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Tenis | Copa Davis

España no puede con Italia, que gana su tercera Davis seguida

Cobolli le da la vuelta a su partido frente a Munar para brindarle a Italia su tercera Copa Davis seguida. España cae con honor en un torneo para el recuerdo.

Tennis - Davis Cup - Final 8 - Final - Italy v Spain - SuperTennis Arena, Bologna, Italy - November 23, 2025 Spain's Jaume Munar looks dejected after losing the final REUTERS/Alessandro Garofalo
Alessandro Garofalo
Jaime Dávila
Hijo de Alberto y Margui, nació en Valladolid en 1999, se crio en Toledo y se graduó de Periodismo y Comunicación Digital en el CEU de Madrid. Desde 2019, cumple en AS el sueño con el que creció desde que era bien pequeño. Escribe, sobre todo, de NFL, tenis y golf, y ha cubierto la Super Bowl, los Premios Laureus o la Copa Davis, entre otros.
Bolonia Actualizado a

Para el recuerdo siempre quedará la semana que la Selección española protagonizó en Bolonia. La España de los olvidados, del pueblo, un grupo de jugadores que, en un deporte individual por antonomasia como es el tenis, se unió con el pegamento más potente del mercado e hizo de ser un equipo, con todas las de la ley, su principal fortaleza. No pudo ser este domingo para la Armada, que despertó del sueño en la final de la Copa Davis, maniatada por una Italia que sumó su tercer título mundial seguido ante el delirio de una Fiera di Bologna revolucionada. Quién le iba a decir a esta Selección, la misma que hace un par de meses estuvo a punto de ser eliminada, que iba a acabar siendo subcampeona del mundo, que iba a mirar a la cara a la gloria. El triunfo de Flavio Cobolli sobre Jaume Munar (1-6, 7-6 (5) y 7-5 en 2h56) se sumó al de Matteo Berrettini ante Pablo Carreño (6-3 y 6-4 en 1h18) y certificó el éxito italiano, que prolongó su hegemonía, esta vez sin Jannik Sinner.

Dolor en el equipo de David Ferrer, que tuvo cerca una Ensaladera que se antojaba improbable hace tan solo unos días. Resultaba harto complicado encontrar a alguien que creyera en las posibilidades de la Selección en la mañana del martes, cuando Carlos Alcaraz anunció que finalmente no podría competir por un edema en el isquiotibial de su pierna derecha. Quienes sí lo hicieron fueron los cuatro jugadores de la Armada y su capitán, que desde el primer momento se conjuraron para sobreponerse a todas las adversidades que se iban poniendo por el camino. Porque el mérito que tiene este conjunto, recuerden, subcampeón del mundo, es que ha tenido que realizar una ascensión empinada digna de etapa reina del Giro de Italia. En Marbella, a Dinamarca, remontaron un 0-2 por primera vez en la historia del tenis patrio; en Bolonia, a la baja de Alcaraz se le sumó un cuadro endiablado. Chequia para empezar, el equipo más completo de los ocho que acudieron al norte de Italia. Claudicó. Alemania para seguir, que en Alexander Zverev tenía al único top-10 presente en la cita. Hincó rodilla también.

Por si todo ello no fuera poco, en la final tocó Italia, ganadora de las dos últimas ediciones de la Davis, que atraviesa la era dorada de su tenis con una generación talentosa y abundante. Más leña todavía, si es que era posible: en Bolonia, en casa del rival, ante más de 10.500 espectadores que se dejaron la voz desde que sonaron los primeros acordes del Il Canto degli Italiani, el himno nacional que hizo retumbar, literalmente, las gradas supletorias instaladas en la nave 36 de la Fiera di Bologna. Y no dejaron de desgañitarse en las cinco horas que duró una eliminatoria tensa, igualada, con momentos para ambos equipos, y, sobre todo, con muy buen tenis, sin echar demasiado de menos a las estrellas que estaban llamadas a liderar ambas naciones. Metió España el susto en el cuerpo a los locales, sobre todo en el inicio del partido de Jaume Munar, y la pena es que no pudiesen jugar Marcel Granollers y Pedro Martínez, pareja invicta esta semana. “Estoy contento. La verdad es que el equipo lo ha dado todo, hemos estado cerca y se nos ha ido por pequeños detalles. Esto es deporte, hay que aceptarlo. Pero ha sido una buena semana. Si ponemos en valor todo lo que han conseguido, la verdad es que es muy positiva. Estoy orgulloso de ellos y el año que viene volveremos a insistir y a tener otra oportunidad”, agradeció Ferrer.

Los italianos estaban avisados por el recorrido de la Armada, un equipo que rozó lo inexplicable, que caminó en la cuerda floja con la destreza del mejor equilibrista del Cirque du Soleil. El mérito de hacer tambalear y caer a los españoles lo tienen los de Filippo Volandri, que salen de Bolonia sin haber perdido ni uno de los seis partidos que disputaron y con la cuarta Ensaladera de su historia, la tercera seguida. Desde que la Copa Davis entrase en su era moderna en 1971, ningún país había logrado el hat-trick de títulos. Son, además, dos años consecutivos en los que Italia gana la Davis y la Billie Jean King Cup, su homóloga femenina. “Aún no sé cómo hemos ganado, para ser sincero. Esta es la tercera seguida, pero he llorado, y no lo hice con la primera, porque ha sido increíble. Ha habido muchos momentos duros, aunque no lo pareciera, pero los hubo. Como grupo, hemos tenido el poder manejar esos momentos, sin los jugadores que no están aquí, pero que hubiera querido, como Sinner, Arnaldi y Musetti. Es un gran equipo y solo así pueden alcanzar estos increíbles éxitos”, comentó tras el título un emocionado Volandri.

Se intentó otra remontada

La presencia en la final podía verse ya como un premio para un grupo de tenistas de segunda línea, por lo menos en lo que a ranking o cantidad de titulares que ocupan a lo largo del año se refiere, de currantes que se ganaron a pulso recibir todo el crédito del mundo. Lo reivindicaron durante la semana, y pasada esta Copa Davis es momento de dárselo. Pero este grupo, con un hambre voraz, con una fe que movió montañas y apartó a todos los escépticos, quería más. Lo definió David Ferrer como “una oportunidad muy bonita”, pero era el más difícil todavía. Ganar a Italia, que lleva 14 eliminatorias seguidas haciéndose con el triunfo, en su casa. Enseguida se vio que iba a ser muy complicado, porque un superlativo Matteo Berrettini, que suma ya 11 victorias individuales consecutivas en la copa del mundo (no pierde un singles desde 2019), no dio prácticamente opción alguna a Pablo Carreño, que no pudo repetir su gran versión mostrada un día antes ante Jan-Lennard Struff. El primer punto se iba para el casillero italiano. El más difícil todavía del más difícil todavía.

España no puede con Italia, que gana su tercera Davis seguida
Guglielmo Mangiapane

Atendiendo a lo sucedido este año, era de esperar que la reacción española llegaría. Caer sin pelearlo, sin apurar todas y cada una de las oportunidades que llegaban, sin agarrarse al clavo más ardiendo del planeta, no iba a ser una posibilidad para esta Selección, que no regresará a casa con una sensación de vacío. Jaume Munar, que ya jugó sin red el jueves ante Jiri Lehecka y le salió cara, saltó a pista decidido a darle una vida más a la Armada, y el balear, de 28 años y 36º del ranking mundial, lo tuvo muy cerca. Se combinó su arrolladora salida con que Cobolli, 23 y 22º, también número uno de los suyos por las circunstancias en forma de bajas, comenzó muy encogido, quizás por la sobreexcitación del momento y por todo lo que había en juego. Munar, que cerró la que es, sin duda alguna, la mejor temporada de su vida, jugó el que, probablemente, fue su mejor set del año. Sacó como el mayor cañonero del circuito, rozando los 220 kilómetros por hora, quitó la pintura de las líneas de tanto poner la bola sobre ellas y maniató a Cobolli, que cuando quiso darse cuenta perdía por 5-0.

El segundo partido de la eliminatoria estuvo dividido en dos partes muy definidas. La primera fue la del dominio, por momentos insultante, de Munar, que apuntaba a ir directo al triunfo y a forzar el dobles. Se reforzó esa idea cuando, tras llevarse la primera manga, abrió la segunda con un nuevo quiebre. No es poca cosa que Jaume, ‘Mágico’, silenciase a una decena de miles de italianos, que no se creían el nivel que estaban viendo del de Santanyí. La mala suerte para él es que ahí se acabó ese tramo del encuentro. Cuando afrontaba una bola de break en contra, una situación en la que se estaba manejando a las mil maravillas, el partido se detuvo durante 10 minutos por la asistencia médica a un aficionado en la última fila de la grada, que fue evacuado en camilla. Frío, Munar consiguió salvar esa ofensiva de Cobolli, pero no corrió la misma suerte un par de puntos después.

Despertó el de Florencia, y con él lo hizo la Fiera di Bologna. Flavio se activó de piernas, cortó la sangría de errores no forzados y asumió la responsabilidad de llevar a su país hacia la Ensaladera. “Jaume jugó muy bien en el primer set y mi golpeo no iba bien, pero miré a mi banquillo y encontré algo en mi cuerpo y mi corazón para darlo todo por este equipo. No sé cómo he ganado, porque fue duro. Pero no podíamos perder, por nuestro país. Nunca pierdes si das todo lo que tienes en tu corazón. No sé qué ha pasado hoy ni dónde estoy, pero somos campeones del mundo. Esto ha sido épico, está toda mi gente aquí y lo vamos a celebrar”, confesó el héroe del día.

A pesar de todo ello, Munar nunca le perdió la cara al partido. Salvó con el saque cuatro bolas de set en el segundo parcial, el cual cedió en un tie-break en el que Cobolli fue ciertamente superior, espoleado por un graderío que tocó decibelios dignos de concierto de rock. Lo suyo en Bolonia no fueron los desempates, porque un día antes perdió dos ante Alexander Zverev. El golpe fue duro para Munar, que en esta nueva versión de su trayectoria es un jugador rocoso, duro de masticar para el rival, y por eso Cobolli tardó muchísimo en darle la puntilla. Jaume se hizo fuerte con el saque y dio pocas opciones a su contrincante... hasta que sí las dio. Con 5-5, acercándose a las tres horas de partido, la tensión hizo mella en Munar, que entregó un juego irreconocible que le valió a Cobolli para irse a por la victoria. Éxtasis en el bando italiano, que también sabe ganar sin sus dos top-10; dolor en el lado español, cerca de culminar un éxito improbable como pocos. Son unos subcampeones de oro, de eso no cabe ninguna duda. El camino en esta Davis del pueblo quedará siempre para el recuerdo.

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