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La vida personal de Gloria Gaynor: una dura infancia, un matrimonio fallido y su conversión al cristianismo

La artista, que creció sumida en la pobreza, sufrió dos abusos sexuales siendo una niña; con el paso de los años, la tragedia marcó una vida en la que ella supo rescatarse a sí misma en más de una ocasión.

La vida personal de Gloria Gaynor: una dura infancia, un matrimonio fallido y su conversión al cristianismo

Corrían los primeros años sesenta cuando una jovencísima Gloria Fowles decidió que iba a conquistar el mundo con un micrófono en la mano. Había salido de su Newark (Nueva Jersey) natal y ponía voz a las canciones de una banda primeriza, Soul Satisfiers, con la que se dio a conocer. No fue hasta 1965 cuando vio la luz su primer single. Hubo que esperar trece años más para que su nombre, ya con el apellido artístico ‘Gaynor’, se ganase un hueco en la historia de la era disco: I Will Survive trascendería el sexto álbum de la artista, Love Tracks, y se convertía en himno universal.

Gloria Gaynor es una especie en peligro de extinción, un destello de una era musical que hace mucho tiempo desapareció entre los recuadros plateados de una bola de discoteca. La artista ya ha arrancado 81 calendarios, cumpliendo el próximo 2025 seis décadas bajo los focos; su figura está rodeada de un halo cultural e histórico incontestable y archiconocido. Menos popular es su vida personal, marcada por unas nupcias que descendieron del cielo inicial a los infiernos de los años posteriores, por los obstáculos que dotan de sentido al hit que la hizo inmortal y por su sonada conversión al cristianismo, fruto de una llamada de Dios.

Una infancia marcada por la tragedia

Cuando Gloria Gaynor tituló a su biografía I Will Survive lo hizo sobrada de intención. Su historia ha sido eso: pura supervivencia. La canción que da nombre al libro nació, de hecho, en su época más oscura, al borde de una depresión y con la industria a punto de aplastar sus aspiraciones; aquel tema fue la primera de las salvaciones que encontraría en su vida. Y la más importante.

Tampoco ella lo oculta. “Cuando grabé I Will Survive no me encontraba en un buen momento, me habían operado de la espina dorsal un par de meses antes y tenía problemas con mi marido”, dijo a 20 Minutos el año pasado, incidiendo en que “después de la intervención no sabía si podría caminar de nuevo”. Pero caminó.

Las primeras sombras se cernieron sobre ella antes de que abriera los ojos: su padre, Daniel Fowles, abandonó a la familia cuando la madre de Gloria, Queenie Mae Proctor, quedó embarazada. Poco a poco, la artista, que vivía en un piso pequeño con sus seis hermanos, salió adelante. “El menor y yo dormíamos en la cocina. Nos faltaba casi todo, pero nos sentíamos felices. Los chicos no saben que son pobres cuando son queridos”, contó en una ocasión.

A los 12 años fue abusada sexualmente por la pareja de su madre; cinco años después, por el primo de su novio, quien amenazó con matarla si gritaba. “De todos modos, nadie iba a oírme porque no había nadie en el edificio. Nunca hablé de estos abusos y nunca lloré por ellos. Simplemente me hicieron sentir indigna. Interioricé toda esa locura, esos sentimientos se llevan en lo más profundo del propio ser. Te tocan en un lugar que ni siquiera sabes, te dejan cicatrices de las que ni siquiera eres consciente”, reflexionaba acerca de aquellos oscuros episodios.

Un matrimonio complicado

Fue el tema de su matrimonio otro difícil de vivir, de digerir y, todavía, de comprender. Gloria Gaynor y Linwood Simon pasaron juntos casi 30 años. Él era un exoficial de policía de tránsito de Nueva York que, cuando llegó el éxito de ella, pasó a convertirse en su mánager. “Durante mucho tiempo todo fue perfecto. Luego dejó de serlo. Fue un cuento de hadas durante unos 20 años”, dijo una vez la artista.

La felicidad y las perdices abundaron desde antes de conocerse. “Estaba trabajando con sus hermanas, que eran mis coristas. Un día me mostraron una foto de su hermano y de inmediato exclamé: ‘¡Ese es mi esposo!’”, expresó Gaynor, recordando la primera vez que observó su rostro. Dos meses después se vieron en persona. Y fue un flechazo. Primero vivieron en el piso de Linwood y, después, se compraron una casa. Tras varios años de noviazgo, se casaron y, en la luna de miel, ella quedó embarazada. El obstáculo fue cruel entonces: perdió el bebé.

El matrimonio se marchitó y decidió ponerle fin antes de cumplir los 25 años de casados, allá por 2005. “Yo estuve casada más tiempo que él... y digamos que sólo las cosas empezaron a cambiar”, confesó en una entrevista de manera misteriosa, no culpando a la boda en sí misma, sino a su cónyuge: “No me estaba fijando límites. Él era muy controlador, me preguntaba: ‘¿Dónde terminas tú y empiezo yo?’”.

Un año después, en 2006, fue incluida en el Salón de la Fama y, cuando cantó, lo hizo con el corazón en la mano. “Canté una versión maratónica cuando comencé a pensar en mi propia situación. Fueron diez minutos. Realmente me sentía empoderada y creo que me di cuenta de que la canción realmente se había convertido en la historia de mi vida. Y no solo estaba sobreviviendo, estaba triunfando”, expresó. De nuevo, I Will Survive.

Su conversión al cristianismo

Uno de los flotadores, aquel que la salvó de ahogarse en el peor momento de su vida, marcado por los excesos y las malas compañías, fue la religión. “Dios me hizo ver que si en esos momentos me dejó hacer lo que hice fue para que me diera cuenta de que necesitaba fortalecerme para así poder ayudar a otros más adelante”, confesó a El Mundo el pasado año.

Aquellos días, que hoy los juzga vividos con una actitud estúpida, trazaron un camino negativo que supo reconducir. “Llegó un día en que temí por mi vida, y entonces apareció Dios y me dijo: ‘Ya basta’”, expresó al citado rotativo. Fue entonces consciente de que “nadie es invencible”; de que, efectivamente, es una superviviente.

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