Una semana después de que Novak Djokovic fuera deportado de Australia y, por consiguiente, dado de baja del primer Grand Slam de la temporada, el director del torneo, Craig Tiley, afirmó que cuenta con el serbio para la edición de 2023 en una serie de entrevistas que concedió a medios locales. "Volverá, sí. Obviamente, tiene que haber competición en primer lugar, pero esa será su intención. Al final del día es número uno del mundo, le encanta el Open de Australia", aseguró el dirigente, que evitó responder preguntas sobre la actuación de la Federación aussie en el caso de Djokovic y dijo que no lo hará hasta que se lleve a cabo una revisión de lo que sucedió alrededor del asunto del visado del balcánico. "Entonces podremos responder a eso más específicamente".

La cuestión es que las resoluciones de deportación llevan consigo una sanción de tres años de prohibición de entrada al país, aunque se pueden hacer excepciones en casos especiales. No obstante, el primer ministro de Victoria, Daniel Andrews, insiste en que para entrar en su estado es necesario estar vacunado. "Mi posición es muy clara. Si quieres venir aquí, vacúnate. Es bastante simple", afirmó. "Rafa (Nadal) tenía razón. Todo podría haberse evitado si se hubiera vacunado, y ese tipo (Djokovic) pensó que es más grande que el torneo. Y no lo es. De hecho, se está celebrando y con gran éxito", argumentó.

Tiley descartó las informaciones que apuntan a una posible demanda de Djokovic contra el Gobierno por seis millones de dólares australianos (casi cuatro millones de euros al cambio) y también se defendió de las críticas hacia los protocolos COVID del torneo. Alexander Zverev dijo que los jugadores no se hacen test PCR rutinarios y que por eso no se sabía si había alguno contagiado aún en el torneo. "Nuestra intención es hacer lo correcto y estar seguros. Eso no va a cambiar", dijo. "Como dije, todos los años lo analizaremos y podremos ver qué se puede hacer de manera diferente o no", añadió.