La redención de Pouille
El francés de 29 años y 675º del mundo, 10º en 2018, vuelve a disfrutar del tenis y del apoyo de sus paisanos tras pasar por la depresión y el alcohol.
Las imágenes de Lucas Pouille cantando la Marsellesa, el himno de Francia, junto con los espectadores que abarrotaron la pista 14 de Roland Garros, el pasado domingo al final de su partido contra el austriaco Rodionov son, de momento, las más emotivas que ha deparado el torneo. Porque muestran el apoyo incondicional y estremecedor del público parisino hacia un tenista nacido hace 29 años en Grande-Synthe, que iba para figura (fue 10º del mundo en 2018) y se vino abajo por una lesión en el codo derecho que padeció en 2019 y por la que tuvo que ser operado en 2020. Ahora es el 675º, pero juega otra vez como un top-10.
“Cuando todo va bien, tienes mucha gente detrás, todo es bonito, todo está bien y, cuando empiezas a no jugar por lesiones y bajas en el ranking, es un poco más complicado. Eso es lo que me desmoralizó”, explicó Pouille tras su victoria ante un rival al que había ganado un par de días antes en la previa, porque entró al cuadro como repescado. Lo peor de aquel bajón deportivo es que le produjo el curso pasado una fuerte depresión, por la que cayó en el alcoholismo, cuando viajó a Inglaterra para jugar dos Challengers en Nottingham e Ilkey.
“Dormía una hora por las noches y bebía solo. Estaba en el lado oscuro. Acabé dos semanas en una cama hiperbárica de un hospital de Niza para curarme más rápido de una fractura de costilla, y allí estaba rodeado de enfermos, moribundos, gente con cáncer terminal... Tenía miedo, no podía pegar ojo, estaba hundido y con los ojos desorbitados. Tras una semana sin dormir, tiré mis raquetas a la basura y le dije a mi familia: ‘¿Os parece normal que con 28 años y siendo padre esté llorando por las noches en la habitación cada día que pierdo?’. Llegué a pensar que iba a terminar en un manicomio”, contó en una entrevista para L’Equipe.
Regreso
El hecho es que en octubre de 2022 estuvo a punto de dejar el tenis, e incluso se lo dijo a su mujer. Pero Clemence y el hecho de haber sido padre de una niña (Rose) en 2021 (ambas le acompañan), le hicieron cambiar de idea. Una noche recibió una foto de su familia en el móvil y decidió volver a las pistas. Pouille tenía un palmarés destacado antes de su caída. De la mano de Gerard Tsobanian y Ion Tiriac, en aquella época (2016) CEO y propietario del Mutua Madrid Open, respectivamente, había acumulado cinco títulos, ganado la Copa Davis con Francia y vencido a Rafa Nadal en el US Open, donde fue cuartofinalista, como en Wimbledon. Más tarde, en 2019, llegó a las semifinales del Open de Australia.
Los grandes lo veían como un potencial rival. El tenis y, sobre todo, la vida, le han dado ahora una nueva oportunidad. Este miércoles, con Thierry Ascione y Nicolas Renavand como entrenadores, se enfrenta a Cameron Norrie en el último turno de la Suzanne Lenglen (sobre las 18:00), donde 10.000 aficionados le brindarán el apoyo que le daban en su día a Jannick Noah, campeón en París hace 40 años y al que homenajea el propio Pouille con una equipación especial de Le Coq Sportif. Pase lo que pase, ya es feliz. “Casi nunca he recibido tanto apoyo, tantos mensajes. Cada vez que me encontraba con alguien en la calle o aquí dentro de las instalaciones, todos me apoyaban y me animaban”.