El infierno personal de Pilar Soto, expresentadora de ‘Grand Prix’: “Ingresé 82 veces de urgencia en un año”
La presentadora de televisión ha recordado en ‘Y ahora Sonsoles’ cómo tocó fondo en 2003, amén de los diferentes problemas de salud que atravesaba.


Era 1999 y Grand Prix, que apenas llevaba cuatro años en emisión, se había consolidado en la primera cadena. Al abuelo y al niño le apasionaba ver cómo varios pueblos repartidos por toda la geografía española ponían a prueba sus capacidades con todo tipo de pruebas. El estío se veía de otra forma. Y ahí, en aquel calendario, junto a Ramón García comenzó a aparecer una joven y risueña Pilar Soto, siempre ataviada con un vestido de azul y amarillo. Y su figura, amén del trampolín mediático que entonces y todavía hoy supone la pequeña pantalla, explotó.
La presión que sufrió le hizo caer en la bulimia y, posteriormente, en la anorexia. Vivió un auténtico infierno que este jueves ha recordado en el plató de Y ahora Sonsoles, remontándose al año que, para ella, estalló todo por los aires: en 2003, tras salir de una gala de La isla de los famosos, perdió el conocimiento. “Lo siguiente que recuerdo es estar con tubos en el Hospital La Princesa de Madrid”, ha expresado, aportando un dato que ha desatado el horror: “Ese año había ingresado en el hospital 82 veces, por urgencia“.
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— Y Ahora Sonsoles (@YAhoraSonsoles) December 18, 2025
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Estuvo cerca de no contarlo. “Hay gente que sabía que me estaba medicando”, ha recordado, desvelando que un miembro del equipo médico del programa le desaconsejó completamente su participación. “Esto no se puede hacer, vamos a ver una muerte en directo”, le dijo al deducir lo que pasaría si dejaba de forma tan drástica su tratamiento. No es que le diera igual su salud, pero jugó a desoír todos los consejos hasta que una noche en el hospital, de repente, le detectaron un tumor.
De la espiritualidad al cristianismo
“Intenté con el yoga, con el budismo...”, ha confesado. Siempre había sido muy espiritual, pero su fe, amén del complejo proceso de salud que atravesaba, dio una vuelta de tuerca. Y entonces, en el centro sanitario, llegó la revelación. “Intenté gritar, intenté mover las piernas, pero mi cuerpo no funcionaba ya. Oía mi corazón: como una máquina, se estaba apagando”, ha rememorado, comparando que “igual que una mujer sabe que tiene vida en su vientre, el ser humano sabe que se está muriendo”. Cerró los ojos y comenzó a rezar. “Yo sabía que era el final”, ha declarado. Sentía pánico y vértigo.
Y entre sus plegarias halló luz. “Llamé a quien tenía que llamar y vi con los ojos de mi alma”, se ha sincerado, confesando que vio a “nuestro señor Jesucristo” muerto y crucificado; y en el seno de esa imagen, “lo primero que nació de mí no fue un socorro, fue un perdón”. Desde entonces la religión se reveló como el camino que debía seguir. Y su vida, aunque vinculada a la televisión, no volvió a ser igual.
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