Así es la mujer más rica del mundo: cómo vive Françoise Bettencourt Meyers, heredera de L’Oreal

Françoise Bettencourt Meyers tiene 71 años, ha escrito dos libros académicos de comentarios sobre la Biblia y los dioses griegos y, además, es la mujer más rica del mundo. No es baladí la mención al amor que siente hacia la cultura porque, aunque no sea la fuente de su fortuna, es lo que da sentido a su día a día

Su patrimonio, que asciende a la friolera de 99.500 millones de dólares, se debe principalmente a que es la nieta de Eugène Schueller, el fundador de L’Oréal: la participación de Bettencourt en el grupo empresarial del gigante cosmético —donde también se encuentran otras marcas destacadas, como Maybelline, Kiehl’s y Lancôme— es de casi el 35%, lo que, teniendo en cuenta que la facturación de la empresa asciende a los 45.000 millones de dólares anuales, termina de explicar la creación de su dinero.

La empresaria entró en la clasificación de los más ricos del mundo de Forbes allá por 2018, un año después del fallecimiento de su madre, Liliane Bettencourt. Cuando ingresó en la prestigiosa lista su patrimonio era de 42.200 millones de dólares; en apenas seis años ha logrado duplicar la cifra hasta el punto de dejar a la segunda de la clasificación, Alicia Walton (propietaria de Walmart) a una distancia de casi 30.000 millones.

Por amor al arte

Si bien es cierto que la faceta empresarial de Bettencourt no puede separarse de su día a día por la evidente ocupación que precisa ser la mujer más rica del mundo durante cuatro años consecutivos, la realidad de su rutina es más discreta de lo que uno podría imaginarse. Lejos de grandes fiestas, la milmillonaria dedica diariamente sendas horas a tocar el piano y a nutrir su intelecto con lecturas académicas acerca de temas bíblicos. Más allá de Los dioses griegos. Genealogía y Una mirada a la Biblia, publicados en 1994 y 2008, respectivamente, la autora francesa ha escrito numerosos trabajos acerca de la relación judeocristiana y sobre la materia abrahámica.

De hecho, Bettencourt profesa la religión judía: se casó con Jean-Pierre Meyers, nieto de un rabino asesinado en Auschwitz, y decidió criar a sus hijos como judíos. Esto causó controversia y cierta paradoja porque su abuelo, precisamente el fundador de L’Oréal, fue juzgado en un tribunal por la colaboración que prestó al gobierno Nazi.

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