María Gabar, experta en marketing de moda, analiza la revalorización de los bolsos de lujo: “No me sorprende”
De iconos como el Birkin o el Chanel 11.12 a verdaderas joyas: los bolsos de lujo han trascendido la moda para convertirse en patrimonio portátil con una inflación del 34%.
El fenómeno de la revalorización de los bolsos de lujo ha surgido como un cambio profundo en la relación entre consumidores y marcas. La sociedad contemporánea ha pasado de valorar el lujo como símbolo de estatus inmediato a percibirlo como un activo cultural y financiero, donde la historia, la exclusividad y la narrativa adquieren tanto peso como el diseño en sí. La digitalización y las redes sociales han amplificado este efecto, creando comunidades de aficionados, coleccionistas y prescriptores que construyen valor alrededor de cada pieza, mucho más allá de la boutique.
Además, las marcas han contribuido también a esta percepción de los accesorios de lujo, pues han rediseñado toda su gestión estratégica enfocándose en la creación de experiencias y en la generación de activos patrimoniales que vayan más allá del diseño de un producto efímero y a la moda.
Todo esto ha hecho que el mercado del lujo viva un momento único, pues en los últimos cinco años los bolsos icónicos se han revalorizado en promedio un 34%, consolidando su posición como activos de alto valor dentro del sector. Pero los números por sí solos no capturan su verdadero significado. Como señala María Gabar, experta en marketing de moda y lujo, “un bolso icónico no es simplemente un accesorio: es una declaración de pertenencia. Las mujeres —y cada vez más hombres— entienden que llevar un Birkin o un Chanel 11.12 no habla solo de estilo, habla de historia, de cultura y de acceso a un mundo que se resiste a la masificación”.
La estrategia detrás de estas piezas icónicas combina exclusividad, narrativa histórica y savoir faire artesanal. Cada pieza se concibe como patrimonio portátil: un Birkin funciona como un Picasso que se lleva en la mano, un Chanel 11.12 como una joya hereditaria que atraviesa generaciones, y un Capucines como una escultura moderna que se pasea en la vida diaria. “La revalorización de los bolsos de lujo no me sorprende. Las marcas han aprendido a hacer lo que el arte lleva siglos haciendo: construir valor a través de la exclusividad, la narrativa y el savoir faire. Y el mercado secundario no ha hecho más que confirmar que estos productos son mucho más que piel y herrajes”, explica Gabar.
En el mercado actual, un Hermès Birkin se vende en boutique por alrededor de unos 9.000 euros, mientras que el Chanel 11.12 alcanza entre 10.300 y 10.900 euros. Estos precios reflejan más que la moda: encapsulan historia, diseño y prestigio, combinados con un valor que se mantiene e incluso crece con el tiempo. “Lo fascinante es que hoy un bolso es, al mismo tiempo, deseo y refugio. Lo compras porque lo amas, pero también porque sabes que mañana alguien más estaría dispuesto a pagarte incluso más. Ese doble juego entre emoción e inversión es, quizá, lo más característico del lujo en este siglo”, comenta Gabar.
La reventa
La reventa confirma esta dinámica: piezas emblemáticas mantienen su valor y algunas incluso lo superan, como si fueran piezas de arte que atraviesan el tiempo sin perder su brillo, pues “el consumidor actual entiende que un bolso bien elegido no solo viste un armario, sino que protege un patrimonio. En un mundo volátil, un objeto cultural capaz de mantener o incluso aumentar su valor es, en sí mismo, una forma de inversión silenciosa, pero a la vez poderosa”, añade Gabar.
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Mirando al futuro, todo indica que en los próximos cinco años estas piezas podrían llegar a duplicar su valor, si se mantiene la tendencia actual, consolidándose como patrimonio portátil, cultural y financiero. Los bolsos de lujo han trascendido su función como accesorios de moda para convertirse en símbolos de identidad, estrategia y visión financiera, capaces de combinar estilo, historia y rentabilidad en un solo objeto y de sobrevivir al tiempo, a las crisis económicas y, como no, a las modas.
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