Carros de fuego

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Autor: Ángel Cruz

Usain Bolt, Mo Farah y Ruth Beitia: ¡Qué tristes despedidas!

¡Qué tristes despedidas de tres atletas absolutamente maravillosos: Usain Bolt, Mo Farah y Ruth Beitia! Los diosecillos del estadio fueron maléficos y no tuvieron piedad en su último día. Un momento que todos queríamos de gloria y que fue de desolación. Bolt, Mo, Ruth se merecían mucho más, se habían ganado un adiós magnífico, que esos diosecillos imaginarios hubieran sido generosos. Por lo menos tan generosos como estos tres atletas lo han sido siempre. Una y otra vez.

Vamos a aclarar que la despedida de Usain Bolt era oficial y total. El 100, el relevo y el punto final. La crueldad ya estuvo en la prueba individual, con ese metal, el bronce, que El Relámpago nunca había tocado. Pero casi fue lo de menos. No venció, pero fue aclamado como tal. Pero nunca habíamos a un coloso destronado de esta forma en su día final como atleta.

Lo malo vino en el relevo, donde una lesión en la cuarta y última posta le dejó fuera de combate, lleno de una amargura que compartió el mundo entero. ¡Qué manera de ganar, que manera de perder! Nunca habíamos visto a Usain con un bronce al cuello y jamás le habíamos visto caer aparatosamente lesionado en una competición. Muy mal recuerdo final el que todos guardaremos del mejor atleta de la historia.

La despedida de Mo Farah era de otro tipo, porque se va del estadio, pero se entrega a la carretera, a la maratón, en la que todos desconocemos si será capaz de lograr los mismos éxitos que sobre el material sintético. Lo va a tener difícil. Pero esos diosecillos traviesos de que hablo volvieron a ser muy revoltosos, y si le otorgaron un oro maravilloso en una espléndida carrera de 10.000 metros, se lo hurtaron en 5.000. No hubo doblete. Triste despedida, menos que la de Bolt, pero triste, porque, además, estaba en su casa.

Sobre Ruth Beitia: cierto es que la santanderina no ha dicho que lo vaya a dejar, pero la entrevista que concedió ayer a Televisión Española, entre lágrimas, era un adiós casi rotundo. Ruth tiene 38 años y el punto final estaba cada vez más cerca, pero se retiró en una situación dolorosa, en la que ocupó el último puesto con una marca impropia para ella. En un año ha pasado de ser campeona olímpica a duodécima en unos Mundiales. Amargura.

Pero a Ruth, como a Usain Bolt, como a Mo Farah, lo que hay que hacer es darles las gracias. Gracias por todos esos momentos brillantes que nos habéis ofrecido, por esas marcas, por ese espíritu competitivo, por esa deportividad permanente, por haber hecho historia en el atletismo, un deporte grande, inmenso, que ellos han engrandecido aún más. En todos los sentidos.
A las lágrimas de Ruth nos unimos todos en una noche que jamás olvidaremos.