Rosalía, tajante cuando le preguntan si tiene entrenador personal: “No me gusta que un hombre esté gritándome”

El calendario que una infinidad de cocinas tienen en la parte trasera de la puerta —o, en su defecto, en la nevera— expone el próximo 7 de noviembre con un halo especial: aparece rodeado de rojo, subrayado con fluorescentes de colores y encajado entre signos de exclamación. Será ese día y no otro cuando Rosalía lance su nuevo álbum, Lux. Y con la llegada de este trabajo tocará girar, hacer las maletas y dar la vuelta al mundo.

No es tarea fácil embarcarse en el cambiante y exhaustivo mundo del artista internacional, a quien, casi, le amanece y le anochece al mismo tiempo. El nivel de exigencia mental es alto, así como el de resistencia física: cuando uno paga una entrada espera ver al cantante activo y contagiando al público, no abarrotado y visiblemente cansado. De ahí que Rosalía precise de cierta rutina de ejercicio para mostrar su mejor versión en todos los conciertos que protagonice a lo largo y ancho del mapamundi.

“Preferiría a una mujer, pero...”

“No nos cabe duda de que el baile forma parte de mi entrenamiento... Todos los shows requieren que esté en plena forma”, dijo hace poco en la víspera de la archiconocida gala MET, agregando que la clave de su eterna juventud entra en una única frase: “Muchas pesas, cardio y pescado, y poco al salir de fiesta”. Ocurre que la artista ha rizado el rizo al confesar, días después, que toda la preparación que rodea su regreso a los escenarios viene marcada por la ausencia de un entrenador personal.

Ha sido en el podcast de Popcast, de The New York Times, donde la cantante ha reconocido huir de esta tendencia tan asentada en la industria musical. “No tengo entrenador personal”, ha proclamado, haciendo breve la explicación: “No me gusta tener un hombre ahí, gritándome”.

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El periodista, que quería ahondar en el motivo, preguntó si la situación sería diferente en caso de que fuera una mujer y no un hombre. Y, entonces, Rosalía confesó que su lucha, en realidad, es contra la sombra de autoridad que desprende el monitor: “Preferiría una mujer, por supuesto, pero, aun así, no me gusta la figura del entrenador diciéndome lo que tengo que hacer”. Y lo cierto es que le funciona.

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