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MR. PENTLAND

Un problema llamado Neymar

Moraleja: “Si yo fuera presidente no ficharía a Neymar, pero como afortunadamente no lo soy, lo traería mañana mismo”. Y que jueguen como quieran.

Un problema llamado Neymar
RODOLFO MOLINADIARIO AS

Conozco a entrenadores que a estas alturas del mercado desconectan de lo que no pueden controlar y centran el foco en la pizarra, se ponen en manos de sus directores deportivos y fían sus sueños a la chequera mientras pulen su primer once oficial. Y he tratado con otros, sin embargo, que no logran pensar con claridad hasta el otoño y son la sombra del presidente hasta que LaLiga echa el cierre de madrugada al mercado de verano. No por conexión, sino más bien por desconfianza.

Juan Ramón López Muñiz, por poner un simple ejemplo, llegó a vivir en las oficinas de El Sardinero los tres últimos días de compras y ventas en la temporada 2008-09 para controlar que su lista de prioridades, con tres alternativas por demarcación, se desplegaba en la mesa entre los arreglos de Pernía y sus comisionistas. Si el míster les hubiera dejado solos, el Racing hubiera vestido a Tuto Sañudo de corto y hubiera puesto a Revilla solo en punta. Cada final de agosto recuerdo estas historias comunes y reincidentes y no puedo hacer más que compadecer a técnicos como Marcelino, acostumbrado allá donde va a empezar el campeonato cabreado hasta con su sombra y con serias dudas de si seguir haciendo historia o volver a abandonar. La puñalada de Rodrigo le tiene trepando por las paredes.

Los entrenadores son los grandes sufridores de este arranque de Liga. Se desesperan por los jugadores que no logran quitarse de encima, pese a señalarlos sin disimulo en mayo, y por todos aquellos que no acaban de llegar, aunque sus suspiros se escuchan desde antaño. Los hay que tienen el agobio de repetir gestas pasadas, los que andan estresados por la nueva categoría que les toca defender y los que la pretemporada les ha dejado ya poco crédito sin haber empezado lo serio. El mercado es donde recargan pilas y las esperanzas, reestructuran los objetivos provisionales de pretemporada y van conociendo cuál será la duración real de sus contratos. Aun así, me sorprende que, de entre todos los entrenadores que hay en España estos días a base de Tranquimazin y con los diversos líos que todavía hay por resolver, la mayor preocupación popular se centre en el estado de Zidane y en los planes de Valverde. Con todo el talento a su alrededor que desprecian y el abanico que tienen para elegir. La pregunta reincidente hasta duele: ¿Serían capaces de encajar a Neymar en sus equipos?

He encontrado a madridistas más precavidos por fuera que Roncero, pero con la misma patología por dentro, que de forma preventiva son capaces de desarrollar una teoría con varias ramificaciones y aristas en la que pretenden (y hasta consiguen) convencer al personal de que Neymar es Lucifer. Con él todo irá mal. Las razones más repetidas son estas: juega donde Hazard y tapa a Vinicius, cobra el triple que Ramos y desestabilizará, sale mucho de fiesta y se lesiona demasiado. Como si (por este orden) a alguien le importara que Vini fuera la clonación de Manolín Bueno, como si ese dineral no fuera merecido pese a la comparación con el capo del vestuario, como si en Opium no bailaran a menudo más madridistas entre semana o como si Bale ya ni se constipara. Pero aquí, lo cierto es que todavía tiene un pase la defensa del ‘no’ al crack cuando llega la conclusión. Esa en la que los novicios de esta nueva orden anti-Neymar sacan a paseo los títulos conseguidos en los últimos años. Visto así, parece que Ney, los tois que le rodean y O pai no hacen mucha falta.

Los razonamientos por parte culé para no querer perdonar a Neymar o verlo como un hándicap para el entrenador, aunque entendibles y respetables, son de mucho menos peso. Quien viera al Barça arrastrarse en el Benito Villamarín en la final de la Copa del Rey de hace sólo dos meses y medio entenderá que todo es poco para recuperar la grandeza. Si el problema es Neymar, qué será Coutinho. Si es por sentimientos (es un traidor y tal…), he aquí todos mis respetos. Hay heridas sin cicatrizar. Ahora, no esperen que respalde o me sume a aquellos que hablan de dinero en una operación, como si fuera suyo o saliera de los impuestos, o aquellos otros que hablan de que ya no hay hueco en el once. Es como si a una redacción entrara por la puerta Enric González ofreciendo sus servicios y alguien osara decir que no hay ordenadores libres y que ya si eso vuelva otro día. Que Valverde se estruje la mollera y que Bartomeu coloque el excedente. Digo yo.

Puestos a pensar, en los estatutos del Barça nadie dice que haya que jugar todos los días con un 4-3-3. El 4-2-3-1, por ejemplo, valdría si hubiera la necesidad, que tampoco la hay, de jugar con todas las estrellas a la vez. Ter Stegen; Semedo, Piqué, Umtiti, Alba; De Jong, Rakitic; Griezmann, Messi, Neymar; y Suárez. No está nada mal. Pero qué quieren que les diga, ahora que está de moda lo vintage, si Valverde quiere pasar de verdad a la historia, cosa que ahora sólo ha logrado en mayor parte por sus accidentados viajes a Roma y Liverpool, que apueste por volver a la legendaria WM del blanco y negro, con sus variantes del 2-3-5 y del 3-2-2-3. Así cabrá arriba Dembélé y querrá volver pronto hasta Guardiola.

La moraleja me llegó, vía redes sociales, tras una reflexión televisiva de Josep Pedrerol hace días, que sin ser una frase que pasará a la historia como las de Séneca, viene de maravilla para resumir este caso: “Si yo fuera presidente no ficharía a Neymar, pero como afortunadamente no lo soy, lo traería mañana mismo”. Y que jueguen como quieran.