El Buenos Aires Master: de lo deportivo al ruido
El evento argentino del World Padel Tour cumplió las expectativas y ya se ha convertido en una de las citas más importantes a pesar del ruido extradeportivo generado.
Ya pasó el Buenos Aires Master. Para bien o para mal, la cita bonaerense del World Padel Tour 2019 es ya historia y, ahora, es momento de hacer balance de una prueba que ha tenido mucho bueno de lo que presumir y alguna sombra que mejorar.
El Buenos Aires Master, fecha marcada en rojo
Porque lo primero que hay que decir es que el Buenos Aires Master ha cumplido. Y con creces. La parada del circuito en La Rural no ha defraudado y ha cumplido con la vitola de ser una de las citas más espectaculares del calendario profesional.
Porque por continente, contenido, emotividad y desarrollo en la pista debe ser reconocida como una de las citas señaladas en rojo en el calendario. Y no solo por los jugadores –argentinos- sino por el amante del pádel en general. La competitividad y el halo que la rodea hacen que sea única, diferente y auténtica.
No existe una prueba fuera de España que sea capaz de canalizar lo que consigue el Buenos Aires Master. Y lo mejor, con toda seguridad, estará por venir.
La fiebre del pádel ha regresado a Argentina
Un Buenos Aires Master que, además, pone de relieve una realidad. El pádel se está recuperando en Argentina. Tras pasar una década sumido en una especie de melancolía por lo que fue y no es, ahora parece que está volviendo a coger cuerpo en forma y fondo.
Porque la industria y el deporte parece que vuelven a tener notoriedad en la sociedad. Se sigue, se consume y se genera. Hay cada vez más información relativa al circuito profesional y local, cada día los eventos deportivos tienen más concurrencia y la fiebre por el que durante años fue deporte fetiche sigue creciendo.
Prueba de ello es las ganas con las que se recibe la cita del Word Padel Tour cada año. A pesar de las inclemencias meteorológicas, de las derrotas de las parejas anfitrionas o de cualquier escollo que se interponga en el camino del Buenos Aires Master, el aficionado argentino lo acoge con ganas. Con muchas ganas.
La pista siempre manda
Más allá de todo lo extradeportivo, lo que manda es la pista. Siempre. Y en el Buenos Aires Master no iba a ser menos. Fuera del veinte por diez queda el ruido que se genera –del que hablaremos más abajo- y lo que manda es el devenir deportivo.
Pena que, en esta edición, la final, que se presentó frenética y emocionante en su primer y, a la postre definitivo set, quedara en un mero amago por la lesión de Fernando Belasteguín que todavía no conoce el tiempo de baja.
Una pista que, por ende, determinó que Ale Galán y Mieres fueron los mejores. Quizá no lo estaban siendo en la final, quizá no lo serían de no haberse cruzado esa desafortunada lesión en el camino del de Pehuajó, pero bien es cierto que su periplo en este Buenos Aires Master bien merece un titulo, una lectura positiva y una mirada más positiva al futuro. Si es que lo hay...
Hubo ruido, mucho ruido
Y, finalmente, no se puede obviar que hubo ruido. Mucho ruido, como diría el maestro Joaquín Sabina. Ruido que, incluso, afectó a la pista, a los jugadores y al propio torneo como tal.
Porque la actitud del público con Juan Lebrón en los cuartos de final pitando, silbando y aullando en forma de burla y ofensa contra el gaditano es, cuanto menos, reprobable. No estuvo bien, no fue un acto del que hacer gala y, en momentos concretos, rozó el bochorno y extralimitó lo deportivo cuando necesitaba de la asistencia del fisioterapeuta.
Pero no fueron todos los aficionados. Ni siquiera fueron muchos. Los hubo, sí, pero no desmerecen a una afición, la misma afición, que en semifinales encumbró y vitoreó, por ejemplo, a un Alejandro Galán que comparte nacionalidad con Lebrón o Paquito.
Y se generó ruido, mucho ruido, con la reacción de Stupaczuk y Matías Díaz. O con ausencia de esta. O con ambas. Las palabras de Stupa tras la victoria no fueron afortunadas, es evidente, pero deben englobarse en unas circunstancias concretas en las que las pulsaciones están muy por encima de la media, la adrenalina juega malas pasadas y la euforia distorsiona la realidad.
Porque tras los hechos ocurridos la ola de comentarios, críticas, hilos y posts que se han desencadenado en redes sociales, es desmedida casi en su totalidad y avergonzante en circunstancias concretas. En algunos casos, incluso, peor que los propios hechos. Hay que aprender, valorar qué cosas benefician, mejoran y hacen crecer el pádel pues, no olvidemos, es aún un deporte muy joven para caer en vicios y clichés y hooliganismos que lo lastren. Sin lados Sin banderas.