Gastronomía

La posada elegida por Arturo Pérez-Reverte para comer el mejor cordero lleva abierta desde 1642 y sirve cocina castellana tradicional

La Posada de la Villa, en pleno centro castizo, es un reducto de la antigua comida castellana que tan popular hizo a la gastronomía madrileña.

La posada elegida por Arturo Pérez-Reverte para comer el mejor cordero lleva abierta desde 1642 y sirve cocina castellana tradicional
Sergio Murillo
Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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El crecimiento inexorable —y, casi por consenso no dialogado, deshumanizante— de las grandes ciudades ha reducido la esencia de su guardia vieja a esquinas olvidadas, tabernas que funcionan como cápsulas del tiempo y refranes que uno recuerda cuando ve el humo salir lento de la chimenea. Que Madrid ha cambiado en siglo y medio tanto que, incluso, a Benito Pérez Galdós le costaría reconocerla es evidente. Pero, y todavía así, si viajase al presente se reencontraría con lo que en aquellos lugares donde Arturo Pérez-Reverte deposita su sombrero.

En una reciente publicación de X (Twitter, antes), el escritor ha compartido una fotografía de su sombrero de fieltro apostado en el respaldo de una silla de madera bañada por la poca luz que la ventana y sus rejas dejan pasar. “Cuando voy a comer cordero en Madrid con mis amigos, cuelgo el sombrero en La Posada de la Villa”, deja por escrito, señalando, en otro mensaje posterior, que él, así como otras personalidades reconocidas que han acudido al lugar, posee una silla con su nombre.

Casi a modo de novela viene detallada la historia de La Posada de la Villa en su página web. “Allá por el siglo XVIII, en la Cava Baja, se encontraba el único Molino de Harina de Madrid, que pasó a convertirse en 1642 en la primera Posada de la Corte, al amparo de las murallas árabes, donde se daba comida y aposento a todos los viajeros que llegaban a Madrid”, reza, trasladando al lector a 1980, cuando, “vencida por el paso del tiempo y amenazada de ruina, fue rescatada tras dos años de minuciosa restauración por un enamorado de Madrid y del oficio hostelero, Don Félix Colomo, para que continuara en pie y se convirtiera en Horno de Asar”.

Carta y precios

El castizo inmueble, en el número 9 de la calle de la Cava Baja, se divide en tres plantas y varios salones privados decorados de manera elegante y clásica, como si de una posada del Madrid de los Austrias se tratase. La comida, “castellana y madrileña”, se amontona en torno a una “carta de calidad” en la que destacan los asados de cordero lechal en horno de leña, el cocido madrileño hecho en puchero y lumbre baja, la gallina en pepitoria, los callos a la madrileña, carnes, pescados y postres típicos.

Los precios de los platos que el propio local recomienda recorren un amplio espectro económico. Medio cordero asado para dos personas asciende a 73 euros, quedándose en 40 el cocido de puchero; la pepitoria de gallina, 27. Las guarniciones de patata salen a siete cada una, a elegir entre panadera, asada y frita, y los entrantes, que los hay desde 9 euros, rondan los 20; los segundos, se mueven entre la última cifra y los 30 euros. Un reducto de la vieja guardia madrileña donde, de cuando en cuando, cuelga Pérez-Reverte el sombrero.

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