Los árbitros enredan más la melé
Lo que más perjudica a los colegiados en España es la muy asentada impresión desde tiempo inmemorial de que son un revólver que lleva colgado del cinto el presidente de Federación de turno a modo de disuasión contra posibles insumisos.
La agresión en Ceuta a un árbitro juvenil por parte del padre de uno de los jugadores mereció el inmediato desplazamiento de Rubiales y Medina, a los que vimos retratarse el lunes, con gesto de solidaria circunspección, con la víctima. Muy bien. Por desgracia, en las categorías menores hay cada poco hechos así, y ya que no se puede acudir a todos, al menos sí a este. Lo que suena peor es cierto aire de oportunismo y utilización del suceso en la eterna y aburrida guerra de la Federación contra LaLiga.
El énfasis puesto en esta agresión se acentuó al enlazarlo con una reunión inmediata de los árbitros con el propósito de amenazar con una huelga. Fue una amenaza muy por lo bajinis, desactivada en el momento en que uno de ellos la filtró, todavía con la reunión sin terminar, y sustituida por una nota redactada en petit comité porque no se fían unos de otros y hubo que espigar a quiénes se les concedía el derecho a estar en el secreto y a quiénes no.
Y fue una mala nota, inútil para todo salvo para engordar aún más la idea, como si fuera necesario, de que tenemos un problema arbitral. Es verdad que los árbitros españoles viven turbulencias por causas que a la mayoría les son ajenas. Una, el caso Negreira, un elefante que sigue ahí. No sé de otro país en el que el vicepresidente de la organización haya estado a sueldo durante 17 años de un club. Esa banderilla la llevan, aunque no sea su culpa. Otra, el VAR, un tiro por la culata porque resuelve errores, pero crea agravios. Y otra más, el despelote que está armando de un tiempo acá David Elleray con el Reglamento. Eso hace más difícil que nunca arbitrar, pone todo aún más bajo la lupa y desde luego no ayudó en nada aquella nota de LaLiga contra el aluvión de expulsiones, una anomalía real, pero que se debe hacer notar por otros cauces. Tampoco ayuda, claro, que en los medios les pongamos tanto en la diana.
Pero lo peor es comprobar que en esto Medina Cantalejo se pone al servicio de las fobias y las filias de Rubiales: leña a LaLiga, que aboga por independizarlos al modo de países próximos y silencio respecto a los excesos de RMTV, que está llevando las críticas arbitrales a niveles que no se daban desde hace años. Pero es que Rubiales está en permanente bronca con Tebas y como los enemigos de sus enemigos son sus amigos, no quiere indisponerse con Florentino.
Lo que más perjudica a los árbitros en España, a mi modo de ver, es la muy asentada impresión desde tiempo inmemorial de que son un revólver que lleva colgado del cinto el presidente de Federación de turno a modo de disuasión contra posibles insumisos. Y toda la secuencia de esta semana viene a reforzar esa idea.
No veo a los árbitros dependientes de LaLiga, ni es eso lo que se pretende. Lo que se sugiere es un modelo tipo Inglaterra o Alemania, una estructura propia con participación de la Federación y LaLiga. Lo menos que se puede admitir a estas alturas es que el sistema no está funcionando y no por culpa exactamente de los árbitros, sino del batiburrillo en que se mueven sin un criterio que les permita orientarse. Nadie sabe qué es mano y qué no, tampoco cuándo debe intervenir el VAR, nos espanta saber que LaLiga tiene más expulsiones que entre la Premier, la Bundesliga y la Serie A juntas, no sabemos cómo se van clasificando los árbitros, con qué criterios son o dejan de ser internacionales, suben o bajan, sólo que partido a partido hay una puntuación misteriosa a la que luego se aplica un índice corrector que suena a cuelo de arbitrariedades.
Claro que los árbitros merecen apoyo y respeto, pero andar amenazando de huelga porque han pegado al de un partido juvenil en Ceuta es lo contrario de lo que se necesita. Se necesita criterio para evitar que el arbitraje más caro de Europa sea percibido con tanto malestar por clubes y aficionados.