De Cascais a Qatar: las claves de un éxito histórico
España logró el título Mundial 10 años después en categoría masculina y lo hizo para recuperar una deuda con el pasado.
“Me he acordado de Cascais”, comentaba un integrante de la Selección Española nada más finalizar el partido clave de la final masculina del Qatar Ooredoo World Padel Championship. El perfecto resumen de que la victoria, quizá, se fraguó mucho antes de lo que nadie hubiera imaginado.
Y es que el triunfo de España en el Mundial ha sido rotundo, incontestable e histórico. El doblete -el tercero logrado- es un capítulo importante en la historia del deporte español que contrasta la realidad y corrobora una apuesta en firme de este país por una disciplina que tiene ya en la internacionalización su próximo eje de movimiento.
Y, por ello, vamos a analizar las claves de un triunfo que, cuando este deporte esté en el escalafón que va a estar -que nadie lo dude- será recordada como uno de los capítulos más brillantes de la historia.
La alineación, clave
Muchos han sido los condicionantes de lo que acontecería, pero este es, sin duda, el de mayor relevancia. Por el resultado, sí, pero también por la idea. España, ahora se puede decir, era inferior a Argentina. Al menos, por nombres, el favoritismo era de la albiceleste y había que buscar algo que agitara la película. También en lo emocional. Y se consiguió.
El favoritismo de argentina acabó cuando finalizó la presentación de los himnos -ahí los argentinos también mandaban 1-0-, pero al salto al 20x10 todo debía virar en una dirección que hiciera, por un lado, pensar a Argentina que podía perder, y a los jugadores españoles que, trabajando, podían ganar.
Juanjo Gutiérrez se la jugó -y mucho- y le salió cara. Nadie concebía separar a Galán-Lebrón y él apostó por una eliminatoria a dos partidos. Dividió a esa dupla, mandó a cada uno de sus integrantes a los dos primeros encuentros y los acompañó de descaro y experiencia.
Ale Galán con Arturo Coello y Juan Lebrón con Paquito Navarro. El primer partido, para agitarlo todo, el segundo, para intentar definir. El resultado, ya lo conocemos.
El escenario, propicio
Es, seguro, un factor diferencial. Si este Mundial se hubiera disputado en otras condiciones, en otra pista, con otro estadio y sin el halo mágico que ha rodeado a todo el evento, es muy probable que el resultado no hubiera sido el mismo.
Los españoles son jugadores que necesitan de escenarios calientes para rendir y los argentinos, con la albiceleste en el pecho, son capaces de convertir cualquiera en el salón de su casa. Y no se entienda mal. La emotividad argenta y la pasión que transpiran cuando juegan con su selección es algo único en el mundo del deporte. Y es de admirar. Ni que decir tiene que ver a la mayor leyenda de este deporte, 42 años mediante, emocionarse con el himno es la estampa más icónica posible. Por ello la central de Khalifa International Tennis Complex fue, seguro, el mejor set posible para vivir un capítulo histórico para España. Les metió más en la eliminatoria y les motivó más aún.
Parte de la charla técnica fue por ahí. Era el lugar, el día y la hora. Habrá un 2022, claro, pero todos los jugadores sabían que este Mundial estaba bajo los focos de medio mundo e hicieron que jugara a su favor.
Coello y Galán, una embestida moral
El primer punto de la eliminatoria cambió el paso a todos. Arturo Coello y Alejandro Galán saltaban como pareja uno y lo hacían ante, nada más y nada menos, que Agustín Tapia y Sanyo Gutiérrez, la dupla que acababa de proclamarse campeona en la prueba sueca de World Padel Tour.
Y todo salió, incluso, mejor de lo esperado. La idea era un partido agitado, rápido, de puntos cortos, claro dominio aéreo y con tendencia al achique de la red por parte de la pareja española. El resultado del primer set fue contundente, pero más aún el tiempo de duración. 16 minutos.
Galán y Coello supieron salir motivados, pero no sobreexcitados. Y es difícil. El madrileño asumió la capitanía del equipo en el partido más complicado y supo monitorizar el partido y llevarlo a donde los intereses españoles eran victoriosos. El vallisoletano, directamente, fue el mejor jugador de la final. Con 19 años mostró un control del escenario insultante y lució una actitud impropia de su edad.
Argentina lo intentó y no estuvo lejos, pero era el día de Galán y Coello. Cada embestida hacía más daño en lo anímico que en lo deportivo y aunque Sanyo Gutiérrez intentó trabajar el globo como trampa donde cazar a los españoles, la apuesta saldría bien para los de Gutiérrez.
Paquito y Lebrón, la dificultad del equilibrio
Más de 1 año después, volvían. La primera pareja española en encaramarse al número del pádel mundial regresaba a una pista tras haber puesto punto y final a una etapa victoriosa y lo hacía para atacar una empresa aún mayor. Ser campeones del mundo.
Y no era fácil. Por todos es conocido que ambos lucen un carácter fuerte y dominador y la búsqueda del equilibrio era un ejercicio de tanta importancia, casi, como el de ser arrolladores y/o dominadores en pista.
Lo lograron con facilidad en el primer set con un pádel alegre y autoritario y donde Navarro era el mapa y Lebrón la brújula. Sin paliativos, la mejor versión de una pareja que lo tiene todo y que son ser el claro exponente de hacia dónde se dirige el pádel, tiene un estilo de juego muy reconocible y muy completo.
Pero el equilibrio, como decíamos, conlleva riesgo. Caminar sobre el alambre supone el asombro en la consecución del éxito, pero también la duda en el camino. Y ahí es donde Fernando Belasteguín y Martín Di Nenno encontraron la palanca sobre la que mover su remontada. Alejaron a Lebrón de la red, cargaron sobre Navarro sin descaro ni piedad y dejaron que, poco a poco, la tela de araña del ‘Boss’ hiciera el resto.
La gestión emocional de un final épico
Belasteguín y Di Nenno remontaron el segundo set y se encaramaron casi al marcador porque le metieron cloroformo al partido y supieron hacer buenos dos breaks -uno por manga-. Con 5-2 a favor, ni cotizaba la remontada española.
Todo estaba ya preparado para el tercer partido, pero el giro de guión tendría más de película de Cristopher Nolan que de partido de pádel. Tras el paso por banquillos, España probó un cambio para meter a Lebrón de nuevo en la película y forzar un cruzado Navarro-Di Nenno. Sin australiana en el servicio. Arriesgado, pero efectivo.
Sacaron adelante el 5-3, se lo jugaron todo a un break que les permitiera soñar con la remontada y lo consiguieron. Y buscaron el triple salto con tirabuzón. Con 5-5, 15/40 y dos pelotas de rotura finales, la cosa se pondría aún más cuesta arriba. Navarro, con calambres en su gemelo, hacía saltar las alarmas y necesitaba de la ayuda del fisioterapeuta.
Entonces, los andaluces -con ayuda desde el banquillo- hicieron gala de una capacidad que muchas veces se les ha achacado. La gestión emocional de unos maduros Navarro y Lebrón fue el bote salvavidas de un barco que había tenido tocada su línea de flotación moral. Lograron un segundo break consecutivo, se dispusieron a sacar el encuentro adelante y la épica, más aún, se apoderó del discurso. Argentina aún tendría mucho que decir e iba a disponer de un 0-30 y 30-40 para mandar el partido al tie-break definitivo.
Pero Qatar no es Cascáis. Ni los jugadores, los momentos ni las circunstancias. Entonces, Argentina -con Bela como actor principal- remontó en el segundo partido un 0-3 en el segundo set y un 4-5 y servicio para España en el tercero. Y acabó campeonando tras la victoria en el posterior y definitivo encuentro. Este año, no sería así.
Esta vez, el resto de Belasteguín encontró la cinta -30/40- y el clásico x4 del de Pehuajó -deuce- no dibujó su vuelo al exterior porque se topó con las protecciones de la puerta. Esta vez, Navarro, con su servicio -y una pala mermada-, y Lebrón, con su volea, forzarían al error argento que les daba la final.
Qatar era el lugar indicado para que España, 5 años después, se cobrara una deuda ya histórica con el pasado. El deporte es eso, momentos, detalles. Todo cambia y solo lo que trasciende permanece. Qatar era el escenario elegido para que la selección masculina levantara un título que no obtenía desde Riviera Maya -México, 2010- y se ganara un espacio privilegiado en la historia.
El mejor cierre posible para una victoria para muchos imposible. El broche de oro para una generación que logra un título que se resistía desde hacía 4 ediciones -3 para Argentina y una en blanco- y que lo tiene todo en el fondo y la forma. Poco más se puede pedir.