Monumental Nadal: 13ª final en Roland Garros y a por los 20
Nadal se vengó de la derrota ante Schwarztman en Roma y jugará por 13ª vez la final de Roland Garros, a un paso de igualar los 20 títulos de Grand Slam de Federer.
Rafa Nadal sigue en pie en Roland Garros. Ni las condiciones adversas, aunque este viernes no lo fueron tanto (17 grados), ni los rivales, han conseguido derribarle aún en esta edición otoñal del torneo francés. “Allez, Rafa. Le GOAT des GOATS” (Vamos, Rafa, el mejor de los mejores de todos los tiempos), rezaba la pancarta de uno de los casi mil espectadores que hubo en la grada de la Philippe Chatrier. Diego Schwartzman, que le ganó hace 20 días en las semifinales de Roma, no inquietó demasiado esta vez a un monumental Nadal. Podía haber sido el tercer jugador en ganar dos veces sobre tierra batida al balear en una misma temporada, como hizo en 2011 Djokovic, que repitió éxito en 2015, y Fognini, que lo logró ese mismo año. Y el tercero en hacerlo en Roland Garros, tras Soderling (2009) y Djokovic (2015). Pero se topó con una gran versión del 12 veces campeón en París, imperial táctica y físicamente, y con un juego de notable.
Rafa ganó por 6-3, 6-3 y 7-6 (0) en 3h:09 y alcanza por 13ª vez (cuarta consecutiva) la final en París (28ª entre todos los Gran Slams), con lo que se pone a un paso de lograr su victoria 100 y levantar el título número 13 en el Bosque de Bolonia. También de igualar los 20 trofeos en majors de Roger Federer, récord masculino absoluto. Esa oportunidad la tendrá el domingo (15:00, DMAX y Eurosport) ante el ganador del choque entre Novak Djokovic y Stefanos Tsitsipas. Es la sexta vez que Nadal alcanza la final del torneo sin perder ni un set (las otras fueron en 2007, 2008, 2010, 2012 y 2017).
El manacorí tenía muy bien definido el plan de juego. Constantes cambios en la altura de los golpes, con la idea de alternar entre bolas altas, para obligar a Schwartzman a devolver sus envíos por encima de los hombros con la consiguiente pérdida de precisión y un desgaste paulatino, y golpes más planos para desbordar con el revés cruzado o el drive. El primer juego le costó negociarlo 13 minutos, pero le permitió entender por dónde debía ir su tenis. Enseguida rompió el servicio del bonaerense (2-0), luego perdió el suyo y volvió a tomar ventaja con un segundo quiebre. Sufrió en casi todos sus servicios, pero con una contradictoria sensación de control del partido. Rápido y ágil, como ante Sinner, a su rival no le sirvió de mucho atraerle a la red. Al contrario que en Roma, el saque sí ayudó al español en momentos complicados, con porcentajes más satisfactorios que aquel día (65% de primeros en el set inicial frente al paupérrimo 46% que hizo en el arranque del duelo de la capital italiana). De esa forma, Nadal se adelantó en el marcador, en la guerra táctica y en la mental.
La segunda manga también la empezó bien, con break para ponerse con 3-1. El público, ávido de espectáculo, jaleó a Schwartzman. Poco le importó a Rafa, que siguió a lo suyo. A gusto, en ‘casa’, con ráfagas de sol, una temperatura nada polar y sin amenaza de lluvia. Pese a dejar escapar un 0-40 en el séptimo juego, el número dos del mundo no se durmió y aprovechó algunos errores del argentino para poner más tierra de por medio y con mayor facilidad, ya que no tuvo que levantar ni un punto de rotura por la mejoría notable de su saque (81% de puntos con primeros). El tercer parcial fue por los mismos derroteros. Nadal, en dominio completo de la situación y Schwartzman, cada vez más errático (acabó con 47 fallos no forzados). Rafa le rompió el servicio en blanco para colocarse con un 3-1 y aunque el Peque, más suelto al verse derrotado, se rebeló para acortar por dos veces al aprovechar un pequeño bajón del mallorquín, ese arranque de orgullo sólo alargó el desenlace hasta el desempate, pero nada cambió. Porque la suerte del encuentro ya estaba dictada. Nadal tiene a tiro el 12+1 o el 20, como prefieran.