La reinvención de Triay y Sainz
La pareja española, tras un año de altibajos, ha recuperado su mejor versión y ha ascendido a lo más alto del circuito World Padel Tour en la Race 2020.
Solo había un escenario posible para la reinvención. O, al menos, para escenificarla. Barcelona las ensalzó, las vio dudar, quizá caer y, ahora, las ha devuelto a lo más alto. Gemma Triay y Lucía Sainz están de regreso.
La Ciudad Condal ha acogido de forma reciente el Barcelona Master, la octava para del circuito World Padel Tour 2020, encumbrando a la pareja estandarte de Asics en el ranking femenino que lograría sumar su segundo entorchado del año y, lo que quizá es más importante, el número uno del Race 2020 al menos hasta Alicante.
Un pádel femenino que vive, quizá, su mejor etapa. El circuito profesional deambula por su temporada más complicada –pandemia sanitaria de por medio, claro-, pero se deleita con una espectacular partida entre cinco duplas que aspiran a todo, se reparten los títulos y ponen en duda torneo sí y torneo también las cábalas de los gurús de este deporte.
Y, ahora, la partida la dominan Triay y Sainz. Una situación que, para muchos, es tan inesperada como esperanzadora. Los focos se alejaron demasiado pronto de sus siluetas en la pugna por las grandes citas o la lucha por el trono femenino, pero ellas solas se han encargado de redirigir todas las miradas.
La lejanía
Porque el pádel, aunque amenace de forma constante con ello, ya no entiende de hegemonías. Instantes, momentos, matices y rachas dominan este deporte convirtiendo el éxito en un capítulo tan fugaz, efímero y, muchas veces, cambiante que solo puede mejorarlo.
Bien lo saben Gemma y Lucía. Tras un 2018 para enmarcar con cuatro títulos y dos finales, el 2019 decidió cambiar el guión sin previo aviso cuando más reales eran sus opciones a todo. El resultado, un palmarés algo más tibio con un título y una final.
Pero la gravedad no radicaba en los títulos. O no toda. Su imagen se desdibujó. Su juego estable, sólido, fiable y bien consensuado flaqueaba. Sin saber cómo ni porqué, pasaron de las certezas a las preguntas. Y de ahí, a las dudas.
Nunca estuvieron excesivamente lejos de sus objetivos, pero tampoco volvieron a estar de nuevo tan cerca.
La reinvención
Las distancias largas se miden en objetivos cortos. Algo así debieron pensar Triay y Sainz para encarar la temporada 2020. Tras haber redireccionado su carrera cambiando residencia y lugar de entrenamientos –Barcelona por Madrid- y entrenador –Marcela Ferrar por Rodrigo Ovide-, enfocaron el nuevo curso con una imagen nuevo.
Marbella las vio acariciar la final -cayeron en semifinales ante Josemaría y Marrero, a la postre campeonas- y la triple cita madrileña las devolvió a una final y, lo que es más importante, a su característico esquema de juego. No llegaron las victorias, sí, pero sí el reconocimiento de saber que estaban en el camino correcto.
Cerdeña sería el punto de inflexión. La primera y única cita internacional de 2020 iba a inaugura la primera de las tres finales consecutivas que iban a lograr y de las que lograrían salir victoriosas en dos de ellas –Cerdeña y Barcelona-.
Porque Barcelona ha sido la constatación de lo que era una clara tendencia. Triay y Sainz han encontrado el camino de regreso a su pádel y vuelven a tener el nivel, la fe y la convicción de poder ser lo que saben ser. Atrás quedan las dudas.
Sainz templa y salvaguarda la pelota mientras da consistencia, regularidad y astucia a cada jugada asumiendo el mayor caudal del volumen de juego. Triay, por su parte, acelera el compás maltratando la pelota –marca de la casa-, desplegando su innumerable catálogo de recursos y mostrando unas nuevas dotes de la jugadora ofensiva que sabe dominar por asedio y no solo por dimisión.
Una noticia más que positiva para el pádel femenino y que aprieta -más aún- el tramo final de esta atípica temporada 2020 que será recordada como la más disputada de la era moderna.