cronicAS

Larga vida a Mudhoney

La banda de Seattle se reafirma en Madrid como los ‘popes’ que dieron cabida al grunge. Mark Arm, vitriólico y albariño en mano, sigue dándolo todo.

El grupo Mudhoney, durante su actuación en Madrid en LuLa Club.

Mientras Mudhoney viva, seguirá palpitando aquel Seattle que se puso el mundo por montera en los noventa. Ese rock sucio y vibrante, de garito oscuro y sudor como si hubiera aspersores. Sí, Pearl Jam siguen en la cresta de la ola pero lo suyo hace tiempo que abandonó el espíritu proletario de la música por mucho que Eddie Vedder actúe con camisetas de los Chicago Bears. Sin Mudhoney probablemente Pearl Jam no existirían como los conocemos y Kurt Cobain quizá trabajase en una gasolinera del estado de Washington. A saber. Lo que es indudable es que aunque los años pasan y el polvo se acumula sobre los surcos del Superfuzz Bigmuff (Sub Pop, 1988) que abrió las puertas al grunge, Mudhoney siguen dando el callo como grupo de culto, pero ante todo honesto. En su parada en Madrid (de las cinco en España gracias a la promotora Houston Party) descerrajaron hora y media de lo mejor y más ruidoso de su repertorio. Como si no costase.

Pese a que Mark Arm, cantante y guitarrista de la banda, pueda pasar estéticamente por un oficinista dominguero, que nadie se confunda. En el bolo madrileño de su gira española, en el LuLa Club de Madrid y mientras a escasos metros de distancia terminaba La Vuelta, Arm dejó su sentido del humor vitriólico sobre la mesa antes de tocar su primera nota. “¿Qué clase de garito mete ‘Hotel California’ en su playlist y encima suena dos veces?”. Así es él.

Mudhoney, en una imagen promocional.
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Mudhoney, en una imagen promocional. Emily Rieman

Aunque sus correrías con la heroína están bien documentadas dentro de leyenda salvaje del grunge, ahora las autoindulgencias de Arm son con el vino blanco. “Albariño”, como se encargó de destacar en una de sus múltiples visitas a su generosa copa. También Steve Turner optó por ese caldo español. Mucha cana en el público, aún más en la melena plateada del cantante (y guitarra rítmica) de este cuarteto que ha permanecido como un buen vino, casi inalterable a los cambios externos y sin apenas movimientos internos en cuanto a integrantes.

De su último y más que notable disco, Plastic Eternity (2023), cayó algo de lo más sensible (para ellos) como Little Dogs y piezas más machaconas como Human Stock Capital y Tom Herman’s Hermits pero lo más pogueado y coreado fueron sus incendiarias revisiones de clásicos como Touch Me I’m Sick y su increíble cara B Sweet Young Thing Ain’t Sweet No More, FDK de aquel My Brother The Cow (1995) y para el atronador bis, Suck You Dry que terminó de agotar la energía del grupo... y succionar los últimos restos de la del público. Había que darlo todo.

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