Una celebrity británica enfurece a sus vecinos de un exclusivo barrio de Londres por la última idea en su jardín: “Una monstruosidad”
Rita Ora pretende levantar un gimnasio a 30 metros de su casa, en una zona de su parcela considerada de estricta conservación.


Entre los seres humanos brilla la concordia hasta que se escucha un taladro. Las obras, bien por la molestia que puedan generar en su transcurso, bien por el objetivo de la misma, rompen cualquier amago de fraternidad en calles, comunidades de vecinos y, especialmente, casas anexas. Es ley de vida. Quien se ha topado con esta realidad ha sido Rita Ora, cuyo último proyecto se ha convertido en un quebradero de cabeza para sus vecinos: quiere construir un gimnasio en su jardín, que es, y aquí reside el quid de la cuestión, una zona de estricta conservación.
La cantante reside en una casa del norte de Londres que adquirió hace cuatro años por siete millones y medio de libras. Todo ha ido bien en este casi lustro que ha compartido con los residentes inmediatos, pero su intención de acometer tal obra, “una monstruosidad fuera de tono”, les ha llevado a escribir una queja conjunta al ayuntamiento. En dicha objeción pinchan donde hay carne: no entienden cómo la cantante, que públicamente ha declarado su amor por la vida al aire libre, puede querer destruir un delicado hábitat natural.
Una misiva envenenada
“Irónicamente, el actual propietario ha declarado públicamente que quería preservar y honrar el patrimonio de este jardín hundido que, según ellos, es un santuario para las mariposas y también un santuario para muchas aves, incluidos petirrojos, garzas e incluso pavos reales que se han avistado allí a lo largo de los años”, reza el texto, del que se ha hecho eco The Sun, donde se agrega que “destruir el ecosistema natural de esta zona para construir un gimnasio moderno es totalmente incompatible con el patrimonio y la tranquilidad de esta propiedad catalogada”.
La misiva adjunta el enlace de un vídeo de YouTube en el que la cantante muestra su casa, refiriéndose al jardín como “mi pequeño pedazo de cielo”. “Lo que más me gusta del jardín es que está lleno de flores. Me encantan las flores. Mi jardinero es increíble. Él y yo nos pasamos horas aquí decidiendo qué queremos y cómo lo queremos. Estoy muy orgulloso de nosotros. Mira lo lejos que hemos llegado”, dice.
Su intención es levantar su gimnasio particular en una sala a 30 metros de su casa. “Rita no tiene intención de perturbar la paz de su barrio y ha actuado correctamente. No habría obtenido permiso del ayuntamiento si hubiera infringido alguna normativa urbanística”, dice una fuente cercana a la celebrity. Pero no convence: un bloque de pisos cercano, a este respecto, ha emitido otra queja conjunta en la que desmontan dichas palabras culpándola directamente a ella.
Todo era paz hasta el taladro
“Los residentes que eligieron esta zona por su tranquilidad no deberían verse obligados a vivir con iluminación artificial, sonido amplificado o pérdida de privacidad”, puede leerse en la carta, que insiste en que “aunque se menciona el aislamiento acústico, la inclusión de puertas plegables sugiere que la música y la proyección de voces podrían ocurrir a cualquier hora”.
Además, este último texto alude a la “norma estricta que prohíbe las grandes reuniones o fiestas, adoptada precisamente para preservar la paz y el respeto entre los vecinos” y reitera que “esta propuesta socava ese entendimiento compartido y conlleva el potencial de generar conflictos, quejas e incluso disputas legales”.
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La sentencia es dura. “Esta propuesta ha sido redactada con el mínimo impacto para el propietario, pero con aparente desprecio por los múltiples efectos adversos para los vecinos circundantes”, culmina. Todo era paz hasta que sonó un taladro.
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