A muchos les sonará el nombre de Lee Seung-Woo. Y si no, la historia que le acompañó. El futbolista surcoreano se formó en el Barcelona y fue considerado siempre un jugador de un futuro grandioso, a la altura, decían, del mismísimo Messi. Por su centro de gravedad bajo y la forma de jugar, enseguida surgieron las comparaciones. Lee pasó a ser el Messi coreano.

Aunque estuvo varios meses sin jugar por la sanción de la FIFA al Barça, después llegó a militar incluso en el Barça B, con el que debutó en marzo de 2016. Con su selección también era una estrella en ciernes. Fue el reclamo mediático de la Sub-20 en el Mundial de la categoría que se organizó allí. Un año después dio el salto a la absoluta y fue convocado para Rusia 2018.

Pero para entonces ya se veía que su nivel estaba lejos del esperado. El Barça lo dejó marchar al Verona, primero cedido y después traspasado. En Italia se le fue perdiendo el rastro, sobre todo cuando el Verona descendió. Acabó en Bélgica, en el modesto Saint-Truden.

Y las cosas no han podido ir peor. Después de una primera etapa en la que apenas intervino (fue cedido al Portimonense portugués) regresó en esta y la situación se ha torcido más. Ni un minuto ha disputado hasta que esta semana el club y el jugador han decidido la rescisión de su contrato, pese a sus 23 años. En dos temporadas, ha dejado un pobre bagaje de 17 partidos jugados y 2 goles anotados. El Messi coreano, aquel con el que el Barça se ilusionó, se encuentra sin equipo y sin grandes expectativas.