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Jugando a descifrar a la Sub-21

España está en la Eurocopa Sub-21 de Polonia. Es lo que todos queríamos; es lo que se esperaba de este equipo. Ha costado alcanzar el billete, pero al menos La Rojita vuelve al lugar del que Serbia le sacó hace ahora dos años en aquella fatídica tarde en el Carranza. Entonces volaron los JJ OO, lo que aportó más crueldad a la eliminación. Esta vez no hay premio olímpico al tratarse del ciclo intermedio entre Río y Tokio. No importa. España regresa a la élite continental y lo agradece el fútbol español, pues pulirse en un torneo como la Eurocopa Sub-21 es fundamental en la formación de nuestros talentos.

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Cierto, España está clasificada y se abren así las opciones de que vuelva a ser campeona. Siente uno la imperiosa necesidad de comparar esta generación actual con las anteriores, algunas de las cuales dominaron Europa de cabo a rabo. Quizá sea injusta la comparación, pues esta quinta del 94 -aderezada con chicos del 95, del 96 y hasta dos fenómenos del 97 llamados a ser los centrales del futuro en España, Vallejo y Meré- aún no ha dado muestras de poder aguantar los paralelismos. Para empezar ha sufrido para clasificarse, teniendo que emprender una travesía por un grupo duro, ser segunda, jugar una repesca ante Austria y pasarla sin ganar ninguno de los dos partidos. No es como para tirar cohetes.

Pero el análisis va más allá de eso. Esta España Sub-21 es un equipo más imprevisible que los anteriores, para lo bueno y para lo malo. Capaz de hacer minutos prodigiosos ante una gran selección croata en Rijeka para luego acabar sufriendo, igual que en Suecia; dispuesta a liquidar el grupo ganando a sus mas directos rivales como local sin conseguirlo en ninguno de los dos casos; mentalizada de llevarse la repesca ante Austria con un buen primer tiempo en la ida pero un nefasto segundo, justo lo contrario que en la vuelta. No hay quien acierte, no se sabe por dónde pueden salir los de Celades.

Y luego están los jugadores, excelentes en cualquier caso. Todos militando en Primera, pleno poco habitual. Con estrellas como Deulofeu, máximo goleador y jugador con más internacionalidades de la historia de la Sub-21. Con líderes como Saúl, pura personalidad y raza. Con jugones como Óliver y Denis Suárez, manija de lujo a la hora de crear fútbol. Con magos como Asensio, cada vez más importante pese a no ser esta su generación. Con delanteros muy distintos como Munir, Williams y Mayoral, todos ellos interesantísimos. Con laterales del nivel de Bellerín y Gayá, magníficos. Con centrales ya destacados y del 97, Vallejo y Meré. Con 'refuerzos' de última hora que hacen mejor al equipo, caso de Merino o Marcos Llorente. Un gran equipo, sí. Pero falta algo. Falta el puñetazo sobre la mesa, el que diferencia a las buenas generaciones de las generaciones campeonas. En Polonia llegará la ocasión. Preciosa ocasión. Inmejorable.