Dos ejercicios para despedir bien el año e iniciar 2023 sin mochilas mentales

A ver si estás de acuerdo conmigo. La sensación de llegar a fin de año sin haber resuelto todo lo que nos habíamos propuesto es asfixiante o prácticamente omnipresente. ¿Es así? No sabemos cómo hemos llegado a este punto, pero parece que nos hemos instalado en lo que muchos llaman ‘la rueda del hámster’. Ese lugar del que, una vez dentro, la misma inercia no te permite salir. Y lo peor de todo es que desde ahí no se va a ningún sitio. ¿Cómo evitarlo?

Muchos son los que aprovechan estas fechas para abrazar nuevos (o viejos) propósitos. Otros apuntan aquellas cosas que se han quedado, literalmente, en el tintero. Pero… ¿cuántos somos capaces de echar la vista atrás e identificar y reconocer aquello que sí hemos logrado o alcanzado? Verás, a menudo vamos tan deprisa que no somos capaces de valorar todo lo conseguido durante estos últimos doce meses, que no es poco. Por eso, quizá merezca la pena parar y dedicar un momento.

Piensa. Todo ese estrés y agobio acumulados no son sino el resultado de un trabajo y sacrificio continuados. ¿Qué menos que detenernos delante y darle el valor que merece todo ese esfuerzo? La vorágine del año no nos permite ir celebrando cada paso conseguido, por eso es necesario hacer un ejercicio de aceptación, celebración, y liberación. Solo así podremos estrenar una nueva hoja en blanco y arrancar el año nuevo con ilusión y sin mochilas llenas de piedras.

Lo común, pero no lo que debería ser normal, es que nuestra memoria se fije en todo aquello que no hemos sido capaces de resolver o cumplir. O quizá en todas las cosas que no han salido como a nosotros nos hubiera gustado o se han quedado por hacer. Por eso, el primer ejercicio no es otro que ‘apuntar los logros y celebrarlos’. ¿Qué es un logro? Pues un logro es cualquier paso recorrido. No se trata de apuntar grandes gestas. Los pequeños avances o pasos cuentan mucho y son muy significativos. Son los que, sumados, marcan el camino andado.

En segundo lugar, ponemos el foco en algo menos cuantitativo, pero sí cualitativo. Somos esponjas de experiencias y vivencias diarias, pero esa misma vorágine de la que hablamos no nos deja pensar en las lecciones o aprendizajes del año e integrarlos: ¿somos conscientes de lo que hemos aprendido? Hablamos a nivel personal y profesional. Es imposible que no hayamos aprendido nada durante el año… pero, ¡ay! Qué difícil es verbalizarlo. ¿Lecciones? Muchas y de distintos tipos.

Aquí unos ejemplos por si te inspiran…

Quizá has aprendido a delegar, o a no confiar en esa misma persona que te ha decepcionado una y otra vez. Quizá has aprendido que es importante decir no (o has aprendido a decir que no). Quizá has aprendido a dar una segunda oportunidad a ese sueño que crees inalcanzable. Puede que hayas aprendido a comer o descansar mejor o mantener un mejor estado de forma. Puede que te hayas reconciliado con tu médico. Puede que por fin hayas puesto una línea roja a tu jefe (y dicho alguna verdad) o te hayas alejado de aquellos compañeros cuyos niveles de toxicidad superaban lo humanamente aceptable.

Quizá has aprendido a valorar tu trabajo o a valorar lo que haces cuando no trabajas. Puede que hayas aprendido a poner por delante a las personas que quieres y a priorizar el tiempo que pasas con ellos en lugar de invertir tiempo en cumplir con compromisos que ni te van ni te vienen. Quizá te hayas dado cuenta de que tu vida necesita un cambio. No importa qué hayas aprendido, escribirlo será un ejercicio poderoso que te ayudará a entender tu paso por 2022 y marcará un buen punto de partida para empezar el nuevo año.

Personalmente, te recomiendo hacer los dos ejercicios. De hecho, son complementarios y te servirán para poner en valor todo lo conseguido e identificar aquello que quieres alcanzar, siendo al mismo tiempo consciente de tus recursos.

¿Te animas?