Cruyff hizo lo que Cristiano amaga
Al final de su carrera, el holandés se fue al Feyenoord tras descartarle el Ajax
Este coqueteo de Cristiano con el Atlético, amagando con entrar en un terreno sacrílego para devotos de ambos equipos madrileños, tiene un par de precedentes, estos culminados. Uno se produjo en España, a principios de los sesenta, cuando Kubala, leyenda del Barça, fichó por el Espanyol provocando un impacto tremendo. Menos recordado es el salto de Johan Cruyff al Feyenoord.
Después de dejar el Barça con 31 años, Cruyff se convirtió en una figura casi patética, recaudando dinero a costa de su inmensa fama previa, que se iba degradando. Había sido el abanderado del gran Ajax, con el que ganó la Copa de Europa tres temporadas consecutivas (1971, 72 y 73), y de la Naranja Mecánica, selección holandesa que impresionó en el Mundial de Alemania 74, aunque se quedara sin título. Había llenado de felicidad al barcelonismo con su fichaje en 1973 y el equipo azulgrana recuperó la Liga tras 14 años sin ganarla, y con la joya de un 0-5 en el Bernabéu que quedó grabado en piedra. Pero a partir de ahí pareció acomodarse.
Sus restantes cuatro años en el Barça no fueron tan buenos y empezó la cuesta abajo al aceptar la oferta de Los Ángeles Aztecas para ser el Pelé del Pacífico (Pelé jugaba en el Cosmos de Nueva York). Con 32 años renunciaba a las altas cumbres del fútbol a fin de rehacer sus finanzas, que un mal socio había destrozado. De Los Ángeles pasó a los Washington Diplomats, luego probó con el Milan en un torneo amistoso pero no se quedó, jugó medio curso en el Levante (en Segunda), volvió a los Diplomats…
Regresó con 35 años al Ajax, su casa. Había nacido muy cerca del estadio, que frecuentó de niño porque su madre trabajaba en su limpieza. Allí había ascendido peldaños de dos en dos hasta convertirse en el mejor jugador del mundo. Y decidió recuperar los escenarios de su origen y las sensaciones del fútbol serio.
Su reaparición arrancó con los mejores augurios: marcó en su primer partido, ante el Haarlem. El Ajax alcanzaría ese campeonato y el siguiente, siempre con él como eje del juego de ataque. En esa segunda temporada fue cuando marcó uno de sus goles más célebres, el penalti indirecto: en lugar de patear a portería, adelantó el balón un poco hacia su izquierda para que Jesper Olsen se lo devolviera y batir él a placer al portero. Un gol así lo había hecho ya Rick Coppens 25 años atrás en Holanda y, posiblemente, Cruyff manejara ese recuerdo. Aquello dio la vuelta al mundo.
Pero al acabar el segundo curso, el presidente ajaccied, Tom Harmsen, no le renueva. Y declara, una y otra vez, que Cruyff ya no está para la Eredivisie.
Su reacción es espectacular: ficha en 1983 por el Feyenoord, el gran rival que se había adelantado al Ajax al levantar la Copa de Europa 69-70, pero ya hacía nueve años que no ganaba la Liga. Y acudieron a Cruyff para remediarlo. Con él llegó un jovencísimo Gullit, que había despuntado en el Haarlem, y con el goleador Houtman forman una sociedad sensacional. El Feyenoord llega invicto, con cinco victorias y un empate, a su visita al Ajax en medio de una expectación bárbara. Pero comete una sucesión increíble de fallos defensivos y el Ajax gana 8-2. Cruyff queda desairado, pero no se arruga: “Ganaremos el campeonato”, dice tras el partido.
Suena a bravata, pero lo que sigue es una racha de 12 victorias y tres empates solo quebrada por una derrota en Groningen, justo el domingo anterior a la esperada visita del Ajax al Feyenoord. En De Kuip, los locales vencen 4-1 y uno de los goles lo marca Cruyff. El equipo de Róterdam saldrá campeón, como había pronosticado Cruyff. Y también gana la Copa, tras eliminar al Ajax en octavos. Un doblete sensacional.
La venganza estaba consumada. Ha jugado 44 partidos, con 13 goles, demostrando que no estaba acabado para la Eredivisie. Una vez dicha la última palabra, cuelga las botas y regresa al Ajax para incorporarse al cuerpo técnico. No tardaría en repetir el viaje Ámsterdam-Barcelona, esta vez para crear el Dream Team.