Otoño de mis amores. (Caza, campo y conservación)
Otoño estación de los colores. Colores que nos trasladan a un mundo mágico donde los olores se mezclan con los manjares que nos regala la tierra
Otoño estación de los colores. Colores que nos trasladan a un mundo mágico donde los olores se mezclan con los manjares que nos regala la tierra. Los ocres bañan nuestros montes y hacen que nuestros sentidos se embriaguen de toda esa belleza bruta.
Tiempo de castañas, setas y hongos que, junto a nuestra carne de caza, hacen que se convierta en la época donde los restaurantes se vuelcan con nuestra gastronomía y nuestras cocinas emanan aromas que nos enamoran.
A los que amamos el campo, la naturaleza y su conservación, salir a coger castañas, níscalos, hongos, naranjas..., es una prebenda que disfrutamos como si volviésemos a ser niños. Disfrutando de cada placer que el monte nos ofrece.
La que suscribe aún no ha salido a practicar ninguna de las citadas modalidades, pero ya puedo oler un buen plato de migas con su huevo frito junto al calor de la lumbre y darle buena cuenta rodeada de grandes amigos, antes de colocarme en mi postura. Eso para quien diga que no hay vida después del verano…
Los cazadores, además le sumamos que estamos a punto de comenzar la temporada de caza, deseando escuchar el sonido de las caracolas, como pistoletazo de salida. No obstante, estamos aún en temporada berrea y ronca del gamo.
Por lo que se puede decir que tenemos para cubrir casi todos los gustos de modalidades cinegética, entre esperas, recechos, montería... o sencillamente, para echarse al monte a escuchar los susurros del campo.
A cuento de ello, hace un par de días, decidí hacer lo propio e ir, con prismático en mano, a escuchar bramar el monte (de El Pardo). Y, para mi asombro, tuve el privilegio de escuchar (porque no se dejaron ver), por primera vez, la berrea del ciervo junto con la ronca de los gamos.
El espectáculo elevado a la máxima potencia (que debe ser mucho porque soy de letras y suena bien). Después de unos días, cuando cierro los ojos, se me vuelve a poner el bello de punta.
Soñar con un puesto limpio, donde pueda ver gran parte de la mancha y, si ya cruzan reses, se parecería bastante a la definición de paraíso. Que llegue a conseguir un lance o no, es lo de menor importancia.
Pero aún quedan unos días para abrir la menor y eso hace que muchos cazadores esperen impacientes el momento de ir con sus perros detrás de tan preciadas piezas. Entre ellos, una servidora.
Es como si viese a mi perro echarse al lado de los aperos de caza, hasta que suena el despertador (que no hace falta ni ponerlo ya que, la noche previa a la apertura de la general, no duerme ningún cazador de bien). Mover el rabo y agitarse de un lado a otro de la cocina mientras me tomo un café bien cargado... Es como un ritual: el primer día de caza.
Seguimos tachando los días de nuestro almanaque con infinitas ganas e ilusión, pero hoy no quiero despedirme sin compartir con todos vosotros, cazadores o no, estas palabras que son sin duda, uno de los fundamentos principales de la CAZA:
“No mates, caza. Porque no es lo mismo matar que cazar. La persecución, el acoso y la muerte de la pieza, siempre han exigido del cazador esfuerzo físico y agudeza mental. Y en cuanto al ejercicio de la caza contribuya a desarrollar tus músculos y afinar tus sentidos, será para ti una actividad noble y deportiva, regida por la eterna ética biológica.
Una sola pieza que te exija una tarde entera de persecución, una penosa espera desafiando al ciervo o un laborioso cálculo de estrategia cinegética, representara más alta conquista y más provechosa dedicación que cien infelices animales derribados con comodidad y sin fatigas. Porque no es la cantidad de capturas lo que forma y ennoblece al cazador, sino la calidad de las mismas”.
Felix Rodríguez de la Fuente
¡Amén!
Seguimos velando armas… ¡Buen fin de semana!