El Calcio amenaza de nuevo
Recuerdo que en los noventa, la Serie A era el no va más. Los jugadores querían ir allí, sus derechos de televisión se cotizaban por encima de los de Inglaterra y el Milán era el faro que todo lo iluminaba.
Milán, Inter y Nápoles en la Champions (C-1), Juve y Roma en la Europa League (C-2) y Fiorentina en la Conference League (C-3). El Calcio empezó con siete y mantiene seis equipos en los cuartos de final. A nosotros, que empezamos con ocho, sólo nos quedan el Madrid en la C-1 y el Sevilla en la C-2. LaLiga ya perdió el primer puesto en el ranking UEFA por el crecimiento imparable de la Premier y ahora puede ver amenazado el segundo. Nos siguen, por este orden, la Bundesliga y la Lega Serie A, pero estoy por decir que me preocupa más ésta, porque su ritmo de puntuación en lo que queda de curso es amenazante y no tanto el de la Bundesliga, a la que le quedan, como a nosotros, dos: el Bayern (C-1) y el Bayer (C-2).
¿Y qué más da ser segundo que tercero? Pues sí da, más allá del prurito honorífico, porque para la 24-25 la UEFA abrirá a los dos primeros una quinta plaza de Champions y si no espabilamos y el Calcio sigue mejorando podemos quedarnos llegada la hora con un palmo de narices. El ranking UEFA se fija en los resultados de los torneos europeos en las cinco temporadas previas. Por supuesto, puntúa más la C-1 que la C-2 y más esta que la C-3.
Al término de esta temporada se eliminarán los resultados de la 18-19, en la que aventajamos a Italia por casi 7.000 puntos, y entrará a contar esta última, en la que de momento nos sacan más de 3.000. Parecida es la situación frente a Alemania, pero este país depende tanto de Bayern que parece más controlable, en cuanto a más dependiente de sus circunstancias. El problema es que ha llegado el momento de preguntarse si Italia ha encontrado por fin una vía de recuperación.
Recuerdo que en los noventa, cuando empezó Canal+, el Calcio era el no va más. Los jugadores querían ir allí, sus derechos de televisión se cotizaban por encima de los de Inglaterra y el Milán era el faro que todo lo iluminaba. El equipo se hospedaba en el Ritz, vestidos sus jugadores con impecables trajes-uniforme y relucientes corbatas rojinegras, Berlusconi recibía trato de sua eminenza, Sacchi era el gran profeta de la zona y el buen fútbol. Mendoza les invitaba cada año al trofeo Bernabéu en un evidente caso de Síndrome de Estocolmo, porque siempre ganaban, y no paró hasta que colocó en las cuatro esquinas del estadio unos cilindros de acceso con rampa espiral como los de San Siro, a costa de invadir la vía pública. Y tras el Milán iban todos los demás, desde la Vecchia Signora hasta el remozado Nápoles de Maradona.
¿Estamos ante el retorno de aquello? He consultado con mis expertos de cabecera y la mayoría estima que lo que vivimos es circunstancial, que se ha producido una combinación de buenos sorteos con la eclosión del Nápoles, que en nuestro caso ha coincidido con el bache inesperado del Atleti en otoño (ahora sin embargo está jugando de maravilla) y con los tropiezos del Barça, que se quedó sin centrales en el momento más crítico.
Pero también hay síntomas de regeneración en forma de entrenadores jóvenes que han abierto las ventanas, más variedad, clubes que juegan al ataque, como Nápoles, Atalanta o Sassuolo, y ese renacer de Inter y Milán que han acabado con la insufrible tiranía de la Juve y sus nueve scudettos consecutivos.
Ha ayudado una medida fiscal: el Calcio disfruta de una Ley Beckham por la que los jugadores procedentes del extranjero (incluso italianos si llevan dos años fuera) sólo tributan el 20%. Esa es una ventaja firme, reforzada por otras ya de carácter ocasional: el gobierno les aplazó 500 millones de deuda fiscal para ayudarles tras la pandemia y han aparecido inversores extranjeros (Milán e Inter los más significativos) con dinero fresco. Pero ahora mismo, salvo el Nápoles, que aun reduciendo su masa salarial en 40 millones (ha bajado de 110 a 70) ha conseguido un equipo magnífico y está saneado, es difícil que el Calcio mantenga su marcha triunfal. Es un campeonato a pérdidas que en algún momento tendrá que echar cuentas.
Pero yo levanto inquieto la mirada hacia esa frontera de la 24-25, que conviene alcanzar en segunda posición.