Cinco horas con Barto
Koeman, como la Carmen de Delibes ante el féretro de Mario, dijo muchas cosas en el Clásico vestido de luto que señalan al pasado y que explican el presente.
Poco antes del Clásico, para calmar la tensión y con el objetivo de que el minutero avanzara más ligero, fui a echar un ojo durante un par de horas a la maravillosa exposición que hay en el corazón de la capital sobre Miguel Delibes. A las 19:00, con la victoria del Madrid digerida y las declaraciones de los protagonistas ya asimiladas, caí en la cuenta de estar mezclando todavía en cierta forma lo vivido en la Biblioteca Nacional con lo ocurrido en Barcelona. Koeman era la Carmen de Cinco horas con Mario, Bartomeu el difunto, el libreto del tiqui-taca emulaba a la Biblia que da carrete a la viuda delante del féretro de su marido y el Camp Nou, silencioso, era calcado al velatorio. Ambas cosas, con sus diferencias, no eran más que un repaso agrio, tajante y rencoroso al pasado, con sus cosas buenas y otras muchas mejorables, sin poder modificar el descorazonador presente. Este Barça y sus aficionados también visten de luto.
Con su alineación en el primer partido grande la temporada, Koeman dijo muchas más cosas de las que parece y, sin quererlo, no dejó de lanzar reproches subliminales al presidente que ahora yace moribundo. El inolvidable soliloquio de Delibes, creado en 1966 y que aún se representa en los teatros, podría tener su continuidad en clave futbolística y emitirse en Netflix. Apartado Ter Stegen por causas de fuerza mayor, la defensa ante el Madrid fue casi la misma que ante el Bayern en la tragedia de Lisboa. Ronald no tiene más porque la gestión de Bartomeu se estudiará en los manuales de Empresariales como un compendio de todo lo que no se debe hacer. Tras aquella triste noche de verano pareció evidente que todo saltaría por los aires con ocho goles encajados, pero ahí siguen Piqué y Alba, por galones, rendimiento y por los ceros del contrato, y aún permanece Lenglet debido a que no hay dinero para fichar a otro central con más nivel, a la espera de que llegue Eric García gratis o a que Araujo haga la mili y le siente.
Un escalón más delante, con Pjanic todavía con las agujetas de la pretemporada, sin más alternativas de peso y con las ganas de empoderar a Busquets y De Jong y no perderlos para la causa, Koeman los alinea paralelos en un dibujo que no va bien a ninguno. Un 4-2-3-1 que no deja de ser un dardo al 4-3-3 añorado. Arriba le sobró valentía y quizás también experimentos, ya que Pedri, Coutinho, Messi y Ansu no jugaron donde suelen, pero lo más importante es analizar la trastienda del mensaje en esa delantera, que es donde se marca la diferencia en la alta competición. Sin Neymar, Suárez y ni siquiera Depay por las tropelías de estos últimos años, el técnico tiró de juveniles frente a los trienios y las garras de Ramos antes que aferrarse a Griezmann y Dembélé, dos herencias a la que hubiera renunciado ante el notario. En esta escena, Koeman, cuan viuda, lanzaría un suspiro después de secarse las lágrimas.
Al igual que Delibes, el míster pintó en el Clásico un cuadro despiadado para el aficionado que, para muchos, se va desfigurando al ritmo de Messi. Bartomeu, como Mario a su mujer, no le dio aquellos placeres que demandaba y que al final generan frustración. Koeman replica en más cosas a la Menchu de la ficción: muestra agradecimiento a quien le fichó, como ella a quien le acompañó en su día a día, pero ve poco a poco degradada su figura de hace nada, cuando era seleccionador rumbo a la Eurocopa o cuando le alabaron este mes por devolver la ilusión a un Barça en llamas. Hay algunos críticos que, en Cinco horas con Mario, intentan explicar la crudeza de la viuda, en su desahogo, achacando que el marido mostró en vida cierta despreocupación de sus deberes conyugales por atender a su filantropía. Puede ser. Hasta Bartomeu, pendiente de cosas pueriles, con un currículum repleto de tachones y a punto de exiliarse, tiene quien le justifica. Lo que está claro es que Koeman, de momento, con o sin razón, ha señalado al VAR para analizar la situación. Carmen, lo recuerdo, acabó pidiendo perdón.