LITERATURA
Manel Loureiro: “Ser escritor viste que te cagas, te da un barniz intelectual”
El escritor gallego acaba de ganar el premio Fernando Lara por su novela ‘Cuando pase la tormenta’, un ‘thriller’ que transcurre en la isla de Ons.
Para describir a Manel Loureiro se podría utilizar una trocito de una de las canciones de su paisana Ses, aquel en el que habla de “la riqueza de la humildad”. Porque este escritor gallego, quien acaba de ganar el premio Fernando Lara con su novela Cuando pase la tormenta, sabe de dónde viene, sabe lo mucho que ha trabajado para conseguirlo, y no lo confía todo a su talento, que es pantagruélico.
Imagino que está usted al tanto de que la vieja discusión sobre si los libros en castellano de autores gallegos son literatura gallega. ¿Qué opina al respecto? ¿Se considera usted literatura gallega?
Creo que es que es un debate absurdo y falso. Sí solo es literatura gallega la literatura en gallego, estamos renunciando a la mitad de la naturaleza de un país, de un lugar que se expresa libremente en dos idiomas. Estaríamos renegando de la obra de Valle-Inclán, de la obra de Torrente Ballester, de la obra de tantos y tantos autores gallegos, netamente gallegos, que cuentan historias gallegas y en Galicia, como Emilia Pardo Bazán, que escribía en castellano, hasta Rosalía, que escribía también en parte en castellano.
Es un debate falso e interesado, que viene de parte de gente que quiere transformar en político lo que ni siquiera nunca ha sido un problema para los lectores. Al final escribes para gente, independientemente del idioma en el que se expresen todos los días, y a los que les importa tres pepinos el idioma en el que tú te expreses. Es decir, tengo la suerte de estar traducido a un montón de idiomas y publicado en un montón de países del mundo. ¿Le importa a esa gente si yo escribo en gallego o en castellano? A ellos lo que les interesa es que yo escribo historias que están ambientadas en Galicia.
¿Es Galicia es mejor lugar para una novela?
Galicia es un sitio excepcional para escribir una novela negra, un thriller, una historia de estas características. Y eso es así porque tiene un montón de elementos que ayudan y que ya te van dando por adelantado mucho trabajo hecho. El paisaje, es decir, esos sitios verdes, húmedos, esos valles profundos, boscosos, donde cada rincón parece guardar un secreto. El clima también ayuda. Es la lluvia, la niebla que sale reptando de esos sitios, el paisaje humano, las personas que te encuentras, esos pequeños pueblos donde todo el mundo parece guardar algún tipo de secreto. Hay gente reservada, casi hosca, casi huraña. En definitiva, tienes tantos elementos ya prefijados que no utilizarlos creo que sería un tremendo error.
Su protagonista es un escritor que decide aislarse en la illa de Ons. ¿Hay algo de autobiográfico en el personaje?
Uno cuando escribe siempre proyecta un poco. Y realmente hay bastante de Manel Loureiro en Roberto Lobeira. Los dos somos escritores, los dos tenemos una antigua profesión que hemos dejado atrás y los dos necesitamos estar en los espacios físicos donde transcurren nuestras novelas. Los dos somos obsesivos en el proceso final de escritura. Pero ahí acaban los parecidos. Roberto Lobeira es un tío mucho más echado para adelante. Como un antiguo periodista de guerra, es un metomentodo, una persona que necesita saber qué es lo que está pasando. Y esa curiosidad y esa necesidad, ese sentido de la justicia que tiene, le obligan a meterse en un montón de fregados. Él se mete en líos. Yo sí, si fuese Roberto, si estuviese en su lugar, seguramente me encerraría en mi casa y esperaría a que la tormenta pasase.
Ha escrito un thriller. ¿Es este su género favorito como lector?
Manel Loureiro, leyendo, es extraordinariamente ecléctico. Me encanta el thriller, por supuesto, porque es un género que disfruto muchísimo. Me gustan los desafíos, me gustan los enigmas, pero también me gusta el género fantástico, me gusta la novela histórica, me gusta la novela negra, me gusta el ensayo. Es más, procuro ir saltando de un género a otro, ya casi por deformación profesional, porque esto es lo que me permite mantener muchos músculos diferentes en marcha y muchas maneras de contar historias en marcha.
¿Cómo se construye un thriller como Cuando pase la tormenta? Quiero decir, es un texto con muchos giros. ¿Se prepara usted un guion para no perderse o simplemente uno se sienta delante del ordenador y deja fluir la imaginación y va haciendo luego que todo encaje?
Esta novela tiene muchísimo trabajo de metaliteratura, tiene muchísima arquitectura por debajo que no se ve. Es decir, hay una fontanería brutal. Por ejemplo, la novela está trazando un arco, es decir, que coincide el arco de la acción con el arco de la tormenta cuando se desencadena la tormenta meteorológica de la novela, y va aumentando de intensidad, va aumentando la acción. La tormenta llega a su clímax justo cuando llega el clímax de la historia, y la resolución empieza cuando la tormenta empieza a amainar. La estructura de la novela está construida en ondas de unas 3.000 palabras, aproximadamente. Son unas ocho páginas. Es decir, cada ocho páginas hay una relación, hay un punto de giro, hay un cliffhanger, hay un cambio de orientación. ¿Por qué? Porque sabes, porque está controlado, que cada 8.000 palabras es ese momento en el que tú puedes sentir la tentación de decir ‘ya por hoy llega, ya es suficiente’. Y en ese momento te estoy dando una patada en el culo y tienes que seguir. Y te obligas a seguir y haces que esos microimpulsos te vayan arrastrando y, al final, vas creando la tensión. Además, es acumulativa. Tú fíjate todas las cosas que hay en una novela, que, además, tiene una estructura compleja, porque al transcurrir en una isla que es pequeña, con un número limitado de personajes, para que no dé la sensación de que son actores entrando por los lados de un escenario, es imprescindible generar un ritmo muy dinámico. Y eso lo consigues alternando muchas historias, una capa encima de la otra, que te permite hacer ese juego de trilero. Tienes que cambiar la atención del lector, que fije la atención en un sitio, mientras tú, con otra mano, haces el siguiente truco para que no te pille; y se tienen que empastar muy bien, tienen estar los puntos de giro muy bien anclados para que en el momento en el que se van fusionando, en el final, todo vaya de manera orgánica. O sea, hay cantera, tiene trabajo.
El premio Fernando Lara es un gran reconocimiento. Sin embargo, ¿cree usted que su mejor novela está todavía por escribir?
Qué pregunta más difícil. Yo estoy absolutamente convencido que la mejor novela todavía está por llegar. Porque si aceptase que esto es lo mejor que puedo hacer significaría que a partir de aquí ya voy cuesta abajo. Entiendo que esto tiene que ser un impulso. Es decir, no me quiero quedar en el Fernando Lara. Quiero contar historias muchísimo más potentes y que resuenen todavía más. Yo me tomo el Fernando Lara como un hito en el camino, que todavía es muy largo, y queda muchísimo por recorrer y me queda muchísimo por aprender. Empecé muy joven, ya llevo muchos libros a mis espaldas, y me gusta pensar que cada uno ha ido mejorando el anterior y he ido aprendiendo por el camino. Si después de diez libros he conseguido llegar al Fernando Lara, ¿qué es lo que no puedo hacer en los próximos tres, cuatro o cinco o seis, qué es lo que no voy a poder ser capaz de contar?
¿Sabe qué hará con el premio?
Para una vez que Hacienda y yo nos pongamos de acuerdo en la parte que nos corresponde a cada uno, que es una parte de la que la gente se suele olvidar, francamente, no tengo ni idea. No lo he pensado. El dinero está muy bien. El dinero es una cosa que te permite pagar facturas y cumplir sueños. Pero el dinero no tiene que ser un fin en sí mismo, sino un medio. El hecho sí es importante. Más que el dinero del premio, el hecho de poder ser un autor que se gana la vida con ello es un privilegio. Si juntas a todos los autores de España, de todas las editoriales, que son profesionales en el sentido de que viven solo única y exclusivamente de escribir, vas a juntar un grupito que no debemos llegar a cien. Somos muy poquitos, y nos conocemos todos. Una pequeña tribu en la que de vez en cuando van muriendo algunos ancianos y van entrando jóvenes, y de vez en cuando ves que atraviesa alguna estrella fugaz con un libro que deslumbra en un momento y desaparece y no vuelves a ver nunca más.
Hay una roca sólida ahí de una serie de nombres que son los que se mantienen siempre. Formar parte de esa tribu es algo que me encantaría decir que obedece solo al talento, pero hay que juntar muchas cosas: talento, trabajo y suerte. También es imprescindible que las cosas salgan bien en los momentos oportunos y en las circunstancias correctas. Yo a lo mejor no estaría sentado aquí dando esta entrevista y haciendo el mismo trabajo si las cosas no hubiesen salido bien en un determinado momento. Y eso es una reflexión que te lleva a la humildad. Vale decir que perteneces a esa pequeña tribu, pero no te pongas muy gallito. También has tenido mucha suerte por el camino. Entonces, reconócelo, acéptalo. Y, sobre todo, y para quien lea esto y tenga esa vocación de ser escritor, de labrarse un futuro en esto, hay que decirle que se puede llegar, se puede hacer. Es un camino largo, es un camino arduo, es un camino muy complicado, porque es un sendero muy estrechito, con barrancos a los lados, pero se puede llegar.
Como escritor que, tras una importante trayectoria, logra un reconocimiento como el Fernando Lara, ¿qué consejo daría a quienes desean seguir sus pasos en la escritura?
Es imprescindible leer mucho. Primero, porque es lo que te va a enamorar de lo que tienes que hacer. Ser escritor, más que vocacional, es aspiracional. Hay una diferencia. Hay mucha gente que tiene vocación por la escritura, por contar historias, y después hay mucha gente que aspira a ser escritor por tener el estatus de escritor, porque viste mucho, viste que te cagas, te da así como un barniz intelectual. Te llaman a sitios. Dicen que la fama del escritor es la mejor fama del mundo porque tienes una fama lo suficientemente buena como para conseguir mesa en un restaurante cuando llamas por teléfono, pero no es lo suficientemente buena como para que te molesten mientras estás cenando. Entonces hay que distinguir primero entre los que tienen vocación y los que aspiran. La imagen del escritor está distorsionada: ese escritor de éxito, que está de gira y vende miles de libros en todo el mundo… Eso es una cosa muy puntual, se tienen que dar muchas circunstancias para ello. Y, aparte de leer mucho, lo que tienen que hacer es escribir permanentemente, disfrutar del proceso y no pensar a dónde quieren llegar, sino que eso ya llegará. O sea, escribe lo que te salga dentro de la historia que tienes ganas de leer y disfruta del camino.
En España siempre está presente la queja de que se lee poco. ¿Qué haría usted para fomentar la lectura?
Si fuese el ministro de Cultura por un día, ¿qué harías? Creo que se lee muchísimo ahora mismo. Es decir, los índices de lectura han aumentado después de la pandemia. La pandemia hizo que mucha gente que había abandonado la lectura recuperase el amor por los libros. Hoy en día tenemos toda una generación que está acostumbrada a leer permanentemente. Pero es en la pantalla de un móvil, con lo cual el salto ahora es más fácil que nunca. El problema es que la lectura tiene que competir en el tiempo de ocio, que es escaso, con un montón de rivales que llaman muchísimo la atención: el cine, la televisión, el deporte, salir con los amigos, los espectáculos deportivos, el teatro, los videojuegos. Joder, es que la competencia es feroz. El mundo literario lleva gozando de una mala salud de hierro desde hace décadas.
Lo que hay que hacer es ayudar a los jóvenes a que sea fácil. Es decir, no puedes ponerles Pío Baroja o El cantar del Mío Cid, con todos mis respetos. Como La Celestina. A lo mejor, aunque es una gran obra de la literatura universal, no solo de la literatura española, no es la mejor manera de conseguir que un chaval de 14 años se enamore de los libros. Primero, crea lectores, ponles libros que les gusten.
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