Mundialito e inflación de partidos
Para el Real Madrid es un engorro. Ganarlo no le va a dar mayor crédito ni prestigio del que ya tiene, inmenso tras su decimocuarta Champions; perderlo le deja mal
Se quejaba el otro día Ancelotti del alto número de partidos y tiene razón, pero ya ¿quién lo puede evitar? A él le pesa más que a nadie por muchas razones. El Madrid gana mucho y por ende lo juega todo, pues suele apurar la Champions hasta los tramos finales, este año también la Copa, y los títulos traen supercopas, Mundialito… Para más complicar la cosa, dos tercios de su plantilla son internacionales y encima hay cuatro que no cuentan. No contaban ya el año pasado y por fas o por nefas no se les dio salida para sustituirles para elementos útiles.
Esta semana el Madrid ha resuelto un partido que traía colgado desde la Supercopa de España, ante el Valencia, y ya pronto tendrá colgado el de la próxima jornada, que le pillará en el Mundialito, al que una fórmula piadosa le permite incorporarse sobre la marcha, a la altura de las semifinales, igual que al campeón de la Libertadores, el Flamengo. Mundialito es como conocemos lo que oficial y pretenciosamente se llama Copa Mundial de Clubes de la FIFA, pero lo llamamos así porque no es tal cosa, sino un hermano pequeño y birrioso del Mundial de verdad, el de selecciones. Concurren los campeones de todas las confederaciones más el del país organizador, pero el salto entre ellos y los de Sudamérica y Europa, y de un tiempo acá entre el de la propia Sudamérica y Europa, es tan grande que nadie ve en ello una competición equilibrada, sino un festín que se da la FIFA para ilusión de los países del fútbol menor, que dan votos, y fatigas añadidas al de Europa, en este caso y frecuentemente el Madrid.
Bien visto, para el club blanco es un engorro. Ingresa menos que por la Supercopa española. Ganarlo no le va a dar mayor crédito ni prestigio del que ya tiene, inmenso tras su decimocuarta Champions. Perderlo le deja mal, porque nadie admitirá que caiga ante el Flamengo, esperado finalista (si llega otro, peor aún), reserva de veteranos de vuelta como Arturo Vidal, Filipe Luis, David Luiz o Gabigol, regresados de Europa por edad, lesiones o conjunción de ambas. Al aficionado le importa tanto que el otro día, cuando se lesionaron Militao y Benzema, todo el mundo echaba cuentas sobre si llegarían a tiempo de jugar contra el Liverpool; nadie pensó en esta competición cuyas fechas y país no decidió la FIFA hasta hace unas pocas semanas.
Esto empezó como Copa Intercontinental, enfrentando a los campeones europeo y sudamericano y provocaba máximo interés y emoción. Aún recuerdo el revuelo cuando el Madrid de Di Stéfano ganó la primera, contra el Peñarol, y la decepción cuando seis años después los ye-yés la perdieron ante el mismo rival. Luego, equipos argentinos pegaron tanto que más de un campeón europeo renunció, algún año no se hizo, alguna vez se hizo con el subcampeón europeo (la que ganó el Atlético, por renuncia del Bayern) y aquello lo salvó Toyota llevándolo a Tokio, a partido único. Luego vino lo de la FIFA con esta fórmula que mezcla churras con merinas y que ella misma desprestigia utilizándola para experimentos. En un Mundialito se probó el VAR (y a pesar de que resultó mal se tiró para delante), y en este se ha introducido la zarandaja más leve de que el árbitro explique su decisión tras el VAR. Supongo que cuando le toque a Mateu lo hará en soneto. O en endecasílabos alejandrinos si se trata de un Clásico.
Como es visible que esto no va Infantino tiene en el cajón, en procura de más dinero, una fórmula con 24 equipos, lo que incluiría los ocho mejores europeos, o quizá más. Sería en años impares, aún no se sabe si bienal o sólo cuatrienal, en el año previo del Mundial de verdad, el de las selecciones. El proyecto aún no define cuántos por confederación (todos quieren más, claro), ni cómo serán elegidos, por ejemplo, los europeos, si por el último año o por un ránking de varias temporadas. Ya veremos. Si lo de hoy es una birria lo de mañana acabará siendo pasto para los grandes de Europa tras un preámbulo en el que banderillearán novillos de ganaderías menores. Se quiera o no, el mejor del mundo es el que gana la Champions. Cada vez más.