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SIEMPRE CANTERA

La Rojita, su camino a Tokio y el debate entre fútbol y JJ OO

La Rojita, su camino a Tokio y el debate entre fútbol y JJ OO
JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

España inicia su camino hacia los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2020. Quedan tres años para que se encienda el pebetero en la capital japonesa y comience un evento que promete ser espectacular. Es mucho tiempo el que resta –demasiado- pero desde ahora hasta entonces ya no se detendrá. La Sub-21 de Celades lo sabe y con esa ilusión da inicio en Estonia a esa larga travesía que debe concluir con el equipo de fútbol peleando por el oro en Tokio.

La ausencia en Río 2016 y la decepción de no pasar ni siquiera la primera fase en Londres 2012 obligan a la Selección a estar allí. Habrá que solventar primero una fase de clasificación continental ante Irlanda del Norte, Eslovaquia, Albania, Estonia e Islandia. Después, si todo va bien, será turno de pelear por el título en la Euro de Italia, en 2019. Una vez allí España deberá obtener el billete olímpico quedando entre los cuatro primeros del torneo. Si se consigue, será tiempo de soñar.

Porque sí, los futbolistas sueñan con una medalla olímpica como con ganar un Mundial o una Champions. Hay cierta generalización por banalizar el fútbol en los Juegos, como si los futbolistas no fueran deportistas que se esfuerzan por lograr sus objetivos cada día al igual que el resto, como si por ser millonarios -incluso los Sub-23 que acuden a las citas olímpicas- no tuvieran derecho a participar en algo tan lleno de historias de superación y amor por el deporte.

Pero, no hay que olvidarlo, el fútbol es el deporte más practicado del mundo, el que más partes del planeta engloba, aquel que con más pasión se vive a nivel de clubes y selecciones. Tratar de separar fútbol y Juegos Olímpicos es ir contra el interés colectivo, contra la realidad del mundo del deporte. Que pregunten a los campeones en Barcelona 92 lo que supone un oro olímpico. Lo mismo que querrán saborear los miembros de esta generación 96 y 97 que en Estonia echa a rodar. Suerte. Tokio espera. Y tres años no son nada.