Se empieza por el bloque bajo...
Si nos aventuramos demasiado lejos por la jerga del colegio de entrenadores estamos perdidos.
Llamé a Álvaro Benito y entre bromas y veras le dije: “Se empieza por el bloque bajo y ya ves dónde se termina”. Él sabía de qué le hablaba, porque previamente le mandé un breve vídeo que se hizo viral esta semana en las redes, que por otra parte él ya conocía. Por si usted no está avisado, le explico: en la previa del Espanyol-Eibar, el reportero de televisión Albert Fernández acercó el micrófono al segundo entrenador de los pericos, Mario Fernández, pidiéndole opinión sobre el Eibar. El hombre se tiró de palo a palo:
—”Tenemos claro que la génesis de su buen rendimiento pasa por un buen momento con balón. Meten mucha gente interior, tienen dobles ubicaciones en las cuartas alturas. Además de tener mucha acumulación son asimétricos porque la segunda y la cuarta son ubicaciones tendentes más al perfil izquierdo pero la tercera, tendente al perfil derecho, lo que les lleva a progresar con mucha facilidad por los dos perfiles. Son capaces de progresarte con tu orientación y contra tu orientación, con asociación cercana porque tienen pie en la base y asociaciones lejanas porque, ya sabéis, tienen gente como Arbilla que te puede buscar las diagonales y encontrar o el profundo de lado o el profundo de lado contrario fácilmente. El dominio que tienen da paso a muchas cosas. Es un gran equipo, pero se les puede hacer daño, vamos a ganarlos”.
Lo dio todo en una perorata que merece ser trasladada al mármol, mientras el reportero le miraba atónito y los telespectadores se rascaban la cabeza dudando si el origen de todo es el huevo o la gallina. Lo único que quedaba claro de aquel abstruso exordio era el “vamos a ganarlos”, pero no se dio. Empataron 2-2 por un gol del Eibar en el descuento y como consecuencia cayó el entrenador, Luis García, arrastrando consigo al autor de tan magistral exordio. El fútbol es inflexible: aquí lo que vale es el resultado.
Lo de Álvaro Benito, exjugador del Madrid, entrenador titulado y estupendo comentarista, viene a cuento porque fue él quien introdujo lo del bloque bajo, bloque medio y bloque alto. Convinimos en que hasta ahí era fácil de entender, aunque en su día chocó. Yo sigo prefiriendo “esperar atrás”, “plantarse en medio campo” o “ahogar al rival en la salida”, pero cualquier día me paso al bando de Álvaro. Ahorra palabras y se entiende.
Pero si nos aventuramos demasiado lejos por la jerga del colegio de entrenadores estamos perdidos. Hace algún tiempo percibo que el ajedrez del fútbol va ganando espacio en las transmisiones. Por supuesto, respeto que cada colega haga su trabajo como quiera. Además, la preocupación por la táctica siempre estuvo ahí; yo aún pillé, como conversación de mayores, las discusiones sobre la WM. En Canal+ encargué una maqueta del viejo Atocha, condenado a la piqueta, para que Robinson moviera en su interior las fichas y aclarara conceptos tácticos. Pero lo que de ajedrez tiene el fútbol es sólo una parte del mismo, y no la más importante, porque en cualquier momento un jugador da una patada al tablero en forma de golazo de 30 metros, o la da el VAR, con alguna decisión extravagante del sexador de pollos que, desde su sala brumosa, anima al árbitro de campo a algo aberrante, como ocurrió el otro día en Balaidos. ¿Cómo explicar eso en la jerga del Colegio de Entrenadores?
He visto cambiar el fútbol en detalles menores que en su día no me gustaron, pero que no me parecen graves: las botas ya no son negras, los números van más allá del 11, hay cuarto árbitro, cada vez más cambios… Pero de repente estamos entrando en un vértigo de novedades muy dañinas. Ya no sabemos qué es fuera de juego ni qué es mano, hemos renunciado a entender cuándo tiene que intervenir el VAR y ni siquiera sabemos cuánto dura el partido...
No pervirtamos el lenguaje. Y no olvidemos que el juego es de los futbolistas, de su talento, su ingenio, su fuerza y su carácter, no de fórmulas escritas en un papel que, recitadas ante un reportero, son sólo palabras que se lleva el viento.