¿Después de Usain Bolt? El desierto dentro y fuera de las pistas
La derrota de Usain Bolt en los 100 metros de los Mundiales de Londres, este sábado, cierra una etapa de la velocidad y abre un periodo de incógnitas difíciles de despejar. En primer lugar, y sinceramente, he de decir que la victoria de Justin Gatlin no es una buena noticia para mí y creo que no lo es para millones de aficionados al atletismo. Porque al hombre que ha iluminado el atletismo mundial en la última década le ha batido en su última carrera individual un atleta que tiene un turbio historial de dopaje, con dos sanciones, una de ellas de cuatro años. No, no me parece una buena noticia que el nuevo rey de la prueba estelar de nuestro deporte sea un velocista con un pasado manchado por la excesiva y dopante testosterona.
El público que abarrotaba el Estadio Olímpico londinense abucheó al nuevo campeón y él les ordenó silencio con el índice vertical sobre los labios. Amainó la bronca, pero creo que más por el gesto que hizo cuando Bolt se acercó a él (se arrodilló y le hizo un acto que era mitad de sumisión y mitad de homenaje) y por el abrazo que le dio el monarca destronado, que, a su vez, miró a la grada con un gesto que me pareció de reprobación.
Supo perder Usain Bolt, supo engrandecer aún más su carrera acercándose al hombre que le arrebataba su ilusión: retirarse de los 100 metros con una victoria en Londres, en el estadio en el que ganó hace cinco años tres de sus casi innumerables medallas de oro. Bolt nunca ha reprochado nada a Gatlin, nunca habló del pasado del chico de Brooklyn.
Sabíamos que Usain Bolt sabía ganar. Ahora sabemos que también sabe perder. Sí, su figura se agigantó ayer, no empequeñeció. Perdió, pero ganó. Cerró, y nos cerró, una página dorada de la historia del atletismo. Todos debemos estarle agradecidos a este hombre de 30 años (cumplirá 31 el día 21 de este mes) que ha llevado los horizontes de la velocidad más allá de lo que nadie hubiera podido nunca imaginar.
¿Y tras la Era de Usain Bolt?
Pues entramos en un periodo de transición, porque se supone, por razones de edad (tiene 35 años), que Justin Gatlin debe ser un monarca breve. Hay que reconocerle una capacidad de lucha inmensa, porque se ha levantado de esas sanciones impuestas en su momento y regresó, presuntamente limpio, más rápido que cuando oficialmente estaba dopado. Recordemos que ya fue campeón mundial en Gotemburgo 2005, tanto en 100 como en 200 metros.
La plata fue el hombre que, junto al lesionado Andre de Grasse, representa el futuro: el estadounidense Christian Coleman, de 21 años. Nació el 6 de marzo de 1996, en Atlanta, pocos meses antes de que su ciudad natal acogiera unos Juegos Olímpicos en los que el canadiense de origen jamaicano Donovan Bailey iba a batir, precisamente, el récord mundial de 100 metros, con 9.84. Un registro, por cierto, bastante superior en calidad al que se necesitó ayer para vencer en Londres (9.92).
Coleman es la antítesis de Bolt: más de veinte centímetros más bajo (1,96 por 1,75), mejor en los tacos de salida, pero lejos de la capacidad de Usain para mantener su velocidad punta hasta los 80 metros. Capacidad, por cierto, única en el mundo y probablemente en la historia. No se conocen marcas oficiales del jamaicano en los 60 metros, mientras que el velocista de Georgia está acreditado nada menos que en 6.45, un registro de alta calidad. En la final londinense fue el más rápido en abandonar los tacos: 123.
El estudiante de la Universidad de Tennessee (por cierto, por allí pasó también, curiosamente, Justin Gatlin) ha progresado de forma espectacular en los últimos dos años: 10.18 en 2015, 9.95 en 2016 y 9.82 en esta temporada, registro que le coloca en lo más alto de las listas mundiales. Es un magnífico atleta, pero no le veo capaz de atentar contra los récords que deja El Relámpago: 9.58 y 19.19. A decir verdad: no veo a ningún atleta actual capacitado para desbancarle.
Andre de Grasse, el ausente
¿Y Andre de Grasse? Tiene 22 años, estudia Sociología en la Universidad del Sur de California, su padre es de Barbados y su madre de Trinidad. Quiere esto decir que, como otros canadienses del sprint (Donovan Bailey, Bruny Surin…), en sus venas fluye sangre caribeña. Tiene una marca personal de sólo 9.91, pero es muy competitivo: fue bronce en los Mundiales de Pekín 2015 y repitió ese metal en los Juegos de Río 2016. En Londres no ha competido a causa de una lesión.
No hay que olvidarse de Wayde van Niekerk, el sudafricano que es el único hombre en la historia que ha bajado de los diez segundos en los 100 metros, de los veinte en los 200 y de 44 en los 400 metros. Pero le veo más como velocista largo, de 200-400. No me lo imagino en 9.58 en el hectómetro y me cuesta pensar, también, que vaya a hacer 19.19 en la media vuelta a la pista. Sin embargo, es un portento colosal en 400 y en Londres no descarto un récord mundial… pero esa es otra historia.
El desierto
Sí, creo que después de Bolt vamos a atravesar el desierto, y no sólo en cuanto a marcas se refiere, sino a esa capacidad de asombrar y divertir que tenía Bolt, a esa capacidad de deslumbrar incluso a los que sólo se acercan al atletismo cuando él compite. Ese carisma no se entrena. Es un don especial que el hombre de Sherwood Content (en la parroquia de Trelawny, Jamaica) tenía ya con quince años, cuando se proclamó campeón mundial júnior en Kingston, la capital de la isla caribeña.
Tenemos un consuelo: dentro de unos días le veremos de nuevo en busca de otra medalla, aunque sea en el relevo. Y aunque nos sepa a muy poco.