El arte de la caza de la perdiz con reclamo
La caza, en general, es una actividad considerada como tradicional. Dentro de ella se encuentran las denominadas cazas tradicionales, entre la que destaca, por ser única, la caza de la perdiz con reclamo. Puede decirse que es parte de la cultura de muchos pueblos y de España, y para muchos, un auténtico arte.
La caza, en general, es una actividad considerada como tradicional. Dentro de ella se encuentran las denominadas cazas tradicionales, entre la que destaca, por ser única, la caza de la perdiz con reclamo. Puede decirse que es parte de la cultura de muchos pueblos y de España, y para muchos, un auténtico arte.
Desde tiempos de Maricastaña fue estudiada por Aristóteles y es una modalidad que ha llegado hasta el día de hoy conservando la pureza de sus orígenes en toda su esencia. Las técnicas utilizadas para su práctica, así como los útiles y aperos para desarrollar su práctica, nos los ha proporcionado la sabiduría popular, el conocimiento de nuestros mayores, con sus propias definiciones. Por ende, tiene un carácter carismático y su propia idiosincrasia.
Como en todo ejercicio cinegético, su práctica conlleva un gran respeto y amor por el medio natural donde se desarrolla y sus aficionados son grandes virtuosos, dotados de un gran conocimiento y comportamiento ético hacia las piezas que capturan, cumpliendo fielmente con sus normas y reglas. Para muchos, es caza en estado puro.
La gran protagonista de esta modalidad de caza es, sin duda, la perdiz roja española (Alectoris rufa). La reina de nuestros campos por excelencia es una pieza cinegética muy apreciada por los aficionados a la menor. De vuelo muy rápido y potente, esquiva, brava, gallarda. Su variedad de colores, geométricamente perfectos, la convierte en una pieza apasionante para los cazadores de reclamo. Y su canto, qué decir, susurros del campo...
Su práctica se extiende por toda la geografía perdicera. Las características de nuestra perdiz roja: su belleza y valentía, su nobleza para convivir con el cazador una vez amansada, de carácter poco sociable y muy territorial, son las cualidades que apasionan a los reclamistas, convirtiéndose esta modalidad de caza en una auténtica pasión. Las vivencias y la contemplación de la naturaleza desde el puesto o tronera son inexplicables. Y los lances, emocionantes como pocos.
Hoy en día, el cazador de reclamo no necesita coger perdices salvajes para utilizarlas como reclamo. Existen granjas y establecimientos legalmente autorizados en donde pueden conseguir sus reclamos. De hecho esa práctica, antes tan extendida, de capturar perdigones en verano para criarlos para reclamo es totalmente ilegal.
La modalidad de perdiz con reclamo es la forma más primitiva de cazar perdices. Requiere de un gran conocimiento de la especie, tanto para seleccionar y domesticar al macho que se utiliza para reclamo, como para saber interpretar sus cantos y sonidos y elegir bien el lugar para su caza.
En la caza de la perdiz con reclamo las reglas son muy rigurosas y de debido cumplimiento: ningún cazador captura una perdiz si su reclamo no la "recibe" y está dentro de la "plaza"; en caso contrario se estropearía el macho enjaulado.
El periodo en el que se caza la perdiz con reclamo hace de ella una modalidad selectiva (no se caza en temporada general), sino que se caza en determinados meses que propicia la no entrada de todo el bando de perdices en "plaza", finalizando cuando las perdices todavía no han comenzado a copular y a formar el nido.
Como en cualquier modalidad de caza, la perdiz con reclamo también tiene una justificación de peso; bueno, dos: una de ellas es como herramienta de gestión para la conservación de nuestra perdiz roja, y la otra es el fin social. La caza de perdiz con reclamo genera puestos de trabajo, mantiene una tradición artesanal en la elaboración de los utensilios que se necesitan para su desarrollo, y esto justifica por sí solo su continuidad.
Sin duda, cabe destacar la ilusión de los reclamistas cuidando su pájaro durante todo el año, soñando con las salidas al campo para escuchar y observar a sus reclamos, viendo el trabajo del resto de los meses recompensado con creces.