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Susurros del Campo

Mi soledad, mi jabalí “el tuerto” y yo

A pocos días de recoger los aperos de caza y limpiar nuestras escopetas, es momento de mirar a otras modalidades que nos brinda la caza.

A pocos días de recoger los aperos de caza y limpiar bien nuestras escopetas, es momento de cambiar de tercio y mirar con entusiasmo a otras modalidades que nos brinda la actividad cinegética, que no son pocas.

En general, la tristeza se asocia a momentos malos, tristes y un sin fin de sentimientos negativos. Pero como casi todo en la vida tiene su lado bueno y su lado menos bueno.

Si la soledad puede definirse en su máxima expresión dentro de la caza, eso son las esperas o aguardos, pero por el contrario de como empieza este escrito, esta soledad es totalmente buena, no es obligada sino elegida, es el momento de encontrarnos a nosotros mismos, poder pensar, desconectar del mundanal ruido e incluso soñar sin que nadie pueda despertarnos de ese momento mágico.

La posibilidad de disfrutar de nosotros mismos hace de las esperas una de las modalidades más populares y que más adeptos tiene dentro del mundo de la caza (en mi caso una de mis preferidas) y, aun siendo soledad, podemos decir que es más una vuelta a nuestros orígenes, a ese instante en el que el ser humano se fusiona con la naturaleza para poder dar caza a su comida.

El falso silencio de la noche nos hace viajar por nuestro interior, agudizando nuestros sentidos al vernos privados del esencial: la vista. Nuestro olfato vuelve a recuperar los aromas de la naturaleza; nuestro oído nos permite escuchar cosas tan simples como la hoja que se cae de la rama, los movimientos de un pequeño roedor... Sonidos que, en nuestra vida cotidiana seríamos incapaces de escuchar. Son los susurros del campo.

A todo ello se une el misterio mágico de saber si será la espera en que llegará el jabalí de nuestra vida, ese macareno que cada noche nos visita en cada sueño y no conseguimos encontrar en nuestros aguardos bajo el manto de estrellas. Aún más en mi caso, que tiene nombre y apellidos, "el tuerto".

Este jabalí que deseo que llegue en el silencio de la noche desde aquella tarde de primavera que, preparando donde situar el puesto y que, en las primeras esperas en esa preciosa finca abulense, se atrevió a pasear en pleno día a una prudencial distancia de mi puesto para evitar ser alcanzado por el estruendo de mi rifle, mirando con un solo ojo.

Sé que muchas noches ha estado a escasos metros míos y siempre por su vejez y mil batallas ganadas (me recuerda a "solitario"), ha sabido vencerme la mano, aun así, sé que tarde o temprano no podrá eludir nuestra batalla y en ella esta vez ganaré yo, o no. Siempre en unos instantes se pueden tomar grandes decisiones.

Y lo más curioso de todo es que, soñando con este momento en mis noches de soledad, puedo asegurar que, el día que pueda ganar la batalla a "el tuerto", ese día parte de mí se irá con él.

Hoy me despido con una cita de Don Miguel, pues refleja como me he sentido al escribir estas líneas.