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Busquets era la sintaxis del Barça

Su fútbol no es fácil de trasladar a un reportaje rápido que reúna sus mejores jugadas, pero nunca dejó de ser percibido por los conocedores como parte principal en el secreto de la fórmula

Sergio Busquets levanta el título de la Supercopa de España

Se nos va Busquets, no tiene remedio. No deja el fútbol, pero sí el Barça, como ya dejó la Selección, los dos equipos en los que puso orden durante tantos y tan magníficos años. No sabemos dónde irá, se supone que a Arabia, con Messi, pero eso no está confirmado y a nuestros efectos es igual. Se va, dejaremos de verle, dejaremos de tenerlo. Jugador extraordinario, protagonista silencioso de los dos mejores equipos que hemos visto en este siglo, aquel Barça y aquella Selección, que vienen casi a ser lo mismo. En uno y en otro puso su orden discreto y acertado. Fue un jugador sin highlights, su fútbol no es fácil de trasladar a un reportaje rápido que reúna sus mejores jugadas, pero nunca dejó de ser percibido por los conocedores del fútbol como parte principal en el secreto de la fórmula.

Redondo, otro de ese mismo palo, al menos dejó para el recuerdo aquella jugada en Mánchester, la que menos le define, para embellecer su trayectoria cuando se quiere apretar en un corto resumen. De Busquets no nos queda ninguna jugada de ese estilo, pero sí la convicción de que sin él nada habría sido así. Busquets fue la sintaxis del Barça y de la Selección, el código que todo lo ordena. Algo que no se nota cuando está, como el respeto, como el guardia urbano en el centro de la plaza sin semáforos, como cada uno de nuestros cinco sentidos… Cosas que no se aprecian cuando están, pero que se echan terriblemente en falta cuando no las hay.

Futbolista de futbolistas. Igual que hay toreros de toreros, más admirados por sus compañeros de profesión que por el gran público, hay futbolistas de futbolistas y Busquets es uno de ellos por su perfecta interpretación del juego para el quite, el toque, el desmarque, el apoyo, el ritmo… El suyo ha sido el prestigio del conocimiento pleno, algo imprescindible en esa función. El de mediocentro es un puesto que no sólo requiere seguridad de uno en sus condiciones, sino más aún la confianza de los compañeros para estar atentos a sus órdenes silenciosas, a su batuta invisible, para ir y venir, recibir, devolver y ofrecerse de nuevo, confiados en que lo que él dispone es lo que conviene. El buen mediocentro es el socio de todos, el menos egoísta del equipo, el que menos aspira al lucimiento.

Curioso: su padre fue un heterodoxo del fútbol, un portero en pantalón largo que jugaba bien con los pies, pero no paraba con las manos todo lo que se podría desear. Cruyff hizo de su figura la bandera de una revolución que con el tiempo saldría adelante por encima de los recelos de primera hora que le complicaron la vida al bueno de Carlos Busquets, cuya única culpa fue haber llegado al fútbol unos años antes de lo apropiado. Bueno, pues de aquel padre heterodoxo nació este prodigio de la ortodoxia llamado Sergio Busquets, un monumento al canon. El hombre que le hizo decir a Del Bosque, un clásico donde los haya, que como futbolista hubiera querido ser como él.

Entre los aciertos de Guardiola, el de Busquets fue uno de los mayores. Lo subió directamente al Barça desde el Barça B, sin ninguna experiencia por encima de la Tercera División, con galones de armador del juego. No había sido internacional en ninguna categoría menor, no era conocido, pero Guardiola lo convirtió en el eje gravitacional de un fútbol nuevo que Luis Aragonés ya había puesto en marcha en la Eurocopa 2008. De aquello hace mucho tiempo. Han pasado cientos de partidos; sin hightlights, pero escritos con perfecta sintaxis, sujeto verbo y predicado, el fútbol se hace así, sin prisa y sin pausa, todos de acuerdo en torno a la pelota, que es la idea.

En fin, se nos va. Se nos va un grande porque el tiempo se lleva todas las cosas. Alguien ocupará su hueco, Rodri ya lo va haciendo en la Selección, en el Barça ya veremos. Todos pasan, es lo que hay, pero a este le echaremos especialmente de menos.