueda haber fallos. En la música en directo, de un tiempo a esta parte, ha habido una corriente de tener las cosas muy preparadas, que mola mucho, porque hay show chulos, pero nosotros somos de una corriente de rock en la que, lo que mola, es que haya cierto caos. Que no sabes si te vas a golpear con tu compañero o si te vas a caer del escenario. Lo que sí que está claro es que cada vez que salimos es una tarde distinta y pueden pasar cosas. Para nosotros es importante jugar con ese punto de azar. Confiar en nuestro instinto y en la espontaneidad del momento.
¿Qué referentes musicales tienen?
C. F.: Cada uno ha tirado de sus influencias.
G.: Y ha enamorado al resto. Incluso, nos ha convencido.
C. F.: Nosotros veníamos cada uno de músicas diferentes. Es verdad que relacionadas, siempre orgánica, con instrumentos. Pero a mí me molaba más el metal, a otro el rock and roll o el pop. Lo que sea. Y nos hemos ido descubriendo cosas y nos hemos ido enamorando de los gustos de cada uno. Los tres me han descubierto bandas brutales que ahora me encantan, que he hecho propias.
G.: La escena de Seattle nos emocionó mucho: como se puede hacer de la oscuridad que todos sentimos algo divertido, enérgico, bueno y divertido, hasta que se volaron los sesos. Alice in Chains, Soundgarden, Pearl Jam, Nirvana, las que derivaron de ahí, Incubus, Placebo… Luego tenemos también un cariño especial a muchas bandas nacionales. Lory Meyers nos parece muy fresca, con una especie de ironía indie de reírse de la vida que es casi tan gamberra, como cualquier banda dura. De este estilo hemos aprendido mucho.
¿De niños qué escuchaban?
G.: Yo pasé como dos o tres años en los que solo escuchaba Green Day y Tracy Chadman, sobre todo Tracy Chadman.
C. F.: A mí hubo un disco que me voló la cabeza con 12, 13 años que fue el Apetite for Destruction de Gun’s and Roses y a partir de ahí empecé a descubrir todo. Estuve un año que solo escuchaba ese disco y veía un directo del 88 de los Gun’s y quería ser así de gamberro. Lo de tocar vino después (sonríe). Yo solo quería ser así.
M. A.: Yo tengo muchas influencias de Latinoamérica porque mis viejos son argentinos y, en 1994, se vinieron a España. Soda Estéreo, Fito Páez, Los Ratones Paranoicos, Calamaro...
S. U.: En mi casa siempre ha estado puesto un disco de vinilo de Pink Floyd, desde que nací. O de Led Zeppelin y Deep Purple. Cuando empecé a escuchar música por mi cuenta me fui a lo rebelde. Al rap o el metal.
Sus letras son cercanas y a la vez crudas, Gisme. ¿Cuál es el proceso cuando escribe?
G.: Empiezo a tararear y, cuando tiro de una frase que puede tener sentido con la melodía que estoy haciendo por debajo, empiezo a escribir. Como automático. Para que me salgan conceptos, ideas y cosas como de debajo del inconsciente. Y así poder pescar en un campo un poco más grande que aluda a cosas más esenciales. He leído casi más que he escuchado música, así que me acabo quedando con relatos sobre personajes enloquecidos.
¿Cómo cuales?
G.: Supongo que todos son una especie de yo alternativo. Juego a hacerles caminar por ciudades decadentes, escenarios perdidos, atravesando fronteras. Siempre mirando la escena como desde una esquina.
¿Cuándo se dieron cuenta de que a los conciertos de Ultraligera cada vez iba más gente y no solo los cuatro amigos?
C. F.: No hay una fecha de “aquí nos dimos cuenta”. Ha ido poco a poco.
Su primer concierto fue en Siroco, en 2022, ¿no?
C. F.: El primero, primero fue en el taller de unos colegas. Un acústico.
G.: El primero fue en parques.
C. F.: El primero nuestro, pero el primero de Ultraligera, el Sótano, una feria de Zamora. No ha habido un boom.
G.: Somos una banda que no juega a hitos. Los hitos existen y te puedes alegrar por ellos pero también se pueden malversar con contactos y dinero. Se puede llenar con invitaciones una sala, hacer un evento enorme al que vayan un montón de famosos y que hablen de ti. Pero lo que no se puede hacer con contactos y dinero es emocionar a la gente y eso es a lo que hemos tratado de jugar desde que empezamos.
Viva Suecia siempre dice que se dieron cuenta de que habían prendido en un Granada Sound que, de pronto, empezó a llenarse de gente.
S. U.: A mí me flipó el momento en Peñafiel, Valladolid, todavía estábamos empezando. Tocamos ahí y vino gente de Oviedo a vernos. Nos quedamos todos flipando, diciendo: “No puede ser”.
G.: Es verdad que llegaba gente de viaje, varios grupos que venían a vernos, porque teníamos pocas fechas y nos trataban con la distancia del escenario. Y luego, llenar la Sol, pues ya fue una alegría en los comienzos. Vimos cómo se sabía la gente las canciones. Quizá fue el primer concierto mediano-grande que hicimos.
Este año en el Sonorama la prensa especializada y los influencer de música les señalaron como la gran revelación del festival.
G.: Ah, ¿si, eh? Jod… ahí la liamos petarda. ¿Y se decía, sí? Mola saberlo. Pues me alegro porque nadie sabía qué iba a pasar en ese concierto.
Era de noche, además.
M. A.: A las tres de la mañana, en escenario pequeño. Pensamos que no iba a haber nadie. O solo diez personas.
C. F.: Tomando café y wiski (ríen). Rollo olvidando las penas. Yo lo viví bastante impactante. Luego la sensación que te queda tras la sorpresa esa, del bolo tan guay que dimos, es sentir que a la gente le había encantado.
G.: Hay una cosa muy chula en Ultraligera y es que siempre hemos tratado de abrir el espectro de emociones que pueda generar una banda. A mí me gustan los conciertos en los que se pueda degenerar un poco y ver a la gente con la cara salvaje, metiéndose hostias entre sí, hasta que llegue Europa y se abracen entre dos amigos, una pareja y lloren porque les recuerda al momento en que empezaron. Que lo que hacemos pueda viajar desde la ternura hasta el salvajismo del rock.
Están sacando las canciones de Pelo de Foca ahora, ¿qué se va a encontrar la gente en su primer disco?
G.: Creo que es el que nos va a cambiar la vida. Queríamos un disco que se guiara más por sensaciones e impresiones que por ideas. Pelo de Foca ya alude un poco a eso. ¡Qué es el pelo de una foca? Te lleva a pensar en un tacto. Algo suave, duro. Algo raro que no te lleva a imaginar cosas que ya conozcas. Cuando llegamos al estudio lo hicimos con la mirada del que sabe qué va a hacer. Este disco va a dar un vuelco a la situación de Ultraligera.
Tocan en Madrid el 16 de noviembre. Agotaron las entradas de la Joy Eslava en seis días. ¿Cómo ven ese concierto?
C. F. : Va ser increíble Llevamos sin tocar en nuestra ciudad desde la Sol. Hemos tocado en festis, en el Jardín de las Delicias en septiembre, pero en una sala llevamos un par de años sin tocar. Va a ser reencontrarnos con toda nuestra gente, con la nueva que ha conocido el proyecto. Y, mira, yo voy a contar aquí que he perdido la apuesta con el manager por la venta de entradas.
¿Por?
C.F.: El mánager lo tenía claro. Nos decía: “Lo vais a reventar. En una semana está todo vendido, Coque”. “Que no, no seas calentao, más de una semana, ¿qué te juegas?”.
Pues le toca pagar a usted.
C. F.: Fue una sorpresa, y para todos, que se vendieran tan rápido, esa acogida aquí.
G.: Lo bueno es que no sabemos qué va a pasar. Lo único, que va a sonar bien. Pero depende de cómo vaya la gente, nosotros, del día que haga, pasará una cosa o la otra. O sea, no tenemos ni puta idea y eso es lo emocionante de nuestros conciertos.
Se han hecho su propio estudio de grabación.
C. F.: En un local que hemos montado en Boadilla y estamos muy contentos. Hemos pasado de ensayar en zulos de tres metros cuadrados y una bola en el medio, a tener un local en el que se puede trabajar mejor acondicionado de sonido. Llevamos seis meses
Casi me lo han contado todo ya.
S. U.: Falta que nos preguntes por nuestro color favorito.
Es cierto, falta esa pregunta que se puede extrapolar al fútbol, donde el más significado es usted, Coque.
C. F.: Sí, yo soy muy futbolero. Del Madrid, socio desde que tenía cuatro años.
G.: Y conoce al tito Floren.
¿En serio?
C. F.: De un par de veces en el palco. Yo jugué a fútbol toda la vida, en el Rayo Majadahonda y el Atleti.
Conoce bien el Cerro.
C. F.: Sí. Me parece un deporte increíble. Yo jugaba de delantero. Con Lucas y Theo entrené cuando estuve en el Cadete A del Atlético. También he entrenado con Achraf o Munir. Yo soy de esa generación del 98. El fútbol está muy asociado con la música. Gente que se une, comunidades. Gente que se emociona. Los gritos. Siempre me ha gustado. Me enamoró de pequeño.
(Como la guitarra. Y esto en lo que será él quien llene estadios: Ultraligera).
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