¿Maradona en el Madrid?
Esta semana volvió la Champions. La Copa de Europa en su nuevo formato. De los cuatro encuentros celebrados uno destacó por encima de todos: el Real Madrid-Nápoles.
Esta semana volvió la Champions. La Copa de Europa en su nuevo formato. De los cuatro encuentros celebrados uno destacó por encima de todos: el Real Madrid-Nápoles. Por la categoría de los dos equipos y por un hombre (o nombre) por encima de todas las cosas: Diego Armando Maradona. El mejor jugador del mundo en la década de los 80. Podrá gustar más. Podrá gustar menos. Pero para la historia futbolística quedan dos escenas míticas, legendarias: los dos goles que logró ante Inglaterra en el Mundial de México-86. El miércoles 15 de febrero, Maradona se sentaba en el Palco de Honor del Santiago Bernabéu en calidad de invitado. El Pelusa, que fue jugador del conjunto partenopeo desde 1984 hasta 1992, año en que se mudó a Sevilla, convirtió a un modesto equipo del sur de Italia en un equipo que miraba a los ojos a los poderosos del norte del país transalpino: les arrebató dos Ligas, una Copa y una Supercopa italiana. Además, ganó una Copa de la UEFA (1988-1989). Por esos títulos ahora es considerado un dios para los napolitanos.
Esa historia pudo haber sido muy diferente.
El Madrid estuvo a punto de ficharle dos veces. Sí. El Madrid. La entidad que le ha recibido con los brazos abiertos durante tres días.
Pero no pudo llevarlo a cabo.
La primera de esas ocasiones fue mediados los 80. El jugador quería salir del Barcelona a toda costa. Pero claro. El jugador, que siempre estuvo en la órbita madridista, sabía que eso era inviable. ¿Cómo iba a consentir Josep Lluis Núñez su venta al mayor de los enemigos/rivales del Barcelona? El Pelusa quería salir por lo civil o por lo criminal de la Ciudad Condal. Se consideraba traicionado por Núñez. Por ejemplo, en la temporada 82-83, a escasos días de disputar la final de la Copa del Rey, el president le impidió tanto a él como a Schuster participar en un partido homenaje a Breitner en tierras alemanas. Su respuesta fue ir estrellando trofeos contra el suelo. En esa ocasión, el Nápoles se metió por medio y se llevó al jugador. Fue el tema económico el que apartó a los blancos.
Años después, en septiembre de 1987, Madrid y Nápoles disputaron una eliminatoria de la Copa de Europa. Fue una eliminatoria curiosa: el primer encuentro se disputó a puerta cerrada como consecuencia de una sanción de la UEFA al conjunto blanco por los incidentes acaecidos en la primavera de ese año ante el Bayern de Múnich. El Bernabéu en silencio (relativo: hubo unas 200 personas entre invitados, gente del club, visitantes…). Todo lo contrario que enItalia, donde bajo un clima hostil los blancos superaron a los azzurri.
Pero hubo una segunda intentona de cambiar la playa italiana por la costa Castellana. Fue a comienzos de los 90. Maradona, consciente de que su futuro azzurri ya estaba más que amortizado, quería buscar nuevas aventuras futbolísticas. Por aquel entonces, en España, el Barcelona había ganado la primera Liga de Cruyff (1990-91) con un juego vertical, directo, rápido y efectivo. El Madrid, por su parte, había modificado parte de su plantilla: se habían marchado jugadores como Martín Vázquez, Schuster, Ruggeri, entre otros, y los recambios no dieron el nivel esperado. Ramón Mendoza, presidente del club de Concha Espina, quería dar un golpe de timón. Pero tenía un gran problema: la falta de liquidez para llevar a cabo esas grandes empresas. Intentó ilusionar a la afición con nombres como Sacchi y Savicevic, pero se difuminaron en cuestión de horas: no había dinero.
Así las cosas, Maradona vino a ver a Madrid para reunirse con Mendoza. Acompañados por Valdano, estuvo un par de veces en la casa del dirigente blanco. En la primera, Mendoza le recibió enfermo (tenía gripe) pero estuvieron hablando toda la tarde. A Mendoza le constaba la gran influencia que tenía Valdano sobre El Pelusa, y por eso el hecho de que los dos estuvieran en su casa significaba que Maradona quería venir al Real Madrid a toda costa. A partir de entonces su relación se estrecharía de tal manera que Maradona acabó apodando Gardel al presidente blanco, e incluso le invitó a su boda en Buenos Aires. En esta segunda ocasión, y al igual que en la primera, el factor económico fue determinante para que no se pudiese llevar a cabo el fichaje. Pero en este caso, Mendoza siempre se lamentó de no haber forzado más la maquinaria merengue. A Maradona le quedó el consuelo de una frase que dijo en 1986: “Lo único que me queda es vestir la blanca”.
Sin embargo, esa temporada (1992-93), Maradona jugó en el Sevilla. El argentino deleitó en el encuentro disputado en el Sánchez Pizjuán, celebrado en diciembre. Fue su mejor encuentro con la elástica sevillista, que se impuso 2-0 (goles de Suker y Marcos). Pero en mayo fue otra historia. Los blancos golearon a los hispalenses con un concluyente 5-0 (tres de Zamorano, uno de Míchel y otro de Hierro). Pero siempre quedó en la memoria que pudo haber sido si Maradona hubiese firmado por la entidad madridista.
Y ahora fríamente piensen. ¿Qué hubiese pasado con Maradona en el Madrid?