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La nueva vida de Rocío Madrid, de ‘Crónicas marcianas’ con Javier Sardá a la agricultura
La presentadora y actriz, que trabajo también en ‘Querido maestro’ y ‘7 vidas’, está casada con el exfutbolista Ángel Morales Cuerva, con quien tiene dos hijas.
Rocío Madrid fue uno de los rostros más conocidos de la televisión en la época de finales de los años noventa y principios de los 2000. Nacida en Málaga en 1978, con apenas 18 años viajó a Madrid para perseguir su sueño de estudiar Arte Dramático y convertirse en artista. Y pronto le llegaron las primeras oportunidades, con papeles en las series Querido maestro y Compañeros.
Aunque la fama la arrolló con un espacio de entretenimiento en televisión: el famoso Crónicas marcianas de Javier Sardá, donde trabajó como colaboradora de 2001 hasta 2005, cuando dejó de emitirse. Una época en la que también fue reportera de Operación triunfo.
Tras ello, llegaron más encargos en televisión. Sin ir más lejos, presentó Crónicas marcianas con Carlos Lozano en varias cadenas autonómicas y estuvo en series como El Ministerio del tiempo, Amar es para siempre, 7 vidas, Arrayán o Fuera de control. Y también triunfó en el teatro, con Los monólogos de la vagina, Marta tiene un marcapasos, The Hole 2, o Lo nuestro estaba cantado.
Pero poco a poco Rocío Madrid se fue alejando de la primera línea de la farándula y en los últimos años sus apariciones en la pequeña pantalla a nivel nacional se iban reduciendo. Eso sí, mantiene sus clásicas visitas a Roberto Leal en Pasapalabra, a donde suele acudir como invitada para tratar de ayudar a los participantes a ganar segundos de cara a la prueba final del rosco. Y también se la pudo ver en Expedición imposible, Me lo dices o me lo cantes, o Ilustres ignorantes, y, más recientemente, en Supervivientes, donde no se adaptó muy bien y acabó siendo expulsada tras tener conflictos con varios de sus compañeros.
Cambio de aires
Rocío Madrid, también vocalista del grupo musical Los Capone, se quejó amargamente de que sus compañeros Kiko Jiménez, Laura Matamoros y Lorena Morlote la habían destrozado emocionalmente durante su paso por el reality de Honduras. La actriz reclamaba una paz que posiblemente sí encuentre en su nueva vida en Málaga, de la que disfruta junto con su marido, el exfutbolista Ángel Morales Cuerva, con quien se casó en 2005 y tiene dos hijas (Candela, de 17 años, y Triana, de 13). A tierras andaluzas regresó hace unos siete años y allí se dedica al mundo de la agricultura, con una plantación de pitahayas.
No obstante, reconoce que al principio no fue sencillo: “Cuando nos mudamos a Málaga entré en especie de crisis existencial bastante grande porque la situación no fue fácil ya que Ángel seguía trabajando en el Espanyol, yo estaba con las niñas en Málaga con una casa en medio del campo por reformar, también trabajaba en teatro… Fue muy caótico. Agradezco a la vida por haberme hecho pasar por tres años de adversidad importante porque te reinventas. Si la adversidad no existiera seríamos tontos, como niños pequeño eternos”, contó en una entrevista el año pasado a El Mundo.
“Creo que llegué a tener depresión, pero por una vez fui valiente para enfrentarme a todas mis sombras. Eliminé lo que no me servía y los que me quisieron acompañar en mi viaje siguen conmigo y los que no, se quedaron por ahí. No voy a hacer nada que no me haga feliz o no me aporta. Haberme marchado de la gran ciudad para ir al campo, empezar a conectar con la naturaleza, conexión, meditar y practicar yoga hizo que descubriera muchas cosas sobre mí. La felicidad como tal es equilibrio. No te da la da una casa, un yate o un coche…, eso es hiperefímero”, agrega.
Reina de las pitahayas
Junto con Morales, montó en 2022 en su propia finca de Málaga una plantación de pitahayas que lleva por nombre La Mística, donde busca ofrecer un producto saludable, de cercanía, ecológico y sostenible. Comenzó con 2.000 en su cortijo frente al mar en la Axarquía malagueña y ya forma parte del prestigioso sello de calidad Sabor a Málaga, que certifica productos de alta calidad y malagueños. “He sido peluquera canina, auxiliar de clínica veterinaria y, quién sabe, a lo mejor en el futuro hago de peluquera genital. En Chilches tenemos una plantación con 2.000 pitayas (la fruta del dragón) y junto a otro socio tenemos otras 7.000 en Torrox, otro pueblo cercano. Ángel y yo hemos peleado con uñas y dientes para crear la marca Pitaya la Mística donde ofrecemos un producto gourmet”.
“Es un mundillo complicado. Al agricultor y, por extensión, al sector primario, nos putean enormemente, hay una gran falta de respeto, no valoran el sacrifico y el esfuerzo. El intermediario y el gran centro comercial te quieren tirar el precio, pero me mantengo dura. Teníamos acuerdo con una cadena de supermercados de Málaga y cuando empezaron a faltarnos el respeto y pagarnos una miseria decidí quitarme de en medio. Para tirar los precios prefiero vender las pitayas a vecinos del pueblo o exportarlas a Holanda, que lo hacemos. Aceptar lo que nos ofrecen es insulto a mi trabajo y al de mis compañeros como agricultores”.
Y este no es su único negocio en torno a su finde Málaga, donde también se dedica al glamping. “Hemos habilitado un rincón de la finca que da al mar con una cabaña finlandesa rodeada de césped con cocina, baño y una pequeña piscina. Hay unos amaneceres y atardeceres espectaculares. El clima es maravilloso. Lo hemos puesto como alquiler vacacional en una web”. Hay vida más allá de la televisión.
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