RED BULL BATALLA
Gazir II de España
El freestyler asturiano logra su segundo título nacional de Red Bull Batalla en la misma ciudad que coronó a Invert hace una década; Alek, sólido y constante, queda en segundo puesto.
El muelle de Cádiz recuerda una canción. Hace diez años un vasco zarpó de la costa gaditana habiendo cumplido un sueño y arribó en la ciudad condal para hacer de su historia la leyenda de un freestyler irrepetible. Una década después resuena el nombre de Invert en las inmediaciones de una Nacional, al ritmo de las viejas coplas y romances de ciego y anticipando una canción olvidada. Otro chico llegó del norte abrazando un juramento y ahora parte lejos de aquí habiendo completado un arco de redención: Gazir cierra un círculo competitivo y se corona bicampeón de España.
Soplaba el viento y chocaban las olas contra la piedra sobre la que se extendía una pista interminable donde algunos decían haber estado tiempo atrás. El regreso de la magna competición a la urbe andaluza era una de las sorpresas que Red Bull Batalla guardaba para esta edición. Miles de personas se amontonaron en torno a un escenario al que saltaron Bekaesh y Marina Vinyals para dar la bienvenida a todos los que estuvieran dispuestos a dejarse seducir por un atardecer que empezó como el de aquel entonces.
Una guerra sin cuartel
Babi, el único superviviente de tan lejano elenco, saltó al ruedo con un aura legendaria y vapuleó a Le33 con un arsenal de rimas agresivas y directas. Quería el trofeo. Lo quería de verdad. Al recital del mallorquín le siguió una batalla tranquila que enfrentó a Alek y a Kharma. “Quizá fue en la que más cómodo me encontré”, diría más tarde el primero de ellos, frente a un servidor y con el escenario vacío. Alek no necesitó demasiado para hacer ver a todos los presentes que él había venido a ser el campeón.
La rueda de octavos de final giraba y el nivel de los competidores incrementaba a cada enfrentamiento. Mike Shinobi protagonizó un show de fluidez y de recursos excesivos que terminó con el barcelonés tocando todos los botones de una nave en caída libre por la incesante lluvia de golpes ingeniosos de un Jesús LC que mostraba al público su mejor cara competitiva. Tras ello, Fabiuki y Mnak dieron otro espectáculo en el que los jueces terminaron por premiar la constancia del segundo ante la montaña rusa de terminaciones que ofrecía el canario; el público en silencio, quizá no conforme, pero Fabio sonriendo. Nadie sabe de qué material está hecha la felicidad.
El punto más agridulce de la noche llegó cuando todavía se estaban contando los entremeses. Force y Segrelles chocaron en un combate donde ambos atacaron de manera encarnizada y en el que el segundo exhibió las maravillas que un salto al vacío otorgan al verso. Una trabada pesó en su haber y debió ensuciar una auténtica noria métrica de estructuras imposibles. Force, sólido, tampoco se amedrentó. Ganó el gallego. “Será porque es Red Bull, ¿no?”, estalló Segrelles, micro en mano. Se sentó y golpeó con fuerza el suelo.
Entonces llegó. Se puso de pie y el público de Cádiz, como si de un espejismo se tratase —quién sabe si del futuro o del pasado—, reventó. Mr. Ego aguantó el tipo, pero Gazir era un tsunami y había asumido esa cruel y equitativa justicia que todos los desastres naturales comprenden: arrasaría con todo lo que tuviera delante sin excepción. Tras ello, y de manera discreta, NQP despachó al segundo local y envió a Layto al banquillo; los octavos terminaron cuando el estilo ‘disonántico’ de Navas, uno de los nombres más cotizados de la Nacional, sucumbió ante un excelente Barón dispuesto a ajustar cuentas.
La calma y la tormenta
La ronda de cuartos de final fue el silencio que reina en el campo de guerra antes de que la primera bala silbe y el espacio se reduzca a un intercambio de ataques sin trinchera. Babi y Alek desplazaron al escenario de Red Bull su propio debate acerca de la presencia del segundo en FMS, resultando Alek primer semifinalista; Mnak hizo de la constancia que le salvó la primera ronda su mantra y, por la misma regla de tres, se impuso ante un buen Jesús LC. Después, Gazir convirtió su duelo en un monólogo donde asumía el papel de biógrafo maligno de un Force que vio cómo la palabra “irreversible” puede tomar forma en apenas minuto y medio. NQP y Barón cerraron la vuelta con una batalla sin sangre donde sirvieron a gusto de métrica un free auto-reivindicativo del que, finalmente, Barón salió ileso.
Cuatro competidores. Tres batallas. Mnak y Alek fueron los primeros en bailar en esta danza de cruces para el recuerdo: ninguno de los dos bajó el listón y cada miembro del público, animados por la euforia de un toma y daca sin tregua que les hacía olvidar el aire frío que asolaba las inmediaciones, dejó su propia garganta en alquiler con tanto grito sincero. Hubo réplica. Alek había asumido el papel de profesor pedante y Mnak el de rebelde sin remedio; la moneda voló alto y, finalmente, dos deslices del manchego convirtieron a Alek en primer finalista.
Sonó la campana y al escenario salieron Gazir y Barón. El primero no había bajado un ápice su nivel y tampoco mostraba motivos de querer hacerlo; el segundo había completado en silencio un récord personal que, en cierta parte, espantaba los fantasmas de su pasado: tras ganar una regional por primera vez, llegaba por fin a unas semifinales de la Nacional. Nada a dos pasos ha estado nunca tan lejos. La infalibilidad de Gazir enterró con vida a un digno Barón a quien el público reconoció, en lo personal, como uno de los ganadores de la noche.
La fuerza de lo inevitable
Se apagaron todas las luces. Sólo dos focos alumbraban los perfiles de Alek y Gazir, dibujando sus sombras el retrato que a algún nostálgico hizo silbar aquella melodía. El chico que venía del norte no pensaba fallar aquel disparo. Cierto es que el desempeño de Alek obligó al asturiano a apretar todas las tuercas, pero Gazir se había propuesto no mostrar un único atisbo de debilidad. Tres rondas. Diez segundos. Y el brazo de Gazir tocó el cielo. Promete ganar la Internacional y zarpará rumbo a otra ciudad de España para hacerlo; igual que aquel hombre que hace diez años marchó.
A algunos en la costa gaditana no se les ha olvidado cómo terminó la historia de Invert; sus lágrimas de felicidad y el punto final a una reconversión de estilo a la que la evolución de las batallas obligaba. Aquellas almas saben cómo termina este camino. Sonríe Gazir. Y el muelle de Cádiz, a su vez, recuerda una canción.
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