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Luces y sombras del nuevo atletismo español

Existe la sensación, que comparto, de que emerge un nuevo atletismo español. Empezamos una era distinta a la anterior, pero es una época de claroscuros, de luces y de sombras, de sonrisas y de lágrimas. Por una parte tenemos atletas jóvenes tremendamente cualificados, que han arramplado con medallas y puestos de finalistas en las categorías menores. Por otro, hay atletas seniors que rindieron muy bien en los Mundiales absolutos de Londres, con marcas personales… pero que no pudieron evitar que, por primera vez en su historia, el atletismo español volviese de esos Campeonatos Mundiales sin una sola medalla. Y eso es un fracaso sin paliativos. Hubo éxitos individuales indiscutibles (Adel Mechaal, el relevo 4x400, Ana Peleteiro, algunos marchadores, atletas con marcas personales hechas donde hay que hacerlas…), pero un desastre colectivo. Lo uno no es incompatible con lo otro.

El atletismo español, por su historia, su financiación (mayor oficialmente que la de cualquier otro deporte) por sus patrocinadores, por el reflejo que tiene en los medios de comunicación (ya sé que a todo el mundo le sabe a poco, y a mí también) y por muchas otras cosas no puede permitirse el lujo de regresar de un Mundial sin una sola medalla. Y no puede permitirse, tampoco, pasar casi inadvertido en la Diamond League, el mayor circuito de reuniones internacionales. Un gran escaparate. Presencia escasa y casi testimonial.

No se puede estar contento. Si nos conformamos con esto, estaremos cavando nuestra tumba. Y soy consciente de que Raúl Chapado no se conforma, ni mucho menos.

Capítulo aparte merecen las categorías inferiores a la absoluta. Carlos Mayo, Diego García, el 4x100 femenino del Europeo Sub-23, María Vicente y otros muchos... Espléndidos atletas. Estoy de acuerdo con Chapado cuando dijo después de Londres que era una mala noticia no haber ganado ninguna medalla, pero que había futuro. Coincido plenamente. Pero no hay que olvidar que el futuro es el futuro y que el presente es, por el momento, el que cuenta. Otros muchos países también tienen un espléndido futuro, pero tienen un brillante presente. A nosotros nos falta la segunda parte.

Cierto es que en este año los tres puntales del atletismo español llegaron en no muy buenas condiciones a la cita cumbre de Londres: ni Ruth Beitia en salto de altura, ni Orlando Ortega en 110 metros vallas y ni Miguel Ángel López en 20 km marcha eran los mismos de temporadas anteriores. Sin ellos en primera línea, todo se resiente. Pasamos de tener a tres atletas con medallas de alta calidad en la alta competición de los últimos tiempos a sólo uno (el hispano-cubano) en puestos de finalista, y en la parte de atrás.

Lo que sí me alegra es que el tema del dopaje al menos se afronte de forma serena y se respeten las decisiones de los organismos pertinentes. Eso ya es un avance sustancial, porque la percepción que se tenía en otros tiempos era que quien mandaba no miraba hacia donde había que mirar, sino que desviaba la vista. Digo que era un percepción, no una certeza. Pero daba esa sensación. Ahora me parece que todo ha cambiado y creo que algunas personas que dentro de la Federación Española seguían la estela anterior casi con entusiasmo, ahora sigue la de Raúl Chapado, también de forma entusiasta, cosa que me parece excelente.

Resumo: el atletismo español tiene un futuro esperanzador y un presente difícil. Y ese presente es difícil de cambiar en pocos días. Y me felicito especialmente de que chicos y chicas muy jóvenes se dediquen a este deporte, que es duro, durísimo, en cualquier prueba, en lugar de entregarse al hedonismo que acecha por doquier. Mi respeto y mi admiración para todos ellos, con independencia de que ganen medallas o no.