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Escándalo: Leo Beenhakker sienta a Butragueño ante el PSV...

Ser entrenador del Real Madrid es una profesión de alto riesgo. Si no, que se lo pregunten a Zinedine Zidane.

Escándalo: Leo Beenhakker sienta a Butragueño ante el PSV...

Ser entrenador del Real Madrid es una profesión de alto riesgo. Si no, que se lo pregunten a Zinedine Zidane. En el pasado Clásico, el técnico francés decidió alinear el equipo que más éxitos le ha dado recientemente, salvo un cambio por obligación: la inclusión en el once de Nacho por las lesiones de Pepe y Varane. El resto, los diez jugadores típicos que han conformado casi siempre sus equipos. Uno de esos habituales es Gareth Bale. El galés no estaba en plenas condiciones físicas para afrontar, con todas las garantías, un partido frente al Barcelona. La prueba fue que tuvo que ser sustituido por Asensio a cinco minutos del final de la primera parte debido a una nueva lesión. Eso ha conllevado críticas al entrenador madridista por intentar congraciar al jugador, uno de los ojitos derechos del presidente, Florentino Pérez. Pero vamos a recordar lo que pasó con un entrenador blanco, una estrella madridista y el presidente, por entonces, de la Casa Blanca, en un encuentro de igual calado en la década de los 80…

A comienzos de 1989, Leo Beenhakker, entonces técnico del Madrid, comenzó a prescindir de Martín Vázquez (consideraba que no arriesgaba lo suficiente en sus intervenciones) y de Butragueño, uno de los sanctasanctórum en el imaginario madridista. El punto álgido sucedió el 15 de marzo de ese año. Se jugaba el encuentro de vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa ante el PSV, vigente campeón europeo. La ida finalizó con empate a un tanto, con lo que se aventuraba el pase a las semifinales del torneo. Pues bien, ese día el técnico holandés decidió dejar en el banquillo al Buitre en el banquillo. Su sustituto fue Paco Llorente. En un primer momento se temió una lesión de última hora de la estrella blanca, pero la sorpresa fue verle en el banquillo a la hora de comenzar el encuentro. En aquellos tiempos, El Buitre era un ídolo de masas. Quizá el mayor deportista mediático del momento. Había despuntado en las categorías inferiores, debutado cinco años antes, en febrero de 1984 y dado nombre a una espléndida y formidable generación de jugadores forjados en la antigua Ciudad Deportiva del Madrid: La Quinta del Buitre. Su suplencia fue un terremoto a nivel nacional e internacional.

El Madrid ganaría la eliminatoria y el pase a las semifinales 2-1, con goles de Hugo Sánchez (de penalti), Romario (para los holandeses) y Martín Vázquez, en la prórroga. Pero la noticia estaba en la suplencia de Butragueño, que apenas jugaría cinco minutos en ese encuentro, tras solicitarlo los más de 100.000 espectadores que abarrotaban el estadio Santiago Bernabéu.


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En la rueda de prensa tras el encuentro y en los días posteriores se montaría el gran lío.

El propio Beenhakker se arrancó: “Lo único que puedo y debo decir es que Paco Llorente también es jugador de la plantilla”.

Pero, ¿cuál fue la razón de optar por Llorente y dejar en el banquillo a Butragueño?”, preguntaron al técnico holandés.

"El PSV busca la salida de balón con Koeman, Lerby (un magnífico centrocampista danés) y también por la banda derecha, con Gerets (fabuloso lateral derecho belga en la década de los 80). Sabía que también iban a presionar mucho en el centro de campo. Con la velocidad de Paco intentábamos tapar las subidas de Gerets y buscar, además, la espalda de la defensa holandesa. Debíamos cerrar sus armas en ataque”, replicó el holandés.

A primera vista, era una opción válida, pero no la esperada por la afición, jugadores y presidente madridistas.

Más contundente se mostró Butragueño. Buscado por la Prensa, se quejó: “Estoy contento por el equipo, pero triste por no haber jugado un partido tan importante. A lo largo de esta temporada me está pasando, pero este encuentro era diferente por su importancia. Los gritos del público para que me sacaran han sido muy agradables, pero no tapan mi disgusto”.

Días después de la tormenta, y cuando todo parecía calmarse, el propio Butragueño se desahogó en la Prensa: “El mismo miércoles, día del partido, le dije a Losada, mi compañero de Habitación que no iba a jugar. Momentos después me llamó Beenhakker, para en apenas 30 segundos, explicarme que no jugaba y que en mi posición lo iba a hacer Paco para tapar las subidas de Gerets… ¿Marcar yo al defensa? Lo mío es jugar al fútbol y no anular a nadie. El Madrid tiene jugadores muy ingeniosos a los que no se puede limitar…”.

El Buitre siguió dando explicaciones: “Es el primer partido europeo que me pierdo por decisión de un técnico. Queda claro que Beenhakker no confía excesivamente en mí…”.

Dos misiles teledirigidos al inquilino del banquillo madridista.

Pero Beenhakker no se mordió la lengua. Con un par de frases dejó claro quién mandaba: “El que toma las decisiones soy yo. Siempre trato de buscar lo que es mejor para el equipo, y en Copa de Europa lo que importa es pasar la eliminatoria. Y la pasamos”.

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La leyenda cuenta que también intervino el presidente, Ramón Mendoza. Un par de días después llamó al entrenador. El diálogo fue más menos el siguiente:

(Mendoza:) Buenos días, Leo, enhorabuena por el pase, pero ¿sabe usted lo que ha hecho?

(Beenhakker:) Buenos días, presidente. Sí. Hemos eliminado al campeón de Europa.

(Mendoza:) Sí, pero mire usted, Leo. Butragueño tiene 25 años, forma parte del patrimonio de este club, del Real Madrid. No sólo es un jugador carismático, sino un símbolo para muchos sectores de la afición. No destruya usted al símbolo. Trátelo usted con mucho cariño. Cuídelo bien y procure ponerlo lo más que pueda...

Quedaba todo dicho...

Leo Beenhakker abandonaría el Madrid ese mismo verano de 1989. Dejaba atrás tres Ligas consecutivas y una Copa. Butragueño se marcharía en 1995, con seis títulos de Ligas, dos Copas, dos Copas de la UEFA, tres Supercopas de España y una Copa de la Liga. Ramón Mendoza también se marcharía ese año: el 20 de noviembre de 1995 dimitiría como presidente de la Casa Blanca. Pero esa es otra historia…