Carlos Escobedo se desnuda en ‘Solitud’: “No es mi propósito gustar, lo que hago es honesto y de verdad”
Tras cerrar una etapa apoteósica con Sôber y su gira de 30 aniversario, Carlos Escobedo presenta su primer disco en solitario, Solitud, su trabajo más íntimo. Una catarsis personal que le ha obligado a romper con su zona de confort para volver a conectar con el ser humano detrás del artista.

Carlos, ¿Qué tal? Bienvenido de nuevo.
Muy bien, encantado.
Te entrevistamos hace unos meses y no pudiste venir en persona, pero aquí te tenemos de nuevo, celebrando un nuevo hito en tu carrera: tu primer disco en solitario. Cerraste un ciclo llenando Las Ventas con Sôber y hoy estás con Solitud, ese disco que ve la luz en muy poquitas horas. ¿Qué puente emocional hay entre esos dos mundos? ¿Por qué emprender un camino en solitario justo ahora?
Tengo que decir que lo has definido muy bien. Yo creo que la gira del 30 aniversario cierra esa etapa anterior y, de alguna manera, yo ya tenía bastantes canciones de este Solitud y estaba buscado el momento para poder soltarlas. El disco recopila una nueva vertiente de cómo yo quiero expresarme, haciendo canciones desde una parte un poco más íntima.
Yo ya venía explorando esa faceta desde la pandemia, con esos conciertos que llamábamos En Estado Puro, que era un poco el quitar todos esos artificios y volver a la esencia de las canciones. Y creo que me he basado en eso a la hora de componer. De ahí el nombre: Solitud es la agradable sensación de estar a gusto contigo mismo, en soledad, pero no sólo…
Hablas de encontrarte en paz contigo mismo. ¿Te deja en paz este disco tan íntimo?
Muy en paz. Tengo que decir que todas las canciones han definido momentos emocionales diferentes. Es un poco encontrar la esencia de por qué te surge la idea de hacer una canción.
Se nota que lo necesitabas.
Sí, sí, sí. Lo necesitaba.
Dices que en el disco miras hacia dentro sin tapujos. ¿Qué cosas te has permitido hacer aquí que no dices o haces con Sôber?
Pues bastantes, sobre todo porque cuando no hay un referente te sientes libre. No tienes un estilo definido, es tu primer disco y puedes hacer lo que quieras. Un escritor me dijo que lo mejor es el primer libro porque nadie espera nada de ti y puedes ser libre, sin tener que ceñirte a ningún patrón. Instintivamente, si estoy haciendo una canción para Sôber, digo: “Hostia, no, esto se me va un poco del estilo”. Aquí me puedo permitir el lujo de que la batería la haga José Bruno, y en otra canción la haga otra persona. Eres un poco más libre a la hora de hacer música.
El disco me deja muy en paz conmigo mismo. Es un poco encontrar la esencia del por qué te surge la idea de hacer una canción...
Carlos Escobedo
Claro, porque en Sôber sois un grupo y consensuáis más, ¿no?; Aquí tú tomas las riendas. Respecto a tus temas nuevos, como Sábanas Vacías, ¿Qué historia íntima hay detrás de cada uno?
Sábanas Vacías define un poco el porqué de hacer el disco. El vídeo, si lo has visto, en el que yo soy todas esas personas que aparecen en él, es un fiel reflejo de todas esas voces que uno tiene en la cabeza que te van diciendo: “por aquí no, por aquí sí”. Lo difícil es ponerse de acuerdo y, cuando consigues que todas toquen la misma canción, encuentras esa paz interior. La canción define que lo que para muchos puede ser una tontería, pero que para mí es algo muy importante. Al final te empodera el hecho de poder tener tu propia verdad y que no te importe tanto lo que la gente opine…
¿Qué diferencia hay entre la satisfacción de ver un llenazo en Las Ventas con Sôber y esta versión más hacia tu interior?
Hay una diferencia bastante notable. Cuando te ciñes a un estilo, tienes pequeñas limitaciones a nivel vocal. Aquí puedes descubrirte. Yo he descubierto que sé hacer más cosas, puedo hacer más graves y tener más dinámica vocal. Además, los conciertos y el disco son muy anárquicos porque no hay un perfil. Si estás a gusto, puedes hacer el estribillo dos veces porque te da la gana.
A mis compañeros los vuelvo locos en los conciertos porque tengo un listado de canciones, pero no llevo un orden. Con Sôber, en cambio, lo tienes todo muy metódico, tienes una escaleta y de ahí no te puedes salir.
Precisamente, en esta gira estás tocando en sitios increíbles, muy íntimos. ¿Cómo ha sido el proceso de elegir estos espacios?
Pues ha sido complicado. Hemos buscado sitios que tengan mucho que ver con lo que se va a hacer. Hemos estado tocando en un castillo en Baeza, el segundo más antiguo de toda Europa, con la luna cayendo. Fue una conexión increíble, súper espiritual. Buscamos espacios más reducidos para tener esa cercanía, ese ‘piel con piel’. En primera fila a veces tengo a gente que está llorando, porque la canción empatiza. Estamos contándonos quiénes somos.
Parece como si fueses más vulnerable ante el público, ¿no? ¿Esa vulnerabilidad es una bendición o un desafío técnico?
Al principio es una bendición. Lo que pasa es que luego te enfrentas a algo que no conoces. Ese fue el momento más duro: en el primer show que hicimos, que fue en un teatro en Cáceres, cuando se abre el telón y ves que el público está sentado y hay un silencio y un vacío total... Ahí te enfrentas a tus miedos. Pero una vez que te enfrentas a ellos es cuando creces y dices: “Hostia, ahora hay que sacar lo que hay…”.
Estás más desnudo.
Total, total, total. A priori parece que te la juegas, pero luego no es para tanto. No hay más artificios; tengo a mis compis ahí con un piano, un chelo, una viola. Y cuando sacas lo que sientes, sacas lo mejor de ti.
Hablemos ahora de las versiones dentro del disco. Me centro en La Luna Me Sabe a Poco, de Marea. ¿Qué diferencia hay entre tu idea preconcebida y lo que salió?
Es que yo no tenía una idea preconcebida. Lo que tratas es de ponerte en la piel de quien lo ha escrito y, a partir de ahí, darle rienda suelta y llevártelo a tu terreno sin pensar. ¡Lo que fueran a pensar los amigos de Marea, a mí me la sudó bastante!

Con Dolores se llamaba Lola sí que tuve más reparo. Se la pasé a Yosi y le dije: “Escúchala y tú me tienes que decir si ves que no te mola, ¿eh?”. Cuando se le saltaron las lágrimas y dijo: “Preciosa, preciosa, calvito”, porque a mí me llama así, dije: “Vale, le ha llegado”. Lo importante es contar la historia desde tu manera de verlo. Con La Luna, me cargué un poco la estructura y me la llevé a mi terreno…
¿Con todo ese proceso de hacer versiones, hay algo que hayas aprendido y quieras incorporar al componer tus nuevos temas?.
Se aprende mucho. Creces. Dices: “Hostia, qué manera tiene, por ejemplo, Cuchi de encajar a nivel de metáforas”. Claro que se aprende…
Llevamos hablando un rato e interpreto que con todo esto has roto tu zona de confort. ¿Qué riesgos veías en hacer este proyecto en solitario?
A priori sí veía riesgos. Siempre piensas: “A ver qué piensa el público”. Pero tienes que despojarte del ego y decir: “Yo no voy a pensar si a la gente le gusta. Si no le gusta, no pasa nada”. No es mi propósito gustar. Cuando tú te quitas esa parte de validación y crees que lo que estás haciendo es honesto y de verdad, te da un poco igual y sacas más de ti.
Siempre piensas: “A ver qué piensa el público”. Pero tienes que despojarte del ego y decir: “Yo no voy a pensar si a la gente le gusta. Cuando tú te quitas esa parte de validación y crees que lo que estás haciendo es honesto y de verdad, te da un poco igual y sacas más de ti...
Carlos Escobedo
Mucha gente piensa: “Hostia, a ver si este va a dejar a Sôber”. No, es que no tiene que ver con eso. Es más, ya estamos preparando el siguiente disco de Sôber, que saldrá el año que viene, pero yo necesitaba… tenía la sensación de tener que hacer este disco. Yo siempre cuento que el parón de Sôber hace años, cuando estábamos en nuestro mejor momento, fue porque yo lo necesitaba emocionalmente, no porque buscara el dinero o el éxito. El éxito personal es encontrarte bien en paz y hacer lo que realmente quieres.
En los conciertos cercanos que estás haciendo, ¿qué prefieres reservar para el directo y qué te guardas para el disco?
Hay otra manera de ver el disco en directo. Quiero seguir conectando con la parte más pura, porque he descubierto una nueva faceta, no solo musical, sino espiritual. Es buscar al niño al que con 12 o 13 años le apasionaba la música y rescatar esa pasión. Hacer un disco es un proceso más metódico, más de ingeniería. En cambio, hacer un directo en estado puro es todo lo contrario, es amor.
¿Cómo lleváis el tema de los móviles en estos conciertos tan íntimos?
Para mí no es tan traumático porque entiendo la postura del que viene a ver un concierto desde muy lejos. Si has viajado 800 km, es tu día y también lo quieres tener para siempre. Pero por tu propio bien, yo disfrutaría del concierto. La emoción que tú estás viviendo no la va a captar nunca un móvil. Los conciertos donde ves al artista tan cercano siguen teniendo peso, donde no oyes tantas secuencias grabadas y no hay tanta adrenalina. Aquí es más oxitocina, es más conexión del alma, y por eso la gente pasa un poco del móvil.
Aquí va una más complicada. ¿Qué te costó más cantar porque te removía por dentro?
Hostia, me costó mucho cantar Dolores. La historia es muy potente. Es una canción que yo escuchaba desde niño y la tengo metida en la cabeza como algo que remueve un trauma del pasado. Es volver atrás y sacarlo. Además, es una canción complicada porque quería darle ese punto melódico, que tuviera dinámica, porque tiene cuatro estrofas. Tuve la suerte de pasar un fin de semana con Yosi, de dormir en la cama en la que él dormía cuando era niño y me empapé de que cada canción de Los Suaves tiene una historia detrás.
¿Y te cuesta mantener la compostura en directo cuando la cantas?
Sí, me cuesta. También con La Escalera, que es una canción de Sôber que habla del Alzheimer de mi suegro. Esa canción no la hemos llegado a tocar nunca en directo con Sôber. Es dura. Yo a veces tengo que mantener la mirada perdida, porque si me fijo en la gente se me queda la garganta metida y no puedo conectar. Pero cuando acaba, es como haber soltado lastre. A veces me doy la vuelta porque también se me humedecen un poco los ojos.
Para los que te descubren ahora en esta etapa, ¿Qué les recomiendas: escuchar primero el álbum y luego verte en directo o al revés?
Yo lo haría al revés. El directo tiene una magia muy chula. Los conciertos son el aquí y el ahora, es vivir eso.
Hablemos de lo que queda de gira: Valladolid, Zaragoza, Valdealgorfa, Bilbao, Barcelona, Madrid... ¿Cómo te planteas estos pasos por las ciudades?
Tengo muchas ganas. Por ejemplo, en Valdealgorfa vamos a tocar en una iglesia con cúpula. El técnico nos llamó y nos dijo: “Tenéis que venir con in-ears”. Dije: “No, los in-ears los dejo en casa”. Vamos con este rollo de que la guitarra acústica y la viola se escuchen a viva voz. Cada concierto es una batalla diferente, y eso también mola porque es un reto.
En Madrid, por ejemplo, tenemos preparado algo un poco más especial en el Teatro Eslava. Viene Sergio (batería de M-CLan) como percusionista, donde va a haber tablas indias, cajón y shaker. También David Lozano (guitarrista de Second y Ruth Lorenzo) que tocará algo de guitarra española y acústica, con diferentes timbres. Será nuestro Colofón de Navidad.
Ya para terminar. Para la gente que asocia tu voz únicamente a Sôber, ¿qué les invitas a descubrir de ti en este primer viaje solo?
A un Carlos Escobedo mucho más desnudo. Más vulnerable, y que no le importa. Es un poco encontrar al ser humano más que solo al artista. Yo espero que lo disfruten.
Seguro que sí. Pues oye, muchísimas gracias por estar aquí.
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C: Muy a gusto. ¡Me quedaba aquí ahora mismo tomando un té o algo! (Risas)
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