El aristócrata del deporte
El suizo del revés a una mano que Dios daría “si jugase al tenis” adora tocar el piano, su banda favorita es AD/DC y con 14 años dejó de ser vegetariano.
“Si Dios jugase al tenis daría el revés a una mano como Federer”. La frase es del periodista y escritor Manuel Jabois cuando el suizo derrotaba a Rafa Nadal en la final del Open de Australia de 2017, su 18º Grand Slam por entonces de los 20 con los que dirá adiós al tenis. El golpe de de Roger (Basilea, 8 de agosto de 1981) es parte fundamental de la historia del deporte. Un movimiento natural y armónico, sin un ápice aparente de esfuerzo o dificultad, que está en una selecta lista junto, entre otros, al ‘fadeaway’ de Michael Jordan, el regate en eslalon de Messi, Capablanca gestionando un tablero de ajedrez, la longitud y frecuencia de zancada que no desacelera de Usain Bolt, o el ‘sky hook’ de Kareem Abdul Jabbar... Todos ellos tienen algo en común: producen un efecto hipnótico al presenciarlo.
El Federer tenista es archiconocido por sus grandes logros y su aristocrática estética tanto en estilo como en formas, pese a que en sus inicios fue bastante díscolo, pero el mito que fue 310 semanas número uno, que ha ganado 1.251 partidos oficiales (ha perdido 275) y 103 torneos que le han reportado 130 millones de euros en premios (su patrimonio se estima en 500) es mucho más que un deportista. Filántropo con una fundación propia para acercar el deporte a los niños más desfavorecidos, además de ser embajador de Unicef, estudió música, adora el rock y es un virtuoso del piano... aunque su banda favorita de música es AC/DC y le encantaría ser Lenny Kravitz por un día para sentir su fuerza al subirse en un escenario con una guitarra y un micrófono.
Amante de la natación, el bádminton, el fútbol y el tenis de mesa quería ser deportista desde pequeño y probó en el balompié y el hockey antes de centrarse en el tenis con 12 años. Con 14 dejó de ser vegetariano y cambió su dieta drásticamente para ser deportista de élite. Mide 185 centímetros, su ídolo de infancia era Boris Becker, está casado con Mirka Vavrinec (extenista profesional a la que conoció en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000), es padre de dos pares de gemelos (en 2009 nacieron Riva y Mayla Rose; y en 2014, Leo y Lenny), y habla a la perfección alemán, inglés y francés, además de expresarse bien en italiano y sueco.
Maniático dentro de la pista de tenis, como su gran amigo Rafa Nadal, siempre pedía que la silla de los cambios debía ser muy cómoda y a ser posible contar con reposabrazos. Pese a ello, siempre ponía toallas en el asiento para hacerlo más blandito. Botella de agua a la izquierda y de sales minerales a la derecha. Una última curiosidad. En la primera entrevista relevante que le hicieron, en 1999 confesó que sus amores platónicos eran Pamela Anderson y Cindy Crawford. La Laver Cup, duelo entre Europa y EE UU que él mismo impulsó, será la última vez que empuñará con su mano derecha una raqueta en un torneo oficial ATP. Con todos los grandes alrededor, la despedida estará a la altura de su grandeza.