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SIN CADENA

El Pavo de Vélez-Málaga 2018: Misión cumplida... y sufrida

Por fin llegó el momento. Así fue la experiencia de la primera vez que me puse un dorsal desde el año 2011. Diversión y sufrimiento. En definitiva, ciclismo

Cómpeta
El Pavo de Vélez-Málaga 2018: Misión cumplida... y sufrida
Fran Garrido

 Aviso desde ya que la entrada de hoy será mucho más extensa que otras. Por fin llegó el día y, siete años más tarde, nos pusimos el dorsal 181 a la espalda para completar la XXV Clásica del Pavo de Vélez-Málaga. Para que luego no se me olvide con las emociones intensas del relato, desde ya agradezco al Club Ciclista Veleño no sólo la atención que han tenido hacia mí y hacia el resto de los casi 300 que nos dimos cita allí, sino el empeño que ponen para seguir durante 25 años organizando este jaleo.

Como ya he dicho, esta entrada será más larga. Y lo será, en parte, porque voy a poner bastantes números que, creo, ayudarán a entender cosas. Para quien no me conozca, mido 1’86. O sea, que ya de primeras el tipo de escalador… no lo tengo. El 1 de octubre, después de un mes haciendo kilómetros en coche y 10 días de vacaciones con mi mujer, empecé a entrenar con 93,4 kilos de peso. Tengamos en cuenta que para yo estar fino fino, tengo que andar entre 80 y 82, chispa arriba o abajo. El día 15 de diciembre, anterior a la prueba, pesaba 88,7. Casi cinco kilos en dos meses y medio pero, como veis, desde un nivel base bastante flojo.

Confirmando inscripciones en la Plaza de las Carmelitas de Vélez
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Confirmando inscripciones en la Plaza de las Carmelitas de VélezCC Veleño

Bien, pues con estos números y con un ‘tapering’ de seis días nos presentamos en la salida. De primeras, reencuentro con gente a la que hacía mucho tiempo que no veía. Desde los altavoces insisten en que, como el día va a ser bueno –apenas hay 7 grados en Vélez-Málaga a las 9 de la mañana, frío para esta zona-, antes de salir hay coche guardarropa. Nos juntamos allí casi 280 criaturas para darle a los pedales, récord absoluto de estas dos décadas y media de carrera. Con unos minutillos de retraso –pasa siempre y en todas partes-, se da el pistoletazo de salida. Tenía que hacer cuatro cosas para que la prueba no se convirtiera en un infierno.

1. Entrar a Benamocarra, comienzo del primer puerto, bien situado en el grupo. Si en la primera rampa me quedo descolgado y solo, la prueba se me puede hacer bola.

2. No cortarme en el descenso del puerto, para después no tener que darme un calentón para enganchar, aunque el tramo llano entre puertos no me preocupaba.

3. Tener cuidado en los tramos urbanos, porque no todo el mundo sabe andar bien en pelotón y al final siempre hay caídas. Incluso yo mismo, después de siete años, no sabía muy bien cómo iba a ir en grupo.

4. Llegar a Algarrobo también en el pelotón, que en 2011 cuando corrí empecé el puerto a un minuto y pico.

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CC Veleño

Total, que empieza la carrera y de primeras voy un tanto inseguro en bici entre tanta gente, pero sorprendentemente pronto me acomodo. Recorremos Vélez-Málaga y, ya sí, salimos del pueblo en dirección a Benamocarra, donde empieza la subida a la Loma de Iznate, o de Cajiz según por la vertiente que se suba. Porque dile tú a uno de Cajiz que la loma es de Iznate, o viceversa. Nosotros afrontamos la primera. Cuando empieza el puerto yo estoy, más o menos, en el puesto 100 del pelotón. Mejorable, pero no es mal sitio. Voy hablando con un colega que se llama Víctor, como yo, pero es sub23 y anda bastante más que yo. Primera rampa seria, 14% para entrar al pueblo. La paso en el pelotón y luego callejeamos un poco por el pueblo.

Salimos y ahora se mantiene el asunto estable al 6% un buen rato. Empiezo a notarme ya un poco forzado y no me la juego. Me dice Víctor que este año el ritmo va más vivo que el pasado, y desde la derecha entra un viento un tanto cruel que, aseguran los que me van adelantando, “después nos ayudará en la subida final”. Vamos, que todavía no, pero ya mismo el aire será nuestro amigo.

Aprovechando una curva miro hacia atrás y veo un chorreo de ciclistas. Decenas y decenas de grupitos subiendo, unos más rápido que otros y muchos de ellos adelantándome mientras yo trato de coger un ritmo que no acabo de encontrar. Finalmente lo logro metido en un grupo de unos 25. Dos de ellos van muy cómodos, se nota que van guardando, los muy zorros.

- Illo, ¿una serie? –dice uno, bajando un piñon

- Sí, ponte Narcos. Es de Netflix –responde el otro.

El que les escribe, tratando de sobrevivir
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El que les escribe, tratando de sobrevivirFran Garrido

Que no falten las ganas de reírse un rato, claro que sí. Pa eso estamos. En el tramo duro que hay pasado Iznate me propongo acabar el puerto con ese grupito. Me ha caído bien a mí esta gente. No duro más de 150 metros con ellos. "Hay que entrenar las pendientes de doble dígito, amigo, que te gusta mucho un plano. Ese culo tiene que pesar menos". Todo eso me digo. Decido sufrir y en el kilómetro y pico de falso llano recupero esos metros perdidos, entrando con ellos. Luego, por la noche, me daría cuenta de que había batido mi récord en ese puerto: 24’18”. Sólo 10 días antes había hecho 25’55”. Llego con las patas calientes, pero con margen. El coche escoba está lejos. ¡Bien!

La organización del CC Veleño, que se siguen portando como unos señores –avisan, por cierto, de que la carretera está abierta en sentido contrario y no podemos salirnos del carril derecho, bajo pena de descalificación y multa-, pone un avituallamiento de agüita, plátanos y naranja. Cuando yo llego, los primeros llevan unos tres minutos allí, pero los plátanos han volado. Llega la hora de reanudar y, a diferencia de la subida, el descenso es lentito. No me corto. Al contrario, empiezo a notar que controlo bien los tiempos del pelotón. Me meto en la conversación de dos ciclistas de cierta edad que hablan de la diferencia entre el que lleva toda la vida dando pedales y los que han entrado a raíz del ‘boom’ ciclista. Y todos llegamos a la misma conclusión. A todos nos gusta ver las carreteras llenas de bicis, pero hay mucho 'flipao' suelto. Y así llegamos a la parte plana. Sigo bebiendo bien, en ningún momento he pasado sed ni me molesta la ropa. Llevo maillot corto con manguitos y camiseta térmica debajo, con culote corto.

Para divertirme en la zona llana me ‘busco’ un cometido. Hacer de gregario para llevar adelante a una persona que tiene opciones de podio en su categoría, quiere progresar en el pelotón pero no acaba de encontrar la forma. Una vez está en el sitio que quiere, me pongo detrás para cubrirle la rueda. Definitivamente, me manejo en el pelotón con bastante más soltura de lo que esperaba. Otro aspecto positivo que me puedo llevar de esta experiencia.

El coche de la organización del CC Veleño pasa Torre del Mar y allí sí hay bastante gente en la carretera. Nos animan y aplauden, y ya enfilamos la parte decisiva. De momento he cumplido tres de los cuatro puntos que necesitaba para que la carrera fuese bien. Ahora, ‘patapúm p’arriba’ hacia Algarrobo, donde empieza de verdad lo serio. Antes de dar salida al tramo libre hay dos kilómetros de subida. Sorprendentemente, los aguanto todavía cubriendo la rueda que me he puesto de objetivo. Ya sí que no sé cómo va el asunto por atrás. Llegamos a Algarrobo… y estoy en el grupo. ¡Estoy en el grupo!

Los que se encargan de todo. Bueno, alugnos de ellos
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Los que se encargan de todo. Bueno, alugnos de ellosCC Veleño

Justo en ese momento, el coche que abre carrera se para. Hay que esperar a bastante gente rezagada. Y no soy uno de ellos. ¡Vamoooosss!. Yo debo estar, más o menos, en torno al puesto 80. Tras unos minutos parados… ¡Top! Salimos. Veo cómo arrancan los primeros antes de que lo haga yo y pienso en lo bien que iría si les echara un lazo. Total, que empiezo a subir. Me pasan bastantes y yo también adelanto a algunos. A ir buscando el sitio y, con suerte, un grupo en condiciones con el que ir cómodo. Veo que los primeros kilómetros pasan muy rápido. Si esto sigue así, voy camino de mejorar lo que hice en 2011. No dejo de hidratarme y aprovecho los poquitos descansos de esta zona inicial para beber. Por cierto, el viento que “nos iba a ayudar” viene racheado y de vez en cuando alguno suelta unas cuantas maldiciones.

Me engancho a otros tres y voy a rueda de ellos. Ahí estamos. En la pelea. Miro para atrás y hay gente que se acerca, otros que se van quedando lejos. Pero no veo el coche escoba ni la ambulancia. El objetivo está más cerca. 'Apenas' quedan ya 12 kilómetros de puerto. Eso está todo hecho. Ahora es prioritario mantenerme en este grupito hasta llegar a Sayalonga, donde acaba la parte más dura –aparte del final, claro- porque luego hay mucho falso llano y ahí podemos caminar.

Me doy cuenta de que llevo todo el rato sentado, así que voy a tratar de ponerme de pie para darle otro movimiento a las piernas. Justo va a empezar el tramo más duro, un zigzag en la carretera del 10-11%. Me voy a levantar… y un calambre vuelve a sentarme. No puede ser. Lo vuelvo a intentar. Otra vez. 'Sentaíto' estoy más guapo.

Ahora la cabeza ya entra en otra guerra. Dejo ir a los tres que van conmigo y empiezo a mirar hacia atrás, entro en el zigzag y cuando salgo de ese tramo duro trato de estirar el cuádriceps acalambrado. Se me sube el gemelo. El ritmo que llevaba se ha ido, se ha perdido. Se jodió el asunto. Bebo más seguido, pero tampoco sé si es por falta de agua o hay otro factor ahí. He comido barrita y me tomé un gel pequeño antes de empezar la subida, y llevo 50 kilómetros. Tampoco es tanto.

El caso es que, aún en marcha, trato de relajar toda la pierna izquierda, que es la que está tocada. Inevitablemente, eso implica cargar más con la derecha y la pierna me dice que no. Se acalambra también. Me puedo dar por hecho entonces. Me empieza a pasar gente. Sigo en marcha pero, ahora sí, veo a lo lejos al coche escoba. No debería darle tiempo a llegar. Tal vez deba parar y estirar. O simplemente parar. Pero sigo. Empiezo a pensar en la cuesta final. Adoquinada –aunque firme- y casi al 20%. A ver si acabo subiendo aquello con la que llevo encima.

La Calle Rampa, donde acababa todo
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La Calle Rampa, donde acababa todo

Van pasando los kilómetros y ya no estoy subiendo a lo que mi cuerpo puede. La respiración y el pulso son buenos, de hecho muy buenos, pero las piernas no reaccionan. Cada vez que me intento poner de pie veo las estrellas. No hay forma. Me sigue pasando gente y ya les hago bromas, hablo con ellos… cuando uno puede hablar tranquilamente mientras sube, es que no está exigiendo mucho a su cuerpo. Pues ese soy yo, y me jode. Miro el Garmin y creo que ya lo de mejorar el tiempo no va a ser.

Llega a mi altura otro muchacho que iba detrás con un problema de cadena. Ya seguimos juntos. Voy cascando con él como si estuviera en la peluquería. Me pregunta cuánto queda y le voy explicando la subida.

- ¿Queda ya algo duro?

- La rampa final.

- Es que llevo la cadena que no cambia –me dice, y veo que va con el molinillo

- Lo vas a agradecer, tranqui.

Y llega el momento. Yo me pongo de pie para liberar un poco la cintura que me está matando. Nada, dos segundos. Más no puedo. Entramos a Cómpeta y… ¡alehop! Primera rampa, al 15-16%, en la que el tipo se me marcha unos metros. La paso y doy la curva a derechas. Vamos a por la última, que en un alarde de guasa de los lugareños se llama ‘calle Rampa’. Si es que te tienes que reír. ¿Subiremos? ‘Po claro’. Sin poder ponerme de pie, de la misma fuerza que le meto a los pedales se me levanta la rueda delantera varias veces. La gente anima, pese a que hace ya mucho que llegaron los primeros, entre ellos mis padres y primos que han ido a ver la ocasión aunque les insistí en que no. Y llego. Paso buscando aire entre la gente que ya había llegado.

Los que se llevaron el Pavo a casa
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Los que se llevaron el Pavo a casaCC Veleño

Se acabó. Por fin. Todavía no entra el coche escoba, así que misión cumplida. Al final hubo como 15 abandonos y aún entraron unos cuantos detrás de mí, que aunque sea lo de menos sí te deja la sensación de deber cumplido. Como me han tratado tan bien desde la organización, he pasado tiempo con la gente con la que entrenaba hace 15 años y encima me he divertido, no me quedo descontento en absoluto pero sí creo que tenía perfectamente varios minutos menos de no ser por los calambres. Al final hice 1h00’49” por mi Garmin, el tiempo oficial fue de 1h01'07". Pero para que veáis el cambio, os cuento más.

Como dije el puerto se dividía en dos. Una mitad hasta Sayalonga, más dura, y luego la de los falsos llanos. A estas alturas ya sabéis que esa primera mitad es la que peor me iba. Pues me quedé en 24’31”, a sólo 29 segundos de mi récord ahí según ese invento del demonio llamado Strava. Y todo pese a que ya hice un kilómetro con calambres. Sin embargo, en los falsos llanos que es donde mejor suelo ir, hice el peor tiempo de mi vida. Lo que me terminó de matar fue cuando, una vez recuperado y ya fuera de carrera, empecé el descenso para volver a casa y en la zona de los falsos llanos iba como un tiro. Como tenía que ser. Pero bueno, no pasa nada. Tal vez simplemente me colé al principio y no duró la gasolina. Sigo pensando que falta de agua no fue, aunque no lo sé con certeza.

Ahora, a darle continuidad a lo que empezó en octubre. La historia de un fracaso está superada. Esta semana toca mirar qué pruebas hay para trazar un poco el calendario y compaginarlo con el trabajo y la vida familiar. Le vuelvo a dar todas las gracias del mundo al CC Veleño porque me trataron genial a mí, pero lo hicieron con todos por igual. Porque no pude probar el arroz, pero si le pusieron el cariño que le ponen a la carrera saldría buenísimo. Son 25 años, que se dice pronto, y ahí siguen en la brecha con una prueba que empezó en 1993 con unos 70-80 participantes y hoy ya va por casi 300. Y en la que, sin unos medios brutales ni una promoción infinita, no falta un detalle organizativo y el ambiente es inmejorable. ¡Por otros 25 más! Y, por supuesto, en 2019 estaremos ahí. Sin calambres, a ser posible.