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LA DORMILONA

El camino a la madurez de Lebrón

El gaditano, hasta ahora criticado por algunos de sus gestos y actitudes en pista, lleva meses emprendiendo un camino de gestión, reflexión y madurez.

Actualizado a
Juan Lebrón durante un partido de la temporada World Padel Tour.
WPT

Lebrón camina por el sendero de la madurez. Algo que está tan ligado al propio desarrollo de un deportista toma una relevancia llamativa en la figura de Juan Lebrón que tanto y tantas veces ha sido criticado. Ahora, y desde hace ya unos meses, parece estar encontrando el camino de la gestión emocional correcta.

Y es que Lebrón es un jugador de los que no deja indiferente. Nunca lo ha hecho. Al gaditano se le entiende desde la dicotomía del gusto. O te encanta o te chirría. No hay más. Una ecuación simple en la resolución, pero de incógnitas mucho más complejas. Los genios, son así.

Su pádel, talentoso y superlativo y solo al alcance de muy pocos privilegiados, siempre ha estado fuera de toda duda. Y cómo no. Lebrón es, seguro, uno de los jugadores más talentosos de su generación -sino el mejor-, pero las formas, incluso en él, dicen tanto o más que el fondo.

Juan es un gran tío”, es la frase más repetida por jugadores, rivales, técnicos y personas implicadas en el pádel de élite a la hora de abordar un tema recurrente en las últimas temporadas. Eso, que no se ve, dice también de él.

Porque lo que si sé ve es la expresividad, los gestos o incluso su forma de entender el deporte o la pareja. Y, estos, no eran del gusto de una gran parte de la afición que reconocía su talento, pero que le alejaba como icono usando en su contra, paradójicamente, su imagen de marca -el Lobo-. La crítica hacia su figura ha sido algo tan reconocible como desmedido -y muchas veces injustificable- en los últimos dos años y medio.

Una realidad de la que él era sabedor y que reconocía con un fondo amargo en sus palabras. “Sé que mis gestos pueden molestar, pero nunca pretendo ofender”, reconocía a AS en junio de 2021 en una profunda entrevista.

Ahora, más de un año después, parece estar reenfocándose.

Lebrón y las emociones

Como decíamos, si por algo ha estado en tela de juicio Lebrón no es por su pádel. Nadie puede negar que el andaluz tiene un talento innato para la pala, pero el deporte se compone de muchas aristas y en algunas de ellas su nivel estaba lejos de la excelencia. Incluso, del aprobado.

Juan Lebrón, junto a Ale Galán y Mariano Amat, en un paso por banquillos.
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Juan Lebrón, junto a Ale Galán y Mariano Amat, en un paso por banquillos.WPT

Lebrón, dicotómico una vez más, era verdugo y rehén de sus emociones. Frustración, miedo, presión, auto exigencia, rabia, incomprensión o ira son, descabalgadas y sin gestionar, malas compañeras de viaje para cualquiera. Ni que decir tiene para aquel que vive bajo el foco y está llamado a destacar.

Pero, los números uno, los de verdad, son los que, trabajo mediante, son capaces de detectar sus defectos para convertirlos -o intentarlo- en virtudes. Técnico, físico, táctico, estratégico o del tipo que sea. En su caso, era evidente, la gestión emocional.

Lebrón, voraz trabajador en todo aquello que no se ve, se propuso hace tiempo reconducir una situación compleja y de resultados en el medio y largo plazo. El trabajo con todo el staff que acompaña a la pareja -Mariano Amat, Jorge Martínez...- su psicólogo deportivo -Óscar Lorenzo- o el entorno personal le han permitido darse esa oportunidad.

Y el resultado es evidente: Juan Lebrón está en proceso de cambio. Sus gestos, naturales y que siempre estarán, parecen acompasados al momento. Ya no hay ese exceso que hace no tanto exhibía. Sus palabras y el mensaje, alejados del reproche o el error, son en positivo y en pos del equipo. Y, todo, para sí y para el compañero.

Juan ha emprendido el camino a la madurez. Y trabaja para hacerlo con los pasos correctos. ¿Significa que no tropezará y equivocará? Probablemente no. Lebrón es efervescente, visceral, sincero y natural, pero en su capacidad para focalizar sus errores y retomar el camino donde lo había dejado, estará también la base de su éxito. Démosle la oportunidad de hacerlo.

La crítica es fácil y gratuita, el reconocimiento, esquivo y sincero. Si para muchos hace tiempo se ganó la primera, es momento también de reconocerle el segundo.