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SUSURROS DEL CAMPO

El camino de humanizar al mundo rural y no a los animales

Que el mundo rural se muere es harto evidente. Cada día más pueblos ven como los jóvenes emigran a las grandes ciudades en busca de trabajo.

El camino de humanizar al mundo rural y no a los animales

Que el mundo rural se muere es harto evidente. Cada día más pueblos ven como los jóvenes emigran a las grandes ciudades en busca de trabajo y una mejor vida, dejando a sus mayores en un manto de desolación. Esto llega hasta el punto de que cada vez más aldeas resultan abandonadas, algo que puede llegar a ser comprensible tras la crisis económica de la que "se supone" estamos saliendo.

El día a día en el mundo rural no es tarea fácil ni gratificante. Además de muy dura físicamente (jornadas de trabajo de sol a sol y 365 días al año), es poco satisfactoria en lo que respecta a lo económico. Por desgracia, las huertas o explotaciones de animales cada vez son menos rentables debido, en gran parte, a intermediarios y políticas de importación.

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Como en casi todas las cuestiones, siempre está la excepción que confirma la regla. En las pedanías donde han sabido cuidar y aprovechar la actividad cinegética de una forma responsable y respetuosa, su población más joven permanece en ellas, las oportunidades de trabajo son más amplias y además bien remuneradas. El sector de la caza hace que la economía local crezca tanto de forma directa a los dueños de fincas y cotos, como de forma indirecta a restaurantes, hoteles, tiendas, etc. Cuidando con mimo el turismo cinegético.

El mundo de la caza, y en este caso los cazadores, trabaja para que se reactive la economía en el mundo rural, haciendo de pueblos que estaban abocados a su desaparición a formar parte ahora del revulsivo económico de comarcas, incluso de comunidades autónomas.

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Las modas ecologistas juegan un papel protagonista, que no positivo, en este escenario. Con su empeño de atacar a la caza sin ningún sentido ni argumento veraz, mucha responsabilidad de que el mundo rural esté fibrilando recae sobre estos movimientos anticaza. Es fácil hacer demagogia barata cuando todos los meses reciben las subvenciones que les concede el Gobierno para hacer poco o nada. Esto es condenar el futuro de nuestros pueblos.

Cada día más políticos de vocación luchan por salvar sus localidades y a sus vecinos, fomentando ferias de caza, facilitando espacios para poder recibir a cazadores, y ofrecerles pueblos en los que se sientan como en casa. Un cazador, cuando viaja, no solo se desplaza a una finca a muchos kilómetros de su hogar para abatir una pieza, le gusta encontrase y compartir experiencias con más gente del lugar, disfrutar de las maravillas que ofrece el ámbito rural, probar su gastronomía... En definitiva, humanizar y sociabilizar un mundo rural que, para algunos, desde su ordenador en las grandes ciudades, es completamente indiferente que desaparezca. Con solo decir que cuidan de los animales parece bastar, pero no. No existe peor maltratador de animales que aquel que pretende humanizarlos.

Gracias al turismo cinegético se mueven millones de euros, y eso es una realidad. Sigamos trabajando en ello.