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Rafa Nadal
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Jordan Thompson
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TENIS | BRISBANE

Nadal pierde y se resiente, pero sigue siendo él

El balear desperdicia tres puntos de partido ante un gran Thompson y tiene que ser atendido en el tercer set de un partido durísimo por molestias en la cadera.

Rafael Nadal reacciona son abatiumiento durante su partido contra Jordan Thompson en el Brisbane International.
Rafael Nadal reacciona son abatiumiento durante su partido contra Jordan Thompson en el Brisbane International.JONO SEARLEEFE

La fiesta del esperado regreso de Rafa Nadal terminó este viernes en Brisbane, al filo de la medianoche local, con la derrota del español ante un magnífico Jordan Thompson, australiano de 29 años y 55º del mundo, que hizo el partido de su vida para ganar por 5-7, 7-6 (6) y 6-3 en tres horas y 26 minutos de dura competencia. El resultado podría haber sido diferente si el español hubiera aprovechado alguno de los tres puntos de victoria que tuvo en el segundo set. Se le escaparon y acabó sobrecargado en la zona del psoas y la cadera izquierda, dolencias por las que tuvo que ser operado el pasado mes de junio.

Al margen de este contratiempo, lo importante es que Nadal sigue siendo Nadal, en el triunfo y en la derrota. Se va del torneo con un balance muy positivo teniendo en cuenta que llevaba un año sin jugar; en cuartos, después de haber facturado tres buenos e ilusionantes partidos, 221 puestos más arriba en el ranking (451º). Y, sobre todo, tras haber generado esas sensaciones de fuerza, calidad, emoción y sufrimiento que se echaban de menos. Se despidió con una sonrisa y le espera, la semana que viene, el Open de Australia (14 al 28 de enero) en Melbourne. A Thompson, las semifinales (está también en las de dobles con Purcell), el sábado no antes de las 11:30 (Deportes por M+), contra el búlgaro Grigor Dimitrov, que barrió al también local Rinky Hijikata (6-1 y 6-4). La otra eliminatoria la disputarán sobre las 5:00 Holger Rune y el ruso Roman Safiullin.

Con un 75% de humedad en una Pat Rafter Arena llena y cubierta de nuevo por la amenaza de lluvia, Nadal padeció más que nunca desde su regreso ante un rival que le pegó siempre bien a la bola y se defendió fenomenalmente. No hizo más en el primer set porque la cabeza le jugó una mala pasada cuando encontró la manera de romperle el servicio al balear para ponerse con un amenazador 4-3. En esas, Rafa le apretó de lo lindo con un 0-40 pasándolo de manera magistral en las subidas, que estaban ayudando mucho al tenista de Sídney.

El ganador de 22 Grand Slams había empezado el partido muy sólido con su saque, un recurso sorprendente a estas alturas, fruto de esa constante búsqueda de la excelencia que lleva más de 20 años cultivando. Así podía ejecutar con efectividad el segundo golpe de cada punto ante un oponente que le restaba prácticamente todo. Después no acertó a meter primeros y las cosas se complicaron, pero en esa situación difícil sacó a relucir su famosa mentalidad de hierro, la que ha marcado la diferencia entre él y sus rivales. Así generó dudas en un Thompson que se vino abajó cuando acariciaba el desempate y se complicó la vida con una doble falta. Nadal aprovechó el despiste y se hizo con la primera manga.

Dominio y presión

En el inicio del segundo parcial, las pelotas ya hinchadas y muy pesadas restaron profundidad a los envíos del manacorí, que, aun así, percutió sin descanso sobre la pertinaz resistencia de Thompson, que tuvo una opción tempranera de quiebre no aprovechada. No disminuía el rendimiento de Jordan, que está en una forma más que notable. Justo antes del cambio a bolas nuevas, Rafa echó una miradita cómplice a su equipo y apretó al resto con mucha enjundia para rozar un 3-1 que no llegó por muy poco.

Aguantó un Jordan titánico y el partido continuó igualado y en progresión ascendente. Aunque el efecto de la agobiante presión de un Nadal ya claramente dominador y fresco (no se pierdan una contradejada suya mirando al tendido, a lo Laudrup) pese a las dos horas de pugna, se hizo notar en la ocasión más oportuna para él. Implacable, levantó un 30-0 con 5-4 y tuvo su primer match ball, que no convirtió con una volea de espaldas demasiado apurada. Hubiera sido un cierre fantástico. Pero Thompson, muy bravo, salvó los muebles y se envalentonó para forzar, esta vez sí, el tie-break. Un mazazo tremendo de resto directo y un pasante posterior igual de certero pusieron camino del triunfo a Nadal (3-0). Con pequeñas molestias en la zona del infame psoas, más que nada por temor a una recaída, necesitaba cerrar el partido, aunque la tarea se le complicó inesperadamente y desperdició otros dos puntos para hacerlo antes de ceder al empuje de un Thompson espléndido.

Rumiando el disgusto por las ocasiones perdidas, Nadal perdió energía y se vio con break abajo en el marcador en el tercer set, más pronto que en el primero. En esta oportunidad no pudo arreglarlo de inmediato. De hecho, tuvo que pedir tiempo muerto médico para ser atendido. Era lógico que su físico se resintiera después de la operación y de la consiguiente inactividad. Pero en su cabeza, muy pocas veces ronda la idea de retirarse en pleno encuentro y le quitó hierro al asunto al hablar con su equipo. Le tocaba jugar más directo y esperar el error de Thompson. El peso de cerrar contra uno de los mejores de la historia debe ser tremendo. Pero Jordan lo consiguió en un último punto muy largo, un resumen de lo que fue su actuación, brillante. A la tercera, el aussie logró ganar al español en un terreno más favorable para él, pista dura y en casa. No obstante, las sensaciones del final del encuentro no fueron malas para Rafa. Su objetivo sigue siendo el medio plazo... si el cuerpo le aguanta.

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