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Cristina Pedroche confiesa el episodio más duro de su maternidad: “Todo mi mundo se vino abajo”

La vallecana se quedó dormida mientras amamantaba a su bebé y la pequeña Laia, que entonces tenía dos meses y medio, se cayó al suelo.

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Cristina Pedroche confiesa el episodio más duro de su maternidad: “Todo mi mundo se vino abajo”

Dijo alguien una vez que a la literatura no se entra por casualidad, sino por la necesidad de contar una historia. Desde que se anunciase su embarazo, Cristina Pedroche no ha dejado de compartir a través de redes sociales cómo fue el proceso de gestación, el nacimiento de la pequeña el pasado verano y su largo y duro posparto; la historia de Laia ha sido tenido como narradora a su madre desde antes, incluso, de que el bebé abriera los ojos. Todas los relatos que componen el último año y medio vienen a concentrarse en Gracias al miedo. Una historia de valentía, descubrimiento y amor incondicional (Planeta).

Su libro es un arrebato de confesiones que brota al abrir con ganzúa de tinta el cajón de sus recuerdos. Y lo que encuentra entre tanta reminiscencia dolorosa es amor, pasión hacia su hija y a pesar de todo: desde la exclusiva de una revista, que robó la noticia del embarazo a sus propios padres, hasta los comentarios de no pocas personas que hicieron creer a la vallecana que ser retoño de ella era una condena; entre todo, una anécdota que terminó por quebrarla.

“Hasta aquí he llegado”

Sucedió cuando Laia apenas tenía dos meses y medio. Pedroche se tumbó para amamantar a la niña; la falta de sueño hizo que se quedara dormida y que la niña se cayera al suelo. “Me sentí la peor madre del mundo por quedarme dormida. Su cuerpecito se había deslizado entre la cama y la cuna colecho. No se me quita la imagen de ella llorando, tan pequeña, en el suelo”, deja por escrito en el libro, apareciendo después en su mente crueles divagaciones e injustas cavilaciones: “¿Cómo había sido capaz de quedarme dormida, qué tipo de madre era? No paraba de fustigarme y en mi mente se dispararon ideas apocalípticas que me bloquearon”.

Fue tal la obsesión por el suceso que, incluso, pensó que sus días como madre habían terminado. “Me la van a quitar. Ya está, hasta aquí he llegado: dos meses. Me muero”, expresa, sin exagerar, el dolor que se apoderó de su ser. Fue, en realidad, un punto y a parte: “Cuando se cayó, todo mi mundo se vino abajo. Lo poquito que había construido en dos meses se fue a la mierda. Tuve que empezar de cero o de menos doscientos”.

Aquel episodio hizo que una línea roja de la salud mental de Pedroche fuera brutalmente traspasada; precisó ayuda psicológica y psiquiátrica, y, con el paso de los días, empezó a aprender a convivir con sus inseguridades. “Ahora, pasado el tiempo, me he construido otra vez, pero sigo notándome muy frágil”, dice, luego reconoce lo lento de este proceso, cuya situación define como “saliendo del pozo”: “A nada que pase, me desmorono”.

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