Loredana Bertè, la exmujer de Björn Borg: “Prefería la cocaína a mí”

Björn Borg forma ya parte de la historia del tenis, donde es considerado uno de los mejores gracias su buen hacer sobre las pistas, y por récords como el que mantiene en la actualidad, habiendo ganado durante tres años consecutivos los Grand Slams de Roland Garros y Wimbledon (también conocido como el ‘Channel Slam’, en referencia al Canal de la Mancha).

Sin embargo, su vida personal no fue tan bien. De hecho, una de sus exmujeres, Loredana Bertè, ha hablado en una entrevista concedida a Francesca Fagnani en ‘Belve’ acerca de cómo fue su relación con el 11 veces campeón de Grand Slams, repleta de amor, odio, fama y con vicios de por medio.

La cantante recuerda los pocos detalles que recibió del extenista sueco: “Björn Borg solo me regaló una crema y la compraba en el avión”. Y también se queda, sobre todo, con que se quedó sin poder ser madre: “Quería tener hijos, es un remordimiento que llevo dentro: esperaba que Björn fuera el padre de mis hijos”.

Ahora bien, también reconoce que ambos eran dos personas muy celosas: “Borg me cogió de cabeza. Era muy celoso, en Estocolmo ni siquiera me mandaba a la esteticista. La mía, de Milán, venía a Suecia en avión privado. Yo también era muy celosa y tiraba camas, sofás, sillas, inclusos sus trofeos por el balcón cuando me enfadaba y podía estar 48 horas sin verle y sin saber nada. Pero esta sensación de peligro era muy excitante”.

Los vicios de Borg: drogas, prostitutas...

Además, ha hablado del intento de suicidio del extenista en 1989, cuando ingirió una gran cantidad de barbitúricos: “Nunca entendí por qué lo hizo. La adicción a la cocaína influyó en el hecho de que rompiéramos. En algún momento de la relación prefirió la cocaína a mí. No podía aceptarlo”.

Respecto a su separación, la italiana señala que fue en 1992, y después de que pidiera Borg unas prostitutas para su habitación del hotel: “Estábamos en un hotel de Palm Beach, él había tenido un partido de exhibición. De vuelta al hotel, llamó por teléfono y pidió dos prostitutas, que vinieron vestidas de cuero y con látigos. Le di una paliza y me fui. Cuando volvimos a Milán no le dejé entrar en casa. A partir de ese día, se acabó”.

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