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SIN CADENA

La eterna duda sobre el ciclismo y la promoción turística

Recién acabado el Mundial de Yorkshire -que no se va a distinguir por su brillantez-, buscamos datos que nos digan si es rentable como vehículo de promoción

La eterna duda sobre el ciclismo y la promoción turística
Volta Catalunya

Como acaba de terminar un Mundial de Ciclismo profesional, y tras ver un poco el runrún de las redes sociales sobre el mismo, me vuelve a asaltar una duda que, en realidad, planea cada año por todo el espacio aéreo de nuestro deporte. La pregunta siempre es la misma y las respuestas no son fáciles: ¿es rentable el ciclismo? Pero la vamos a adaptar al cometido de este blog. ¿Es rentable el ciclismo como vehículo de promoción turística? Y le sigue otra incógnita. ¿Hasta qué punto el cicloturismo puede sostener financieramente el gasto en esa promoción?

En realidad, creo que todas las respuestas y argumentos se pueden resumir en una palabra: depende. Quizás precisamente el Mundial sea uno de los eventos más difíciles de rentabilizar, ahí donde lo vemos. Queda para la posteridad el caso de Ponferrada 2014, que todavía cuatro años después las autoridades municipales lamentaban haberlo celebrado. No hay, sin embargo, cifras que nos digan si el peregrinaje cicloturista ha aumentado o disminuido por allí desde entonces. Bergen 2017 (Noruega) tuvo la impresión de ser un éxito enorme de público, pero las autoridades nórdicas hacían público días después que el presupuesto se había encarecido en torno a un 40%, y hablamos de varios millones de euros de desfase. Pronto conoceremos las cifras de Yorkshire, aunque el terrible tiempo que ha reinado durante la semana probablemente inviten más a huir de la región que a otra cosa. Una región que, no olvidemos, tiene el Tour de Yorkshire masculino y femenino durante la temporada y que a buen seguro posee rincones magníficos para darle a los pedales. Pero no han lucido en esta ocasión.

Pero también es verdad que el Mundial es un evento peculiar en todos los sentidos. Lo que sí creo que está fuera de toda duda es el ‘efecto espejo’ que tiene el ciclismo profesional sobre los aficionados que están debajo y tratan de imitar las conductas de sus ídolos del pedal, o buscan para sus siguientes vacaciones el mismo destino por el que ya han transitado los pros. Sin ir más lejos, el otro día un amigo mío se metió en el Picón Blanco, puerto no-muy-largo pero sí-muy-duro y que se está poniendo medio de moda entre el paisanaje ciclista por haber sido final de etapa de la Vuelta a Burgos dos años seguidos. Incluso ya sonó para la Vuelta a España.

Resulta muy interesante un reportaje de El Confidencial en el que rastreaban el dinero público que se llevaba precisamente la ronda española. En el mismo, el alcalde de Arredondo decía que quizás el turismo en su pueblo, cuyo término municipal alberga la ascensión a Los Machucos, ha podido subir como un 60% desde que La Vuelta popularizase la cima en 2017. Repitió, recordemos, en 2019. Pero aquí estamos hablando de cifras mucho más modestas. Siempre según este informe, la llegada a Los Machucos y la posterior salida de etapa al día siguiente costó como unos 130.000 euros a las arcas cántabras.

Se pueden contrastar un poco mejor las cifras con Asturias. En este 2019, el Principado ha tenido que soltar unos 200.000 euros a Unipublic para ese tríptico de etapas de Oviedo, el Acebo y La Cubilla. Y mira que el espectáculo deportivo, sobre todo en esta última, no fue brillante. Por tener un cálculo, en 2015 también hubo tres días de carrera en tierras asturianas. La Unión Hotelera Asturiana presentó entonces un estudio de impacto de la Vuelta en la región, cifrándolo más o menos en 2,1 millones de euros, de los que 830.000 eran el impacto mediático, siempre más etéreo. Sólo el gasto hotelero y de restauración –más tangible- por parte de gente de la carrera y aficionados ya superaba el millón. O sea, devolvía la inversión multiplicada por cinco.

Obviamente me he ido a una carrera como La Vuelta, pero en parte es porque al ser la de mayor impacto también es donde abundan más las cifras. Nos podemos ir también a la Volta a Catalunya, que en 2018 aseguraba haber generado un impacto económico total de unos 20 millones de euros. Es verdad que, en su caso, tiene más difícil atraer cicloturismo por sí misma en los puertos de montaña que transita… porque ya son lugar de peregrinaje habitual al encontrarse en pleno Pirineo. En 2019, la ronda catalana no ha facilitado cifra de impacto total –o yo no he dado con ella- pero sí aseguraban que había tenido casi 17 millones de espectadores por televisión a nivel europeo. Que no está nada mal.

Son algunos ejemplos negativos y positivos. Y por cerrar y concluir, una opinión personal. Yo sí creo que el ciclismo es un deporte rentable y que las carreras profesionales suponen un tirón mediático importante para lugares que pretenden posicionarse como destino para que después vayan los cicloturistas. Está claro que aquí los lugares estrella son los puertos. Una etapa de montaña donde además haya espectáculo Obviamente sólo con esto no vale. Hay que acompañarlo de cierto tejido para el ciclista, tanto con rutas como en negocios que puedan tener lo que este público demanda. Y tampoco es que una región vaya a vivir únicamente del cicloturismo, pero sí puede suponer un segmento turístico estable que sostenga mejor un lugar concreto cuando fallen otras patas que lo sustenten.